martes, 31 de julio de 2007

Vibraciones del Confort


El viernes pasado en el Tío Bizarro, reducto acogedor y ambivalente (de día pizzería, de noche local bailable), la agrupación Travesti dio un show corto y afectuoso. Así demostraron una vez más, que la neurosis gélida que conlleva toda persona alienada del siglo XXI, puede ser curada a través de la misma música.

El Tío Bizarro, lugar que podría considerarse un símil suburbano del capitalino Salón Pueyrredón, con la diferencia de que no hay que abonar por la entrada, el precio de las bebidas es ostensiblemente más barato y los Djs no caen en el cliché básico de siempre, permitiendo en el concurrente una despliegue más festivo de sus hormonas y una estimulación audiovisual, más relajada y espontánea, sin estar pendiente del fantasma “castrense” del precio de la entrada o consumición que repliega cada día más, la otrora festiva noche porteña.
Travesti, hijo pródigo del famoso triángulo musical “Temperley-Adrogué-Turdera” que desde hace casi veinte años alimenta con soplos de aire fresco al rock argentino, se nutre de todo ese mundo dual que rodea dichos suburbios. Así entre la opresión fabril y el colorido de casas inglesas, entre los trenes desechos y los “New-Richs”, entre la frivolidad insidiosa y el alarido de cambio, se edifica su arte, la cuál conlleva numerosas veces, en sus presentaciones en vivo, el estado de ánimo que el contexto amerita. De esta manera, estando en sus pagos, expuestos a estímulos conocidos y aprovechando su tendencia a deformar las versiones grabadas en eps o albúms, toda esa hipnosis gélida, se vuelve (sin perder su poder seductor), afectuosa y tropical.
El show abre con una potente versión de “Juventud Residual”. Aprovechando que en esta ocasión tuvieron un integrante colaborando con los colchones de sintetizadores, (sumado al ocasional colaborador en bajo en ciertas canciones), Alejandro Torres dispuso de una mayor soltura para poder acentuar los arreglos de teclado, sin que se pierda el magnetismo envolvente de la guitarra de su líder y cantante Floxon.
Le sigue la abrasiva, “The Face”, cuya combustión de composición parece ser un terreno baldío donde abunda todo tipo de flora tóxica.
Luego de este tema, se produce justamente lo mencionado anteriormente. En este contexto familiar “IloveRollingstones”, ( éxtasis sonoro de más de 10 minutos sin meta o destino final aparente), la envoltura caótica de su música hace metamorfosis en una especie de ritmo carioca psicodélico y tropical, como si fuera una especie de respuesta frente a la vibra febril y entusiasta de los espectadores. Caras conocidas, “gente del palo” como dice la yerga, personas con la cuál comulgaron diferentes tipos de experiencias en la vida misma, más allá de la música.
El público ya alentado por alcohol y otras “yerbas”, se empieza a encender cada vez más y los “travas”, captando esto, se despachan con quizá esos temas en que la seducción de la melodía y la letra misma confluyen de manera heroica, así llega “Poder Florecer”.
Intimista y bailable, como dice la letra “extasiarte sin bailar, excitarme estudiando”, y la imagen mental de los espectadores, se posa en el escozor y la algarabía, de esos momentos en que nos acordamos porque fuimos felices de a dos, con alguna fiel compañera, sin importar el lugar, solo el florecimiento de algo profundo, comúnmente llamado amor.
El recital continúa le sigue la neurótica “Filo Perverso” y la explosiva “Bloody Marie”, donde se nota, la influencia “Jesús Manchesteriana” de sus comienzos.
Continúan con “Efedrina”, para cerrar de vuelta en una atmósfera cálida y agradable, con “Vibraciones del Confort”.
El confort y la música de “ascensor” edulcoro como somnífero perfecto los oídos de toda una generación aletargada por la tecnología, que fue sutilmente adormecida y que lentamente comienza a despertarse. Sin utopías febriles ni mesiánicas, Travesti a través de la vibra de su música marca un camino singular, donde la música adquiere un nivel de seducción que empalaga y nutre los oídos pero a la vez, nos ofrece todo un mundo, donde cualquier tipo de “neurosis border”, que diariamente nos aliena, es reemplaza por el cálido afecto de su música, depositándonos en un estado soporífero que abraza por momentos un ideal platónico, al cuál la música y el mismo rock, jamás deben dejar de perseguir.

Bernardo Damián DimanMenendez

martes, 17 de julio de 2007

"Swing de Michael, punch de Mike"




“Ama tu Ritmo” de Michael Mike editado hace días, constituye el primer LP oficial de la agrupación capitalina, en donde se muestra un mundo personal, que recupera la frescura de la tan mentada “alterlatinidad” de mediados de los 90’ intercalando elementos del regio rock (movimiento musical anclado en la ciudad mexicana de Monterrey y que sirvió de plataforma para bandas eclécticas como Control Machete, Plastilina Mosh, hasta llegar a Kinky), que son adornados por sonidos bailables de break beat neoyorquino de principios de los 80’ (Grandmaster Flash and The Furious Five ) y de Old Dance (popularmente llamado “tecno-house”, movimiento que encabezaron a principios de los 90’, Tecnotronic y 2 Unlimited).
Formados en el año 2004, predomina en sus canciones un lenguaje musical ecléctico sustentado en la versatilidad instrumental con la que se manejan los integrantes de la agrupación y un hedonismo lírico que se encuentra entre la ambivalencia de la nocturnidad febril y la melancolía diaria, ofreciendo un universo propio en dónde el “clubber” solemne y auto-indulgente de fin de siglo, adopta códigos más humanos, superada la deslumbración de pistas y pastillas; aceptándose este como simple ser humano, no exento de abulia y desidia y tomando como escudo frente a eso, la patriada de poder enamorarse sin temor a la vergüenza. En síntesis “Ama tu ritmo”, como metáfora del famoso slogan de apoyo moral que dice “Queréte a vos mismo, sin importar lo demás.”
En este mundo musical naturalmente ecléctico, tanto música como líricas describen personajes y situaciones que tiñen un paisaje que mezcla la siembra hormonal pulsional adolescente y los sueños posmo de amor frustrados urbanos. De este modo tenemos elementos de la avanzada regia como “Rojo+ que Negro” destacando los arpegios de guitarra y los sonidos explosivos de sintetizadores y teclados, o “A Bailar Horror”, donde el eclecticismo del famoso rock regio mexicano se hace presente. Iniciando un juego entre break-beats de teclados y guitarras que se van acomodando según, vaya variando la melodía de la canción, y destacándose en el medio del tema un original “ambient old dance”, que sirve como intermezzo, para la explosión musical del final.
Casi como un jingle de presentación musical de la banda asoma “Gente Preciosa” mostrando una cierta influencia del break-dance del Nueva York de los primeros 80’ . Dicho tema quizá sea el que resuma la levantada de bandera mas hedonista de la banda. Cockatil de swing y apología narcótica, como un si fuera un Grand Prix, donde en el auto-stop, solo se cargan sustancias non-sanctas, y la meta de llegada encuentra a más de uno arrastrado por ahí.
Uno de los puntos más altos del disco se encuentre en “Sara”. Abrasivo e hipnótico por momentos en su musicalidad, y con una letra que recupera el lenguaje terrestre posmoderno, que hace del grotesco surrealista su fuente de inspiración y que allá, por los 90’, Babasónicos o Iria Kuriaky, supieron expresar de manera acertada (escuchar la parte que dice “Pude ser un grano hermana en el Sahara, así como un grano en la piel de Sara” ), luego el estribillo y el cierre musical que busca algún paisaje mexicano, de esos donde abundan los burlesques de mala muerte y los happy-hour, ofrecen solamente dos peyotes al precio de uno.
Habituados a un mundo frenético donde la vivencia de hoy hace añicos cualquier historia del ayer, asoman así, en la nocturnidad esos personajes que parecen ser invención de un Dali en estado de ebriedad letal. Así parece enfocar la temática de unos de los temas más bailables del disco, “Charly Border”. De inicio dance, hasta llegar al riff de bajo, para luego pasar a una fecunda musicalidad en donde el supuesto “Carlos neurotico”, siempre tiene alguna niñata bajo el brazo, para enseñarle que el cuatro no siempre es algo meramente numérico. El rastro de “chongofilia rap-hop” le corresponde a temas como “El Amante Latino”. Pequeña muestra del tropo latino kamizake en busca de carne femenina, decorado por notables arreglos en guitarra y tóxicos efectos de voces.
El día como momento de reflexión y pausa frente a la velocidad de la noche, angustia y melancolía, entre tantas sandías podridas, el eco del amor que retumba todavía en las sienes. Así entendiendo la luz diaria, como contexto de eteridad rota, Michael Mike demuestra también saber hilar fino en el tema de la canción seductora y agradable a los oídos tal es el caso, de “Cuestión de Egos” recuerdo de la impotencia, la flor arrancada de cuajo, el amor marchito, el día y su cruda realidad oponiéndose a toda la festiva nocturnidad.
Si vamos unos cuántos años atrás, y recordamos todo ese desparpajo multiculturalista, grotesco, y colorido que ofreció un mundo personal y a la vez, una escena musical fresca y representativa de nuevas ideas hacia mediados de los 90’, para finalmente quedar sepultada por una supuesta levantada de bandera en la cuál todo dejo de ironía, sensibilidad, experimentación, grotesco o ridículo estaban lejos de ser considerado rock Creyendo a la vez, en forma castrense, que la experiencia de la música debía ir hacia una supuesta serialidad, donde la bravuconada, la misoginia y la prepotencia con el eje moral de saberse sabio por estar en la esquina de un barrio, achato y pauperizó al rock argentino durante años.
Michael Mike agraciadamente se opone a esto sabiéndose poseedores de un lenguaje musical en donde la vergüenza o el ridículo de la misma experiencia son catalizados sin pudor a través de la música, con la convicción y el aplomo que la misma se merece. Sin tipologías, ni cuasimodos filosóficos, creyendo que la magia no tiene lugar ni contexto común, encontrándose tal vez como cantan los Michael en “I Belive”, en la ciudad y en el amor, en el Sahara y Carlos Paz, en ella y vos, en el Rococo y el Rocktambor, en la alegría y también la satisfacción.


Bernardo Damián DimanMenendez

martes, 3 de julio de 2007

Viaje infinito, hacia la utopía del rock

El pasado viernes en Niceto Club, se presento la banda platense, El Mato a un Policía Motorizado. En un viaje magnético y futurista, demostraron a través de su corto pero abrasivo repertorio, porque hay momentos en el que el rock pareciera encontrarse en un tiempo y contexto mágico y singular.

Niceto Vega, quizá la “Jungla dancer”, que más tipo de especies nocturnas puede reunir, (desde los abonados vitalicios al “Club Atlético Pastero”, anglófilos,(con sus respectivas variaciones, “lánguidos”, “gronchófilos”, “brit-conchetas”, pos-alternos,) hasta los rugbiers casuales ( siempre de obligado “Elegante Bensimon”). El lugar se encuentra decorado por una predecible estética de “Soho palermitano”, donde la vanguardia estética del aposento, pasa más por los mensajes subliminales de los carteles publicitarios (se puede apreciar si uno mira de pasada unas luces violetas, como se le forma en la retina por unos segundos una conocida marca de cigarrillos), que por la arquitectura edilicia.
Alrededor de 400 personas, esperan ansiosos el show de El Mato a Un Policía Motorizado, una banda que a través de su sonido crudo que revisiona de manera acertada elementos un tanto olvidados por el rock argentino, conllevando una frescura en la manera de expresarlos que hace que el oyente se sienta por momentos en un viaje donde las hormonas parecen seguir el rumbo del éxtasis más perturbador sin un horizonte previsible, solo victoreando, la celebración de percibir una especie de emoción primal, que se retroalimenta a través de sonidos, que dan a entender que se trata de música.
3:AM:: “El mato”, comienza su show, con una virtual escenografía, en donde predominan las luces verdes fluorescentes, que a veces se metamorfosean en colores espejados. Arriba del escenario, se encuentra una pantalla, donde se proyecta una especie de viaje frenético e interminable por la carretera, que quizá sirva como metáfora, del concepto de la música de “El mato” (un viaje infinito y desesperado, hacia la esencia misma del rock, entendido como un lugar útópico dónde supuestamente la música nos purgara de toda angustia terrenal).
Así empieza el show con la hitera “Sábado”, y le sigue “Chica Rutera” (con ese torbellino “kraut”, que emana de su estribillo y que se intensifica al final del tema). El público aplaude, y se prepara para quizá, uno de esos momentos que podrían considerarse “epifánicos”(a posteriori de los años),en la historia del rock. El bajo (Santiago Motorizado), y la batería (Doctora Muerte), marcan el comienzo de “Navidad en los Santos”, para que más tarde y en forma explosiva se sumen las dos guitarras (Niño Elefante y Pantro Puto) y acá es cuando parece que las cosas no pasan porque si, sino quién o quienes realmente las buscan. Escuchar ese hipnótico comienzo hasta las fogosas guitarras, es como volver a comulgar la olvidada unión de público y banda como si fueran un solo cuerpo. Traspolable temporalmente a la líbido derramada por quiénes hayan escuchado a Los Gatos en la Cueva, por los que se encontraban sentados en un mesa del Epstein mientras Sumo garabateaba música o para los que bailaban al compás de los Babasónicos, hacia principios de los 90’ en Die Shule,(personalmente no sentía esa sensación desde que vi por primera vez con 17 años, a los Demonios de Tasmania, hacia el año 96, en Dr Jeckyll, recreando su luego con los años, inoxidable “Modelo” 96.). Catalizador de momentos únicos, el público se pierde en un viaje interior hacia las profundidades del inconsciente para luego saltar frenéticamente en el impecable estribillo de la canción (aceleradamente preciso, para no perder, la melodía densa del inicio de la canción). Seguida de esta, “El Mato” pisa el acelerador, y se despacha con “Viejo Ebrio y Perdido”, “El héroe de la Navidad”, para recién bajar un par de “cambios”, con la melancólica “Vienen Bajando”. Rápidamente el ambiente vuelve a agitarse con ese pequeño homenaje a Pavement que es “Amigo Piedra”, (celebración del auto-exihilio, como forma de reinventarse a uno mismo y olvidar el agnosticismo del presente), para terminar a cientos de km por hora con las incandescentes “Tormenta Roja” y “Prenderte Fuego”.
Así se despide “El mato”, con Santiago Motorizado tirado en el piso, mientras el bajo es tocado por un desconocido, y el “noise” final de las guitarras, es acompañado a todo trapo por la batería. Culmina la presentación de una banda que tiene como máximo “leiv-motiv” de su obra, la composición de canciones que apuntan a marcar un estado de animo de época y al mismo tiempo a transgredirlo generando un concepto de rock que podría denominarse “nueva vida”, tanto para la misma escena musical como para el mundo representacional que la integra.“Lánguidos”, “gronchofilos”, “drogui-dancers”, y demás especies, lo festejan.

Bernardo Damián DimanMenendez