lunes, 31 de diciembre de 2007

Trazo Purgatorio


Numerosas veces el joven negocia constantemente su status simbólico, de acuerdo a modas o texturas ideológicas que lo depositen, en la manera de lo posible, en un hábitat próspero, en dónde el solo hecho de pertenencia a dicho lugar, le otorgue un horizonte de posibilidades mayores de maniobrabilidad en este mundo que hace de llamarse, planeta Tierra.
En la actualidad, el revestimiento de lo que se ofrece, es mayor que el contenido en sí, depositando a la persona, como un vouyeaur, que degusta de manera abstracta, colores y formas, a través de sus ojos, pero sin tener la pleitesía de poder llegar al bocado concreto (dulce o amargo), ya sea para bien o para mal.
La estética de “Buen Día te Quiero Mucho”, de Alfonso El pintor, a priori, parecería ser una muestra más de todo ese albergue acéfalo que hace hoy en día de Palermo, un barrio pleno de producción “eunuca”, pero sin poder a poder ofrecer necesarios elementos fálicos que sirvan de aporte para la construcción de lo denominado “contracultural”.
Los colores Rosa y Blanco, y el título del álbum, denominado “Buen Día te quiero mucho”, parecería nuevamente retrotraernos a ese mundo tibio y naif, que logra a través del relativismo ideológico, y un “demagógico” multiculturalismo, fastidiarnos, debido a la sensación de fraudulento “amiguismo” musical.
Sin embargo, Alfonso el Pintor, se sobrepone, ofreciendo sutilmente, y a través del arte de tapa, juega una carta que podríamos denominar “ancho falso”, en el sentido, de la intriga que se produce en clásico juego de cartas, y que genera una incógnita, por la duda que repentinamente se produce. Así en el amague de cintura estético, surge la pregunta: ¿Las Flores que el chico esconde sobre su espalda, serán ofrecidas a la chica que espera sonriente, o serán guardadas para mejor ocasión?, ¿La situación devendrá en álgida ternura o súbito desencanto?.
Una vez descubierto este inteligente artilugio, el viaje musical de Alfonso El Pintor, propone una bondad creativa, sin necesidad de que la comodidad que esta propague, termine siendo repelente por lo “dulzón”, sino por el contrario, buscando a través de letras que narran sobre la reconstrucción de la identidad, a partir de encontrar en la reflexión transeúnte, y la introspección personal, una nueva “América existencial”, que sirve para purgar los dolores pasados y subir al barco de la vida para navegar con mejor temple, las aguas impredecibles, con la que esta nos salpica a menudo.
El disco presenta un concepto circular, tanto en que respecta, al contenido lírico, como en lo que subyace, a la música en sí, de hecho, las programaciones, entre melifluas y agrestes, (que recuerdan todo ese sopor cándido del primer Kraftwerk, especialmente su álbum, “Ralph and Florian”), recorren desde el primer tema, que le da el título al disco, “Buen día te quiero mucho”, hasta el último “Mi planta de Chichimbra” y las letras dan cuenta de que el viaje expiatorio, se encuentra ausente, de todo sensación parca o vil, conllevando en la amenidad, en la simpleza afectiva y en la aceptación de uno mismo, la plataforma de despliegue de las canciones.
Si el redescubrimiento del “Kraut” de El mato a un Policía Motorizado, busca la veta más enérgica y visceral de “Neu”, como forma de repliegue terrestre frente al frenesí posmoderno (como ejemplo válido de esto, sirven los temas “Amigo Piedra” y “Navidad en los Santos”), la huída de Alfonso El Pintor, se va a ejecutar, a través de un volátil psicologismo.
Entonces a través de un “Kraut” nímbico, la geografía sonora va a adoptar formas más espaciales y menos corpóreas, como podrían ser los nubes o cuerpos celestes espaciales, y en dónde a través de la renuncia al fastidio terrenal, como muestra están las letras de “Calma”, que dice “Yo soy parte del conjunto que no tiene solución, si la casa que construyen al lado de mi casa anda mal, es porque en cámara lenta va, yo salgo a pasear, a ver si el paseo me salva”, o “Me voy”, en dónde se repite numerosas veces la frase, “Quiero renunciar”, hasta llegar al cambio de atmósfera sonora que va acompañada de la frase “me voy, no vuelvo más”.
Como si se trataría de esas películas neo-expresionistas alemanas de Werner Herzog, la exploración o búsqueda, no busca un punto de encuentro concreto, (una vez aceptadas las deficiencias y descubiertas las virtudes), sino que merodea un punto de llegada, pero sin llegar jamás a planteárselo como objetivo o mapa firmemente trazado de antemano, de hecho las programaciones “Kraut”, en dónde se avizora el final de un viaje, como el tema “Viendo A Marte”, parecerían que ostean el rumbo elegido (¿acaso el que lo guió a la fraternidad de una buena compañera?), pero nunca como algo táctil, sino como una visión que aparece delante de los ojos, y a partir de la misma se imagina el objetivo a seguir, pero sin nunca llegar a determinarlo como algo corpóreo, sino como un espectro de deleite.
Esa idea de viaje infinito “Herzogiano” y cosmogónico hacia el interior del inconsciente, es confirmado en la canción, “El tren de las Nubes”, en dónde el aura nímbica perfila el lugar de encuentro, intentando eternizar el alunizaje existencial de placer, (de hecho, sobre el final del tema asoma la frase de destino indefinido que dice “Que nunca llegue el tren, que nunca llegue”, que se repite hasta el final, ayudado por el cierre de ensoñación a través del eco melancólico que se escucha en el punteo de guitarra, (que como a lo largo el disco, no estructura las canciones, excepción del tema “Calma”, sino que se acoplan a un molde o estructura compositiva, enmarcada en las melifluas programaciones), así a través de estas, el meliflúo“Kraut”, se tiñe por momentos del más nostálgico “new romantic”, (hay un paralelo en lo que respecta a la idea de cierre taciturno musical de los temas de Alfonso, que puede rastrearse en discos anglosajones de los 80’, como “The Queen is Dead” (The Smiths), “Ocean Rain” (Echo and the Bunymen), “It´s my Life” (Talk Talk), entre otros.
El cierre, del disco con “Mi Planta de Chichimbra”, por acertada decantación, parece ofrecer un horizonte, dónde a través de la búsqueda musical, solo hay motivos para levitar cómodamente en cualquier lugar del universo, (ya sea más allá de Saturno y las estrellas, o en las mismas profundidades del inconsciente), una vez que a través de la purgación producida se separa lo que va, de lo que no, (el “sí” del “no”, en el sentido más “lennoniano” posible), logrando que lo álgido termina superando al desencanto, y despejando la incógnita planteada en el arte de tapa del álbum, hacia un lugar de plácida y positiva geografía existencial.
El disco de Alfonso El Pintor, narra un mundo personal y confesional, en dónde la sensibilidad y simpleza, se superpone a cualquier intento de pretencionismo excesivo artístico o fraudulenta complicidad musical, el desafío como todo marinero que arriba a “buen puerto”, en su primer viaje, pasaría por no quedarse con las primeras flores recibidas, sino por el contrario, hacer la vista gorda frente a estas, incluso, negar el apacible pasado artístico desempeñado, como válida manera de auto-reinvención, evitando caer en la standarización, que termina por vapulear la capacidad exploratoria de los artistas, en síntesis, intuyendo que el ramo floral más deseado, siempre se encuentra a miles años luz y puertos distancia. Bernardo Damián Dimanmenendez






miércoles, 26 de diciembre de 2007

Semillero de Rock


El pasado viernes los DChampions juntos con los Reyes del Falsete se presentaron en el Club Alumni de Turdera. En una localidad que forma parte de un triángulo del conurbano junto con Adrogué y Temperley, que salvaguarda, mágicamente desde hace casi 20 años, la necesidad y obligación del rock argentino de ser sincero, moderno y fresco, sin temor al ridículo o al menosprecio ajeno, ambas bandas demostraron que el legado que iniciaron agrupaciones como Los Brujos o La Nueva Flor, (hoy en día Victoria Mil), permanece acertadamente vigente.

Uno camina desde Adrogué hasta Turdera y se da cuenta de que a cada paso de vereda, se encuentra con lugares que afectaron contextualmente y espiritualmente a personas, que más tarde convertidos en músicos, renovarían en gran parte la escena del rock nacional.
Antes de llegar al Club Alumni (clásico club de barrio, de esos del cafetín y la grapa interminable), recorriendo las 15 cuadras que separan el centro de Adrogué hasta Turdera, uno pasa por el Colegio Palotti, el cuál Los Brujos, inmortalizaron en el tema “Monseñor Le Flip” de su LP debut “Fin de Semana Salvaje”. Esas mismas veredas, también fueron transitadas por los integrantes del “Otro Yo”, “Victoria Mil”, “Travesti” y varios más que seguramente me olvido.
Turdera, Adrogué y Temperley, se encuentran adornados por una colmena de árboles, (debe haber ciento cincuenta por cuadra), más allá de sus partes céntricas, y exceptuando Adrógue, (que es la localidad más pudiente), tanto Temperley como Turdera, no guardan condiciones excesivamente diferentes de las virtudes y carencias económicas que detentan el resto de los pobladores de otras localidades del conurbano bonaerense (ya sea, el sur, norte, oeste o este), entonces la pregunta viene al instante, ¿Cómo puede ser que en ese triángulo contextual geográfico, sigan saliendo bandas cuya propuesta musical escapa a la línea media y chata de la mayoría de las bandas del rock nacional?.
Bueno para develar algunos de estos interrogantes, voy a tratar de usar algunos de los elementos, visuales y musicales, que tanto los DChampions, como Los Reyes del Falsete, expusieron aquella noche y compararlos con otros exteriores a su música, que sirven como germen de naturalización de su mundo filosófico adquirido natural y culturalmente.
En un escenario plenamente “Kistch” y adornado con docenas de globos, salieron al ruedo Los Reyes del Falsete, (trío integrado por dos guitarras y una batería).
Su presentación resulta directa y contundente. Bien aceitadas las guitarras y plenamente comunicadas con la batería, desde “Mi Chica”, pasando por temas efectivamente efervescentes como “El Gran Cohete”, (clave el acorde inicial de la canción, para darle esa vibra mencionada anteriomente) o “La Fiesta de la Forma”, (esta vez tocado a plena guitarra, y sin la experimentación de formas sonoras exhibidas otras veces, a través de solo un teclado y arrestos pequeños de guitarra), y pasan en forma acelerada, entre otras, a “Las cosas como son” y “Yabrán”.
Presencia escénica, energía adolescente y sobretodo nobles y buenos temas, son en los jóvenes “Reyes del canto”, un buen alegato para continuar refutado lo anteriormente mencionado con respecto a bandas surgidas en esta parte del conurbano.
Luego vino la presentación de los DChampions, que a partir de la edición de su último LP “Para las Chicas”, despertó por igual cantidad vivaces elogios y ásperas críticas.
Personalmente pienso que el último disco de los DChampions, sino es el mejor del año, merece al menos un podio. Esto se debe, más que nada al mundo que describen las canciones, en dónde el amor, aunque a simple vista pareciera estar recubierto de una pelusa de misoginia, en verdad es una sutil confesión casi a regañadientes de alguien, que sabe que en su vida, más allá de todo lo que haga, (bueno o malo), los peldaños más duros, siempre los escalará mejor, de la mano de una buena compañera, aunque en el fondo le cueste aceptarlo.
Dejando un cierto “ruidismo” experimental que caracterizaba a sus canciones anteriores, (ya sea, en las melodías de sus temas, bases de batería o duración de los mismos), los DChampions, logran una ganancia interesante a partir del virtuosismo melódico de su guitarrista, Juan Manuel Posee Anchorena, el cuál es apoyado por de la capacidad de Santiago Rial en la voz, para hilar con dos frases todo un desparpajo de sueños frustrados y futuras esperanzas.
De este modo, la banda suena como una oratoria musicalizada de sueños vapuleados y residuos cosechados del mismo frenesí que la vida otorga, (sin reconocer méritos o condenas anteriores), en dónde a través de temas como “Para Leo”, la guitarra mediante un dulce sonido, hilvana todo un marco sonoro, donde la convivencia es narrada con filosa ironía, y convirtiendo la supuesta misoginia anteriormente mencionada en una especie de “miss-oniria”, (en el sentido de que habla sobre una perdida afectiva que anteriormente se depositaba), y en el estribillo, asoma como estrella apaciguadora, la figura del primogénito, como partenaire neutro, de una ambiente hostil y como fruto de algo que fue amor, y que hoy solo es recuerdo amargo.
Luego pasan entre otros, “Chica Cósmica”, “El aguijón”, “Alta Onda” y cierran con “Tranquila”, cuya ansiosa narrativa, hablan de un espíritu que solo puede saciar su libido, encontrando el “timing” para manejar a la reina según el tipo de colmena que habite, (algo clave para entender el oficio obligado de “laburante” u obrero sexual, que todo hombre siempre debe llevar, más allá del porte que detente.
Así cerró la noche de música, en dónde hay algunos elementos, que van a servir para despejar la incógnita antes planteada.
Primeramente vamos a referirnos a detalles técnicos, que se desprenden al observar a las dos bandas que actuaron.
Más allá de su diferencia en lo que respecta a sus estilos, demuestran a través de la simplicidad melódica, y su capacidad para minimizar recursos (ya sea, instrumentales o técnicos), una ejemplar comprensión del rol de conjunto que debe cumplir una formación musical, para que esta maximize su potencial creativo, sin caer en patronazgos prototípicos del rock nacional, como suelen ser los solos de los denominados “Héroes guitarrísticos”, que equivocan con su virtuosismo instrumental la capacidad imaginaria creativa para hacer de la música algo innovador o fresco, (en los mejores temas que sonaron dicha noche, como “El Gran Cohete”, de “los Reyes” o “Para Leo”, en el caso de los DChampions, las dos bandas estructuran la canción sin necesidad de que un solo destaque, como punto de quiebre de la canción, sino que solo comprende el lenguaje de la música que esta sonando y adecua, un respetable papel) o en tomar al rock, como un lugar inmaculado e intocable, respetando elementos clásicos que atañen a la formación de una banda, (el caso de “los reyes”, dos guitarras y batería solamente).
Sumado a esto, es fundamental para entender la indiosincracia musical de ambas, la música que desde chicos fueron curtiendo a sus integrantes.
La zona sur, especialmente, las localidades de Temperley, Turdera y Adrógue, debido al desarrollo de las mismas a partir del tren, fue históricamente poblada en sus orígenes por mayoría de inmigrantes ingleses o británicos. La influencia genealógica, hace natural que a los nietos de estos inmigrantes proclives (por una cuestión simbólica y actitudinal a la vez,) a interesarse por variantes del rock inglés, más allá, de la media normal, (que se escucha en el país, ya sean, los Beatles o los Rolling Stones).
Como ejemplo valga, que la mayoría de los pobladores de dichas zonas que están de alguna manera relacionados con la música y específicamente con el rock, agudizan sus oídos, desde temprana edad, pasándose discos de bandas no tan comunes en el escucha adolescente argentino de rock, como lo son por ejemplo, Jesús and Mary Chain, My Bloody Valentine, The Kinks, o Physechedelic Furs, entre otros).
A la vez, esto no los hace caer, en un lugar de insurgencia reaccionaria, ideológica o estética. Guste o no, tanto los habitantes de Temperley, Turdera y Adrógue, viven consciente o inconscientemente una situación dinámica habitacional similar a los denominados “Ghettos”. Su situación de marginalización no se debe a motivos religiosos, políticos o culturales, sino más que nada a que al estar medianamente lejos de la cosmopolita Capital Federal, sus integrantes adolescentes no acceden fácilmente a la multitud de estímulos de confort consumistas al que están acostumbrados los adolescentes de Capital Federal, en el sentido de lo cercano que se encuentran estos a centros de divertimento, como lo suelen ser los Shoppings, los Villages, o Galerías donde los “teenagers” pueden calmar mediante el consumo compulsivo todas sus carencias existenciales, (especialmente dudas sexuales con el pavor hormonal y pulsional que estas conllevan), como lo pueden ser Labond Street o La Quinta Avenida.
Entonces a partir de esto, se van nutriendo de estímulos otorgados por la propia vivencia del barrio, que a la vez le sirve, como motor de combustión artística a su música, (ya sean mujeres, experiencias psicotrópicas, de comunión o enemistad con sus pares) y su praxis de constitución como personas, va a ir más del lado de la producción, que del consumo, como forma de hacerle frente a los fantasmas que pueblan la mente de todo adolescente.
Su lenguaje musical, más allá de no caer en patrones comunes de composición, no va a estar revestido de ese “fashionismo” urticante, que suele acompañar a muchas bandas, que por una cuestión de fuerte identificación con la música anglosajona, suelen caer en el fangoso pantano de componer canciones en inglés, creyendo con esto, que “internacionalizan” de manera acertada la música, cuando en realidad, esto resulta ser, un acto de frívolo “snobismo”, separando la realidad idiomática que los circunda, y no contándole al mundo su verdadera experiencia diaria, o acaso, cuando se levantan ¿le piden en inglés a la madre que les haga un té, o , a la hora de cortejar a un chico o una chica, ¿lo hacen en otro idioma?.
Las bandas, surgidas en este “mágico triángulo musical”, narran más allá del formato musical que adopten, su experiencia vívida, real y concreta, ya sea desde, la que surge en sus hogares, hasta la que se produce fuera de ella, sin necesidad de ningún tipo de ostentación cultural, logrando que su mundo artístico, (más allá del patrón sonoro que elijan), sea identificable y codificable, por cualquier oyente de habla hispana, generando algo positivamente inclusivo, más allá del rechazo o negación de gusto, que suceda posteriormente, (como ejemplo válido, la situación que narra Santiago de los DChampions de abismo conyugal, en el tema “Para Leo”, que dice, “2 pesos para el pollo, 5 pesos para el cerdo, y un beso no me acuerdo, ¿Para qué, para qué?), ¿no es trasladable a una joven pareja trabajadora cualquiera del Gran Buenos Aires, como también, a una pareja universitaria de Capital Federal?.
A partir de estos factores, ya sean, los genealógicos, los contextuales y los disposicionales , los músicos de esta parte del conurbano, cuentan con una fina sensibilidad intuitiva y creativa, que les permite buscar formas musicales, dónde lo renovador, no se encuentre exento de dosis reales y concretas de la experiencia diaria (de la cuál todos consciente o inconscientemente formamos parte,) colocando a las bandas surgidas, en dicho triángulo suburbano, en un meritorio compromiso, con el cabal concepto que el rock, acuño desde sus principios, (ese que dice “que la experimentación no le debe tener temor al absurdo o la ironía, siempre y cuando, esta misma forma parte de nosotros mismos y no sea toscamente forzada ”), solo comparable en algún sentido, con las bandas surgidas en la ciudad de La Plata, (aunque la dinámica creativa de dicha ciudad, se explique más que nada por la particular bohemia que atañe, al cúmulo universitario con sus estudiantes, y su tendencia concéntrica, (como se ve en su arquitectura), a que toda novedad creativa musical, tienda a ser vista o escuchada, por la mayor cantidad de pobladores que la transitan.
Otro dato a tener en cuenta, es que La Plata, posee casi 700.000 habitantes, mientras que Adrogué, Turdera y Temperley, en total sólo suman 70.000 personas).
Bandas que han aportado, a la renovación necesaria del rock nacional, como lo fueron Virus (surgidos en La Plata), pasando por Los Brujos, Victoria Mil, Juana La Loca, El Otro Yo, hasta llegar al presente constituido por los mismos Reyes del Falsete o DChampions, pasando por El Mato a un Policía Motorizado, Travesti, Norma, Sr. Tomate o Mármol R, son en su mayoría surgidas en La Plata, Temperley, Turdera o Adrógue, (valga, la excepción para los Babasónicos, que son originariamente de Lanús, ahí nomás igual también, en lo que respecta a ámbito geográfico), lo que da cuenta que en lo que respecta a música, y comprobado una vez, luego del recital de los “reyes” y los D-Champions, de que realmente, “El Sur si existe”.


Bernardo Damián Dimanmenendez









martes, 18 de diciembre de 2007

Estrellados por el rock



El viernes pasado la agrupaciones Volco y los Reyes del Falsete, se presentaron en el Tío Bizarro. Tomando al rock, como un lugar dónde la creatividad de los artistas se define por su capacidad para bajar a tierra (instrumentos mediante) la energía que emana del cosmos y nos baña diariamente en forma invisible, las bandas cable a tierra mediante, le dieron tono a la húmeda noche de Burzaco.


Entré y saludos mediante, a la gente encargada de las entradas, decidí hacerle una oferta de 5 pesos por el último disco de Volco. De buena manera aceptaron, y cuando me dispuse a abrir el cd, encontré una hoja vieja del conservatorio “La Médica”, con un epígrafe que decía: “Que aquí comience un texto que tome forma en el Cosmos”, algo de eso intentaré para que estas mismas líneas que darán cuenta de aquella noche de música permanezcan imborrables al paso del tiempo y sea muestra de un pequeño mundo, en el cuál, una noche de Octubre, fui partícipe mudo.
Volco con casi 10 años de carrera y 3 albúms editados, ha pasado de una veta electrónica experimental, hacia un lugar más descarnadamente directo y confesional a partir de su ultimo trabajo, “Fiebre de Rock and Roll”.
Abre el show con el tema homónimo de su último disco, y a partir del cuál el artista parece situarse en un rock, que a partir de los acordes y los sonidos buscados, parece situarse en una especie de peñasco final, consciente de la ruinosidad de la vida misma y utilizándolo como purgatorio de todos los sueños rotos.
Algo de eso parece rastrearse, en la filosidad vocal de “Fiebre..”, que empieza con esos acordes claves para entender el rock de bandas que tratan de auto-exiliarse del exceso como los Who de mediados de los 70’, para luego pasar a esos estribillos burbujeantes y directos de La-Re-Mi y vuelta a La.
Le sigue “Anzuelos”, “Miss Sentimiento Otoño” y la acelerada “Toda Mía”.
A continuación aparece el mejor tema del show, “Hey, vino y Pan”. De una narratividad musical que busca en valores que dignifican la moral del ser humano, el “Hey”, en realidad, es el último arrumaco a un amor que se va, el cuál a través de los arpegios cruzados de las guitarras, logra un climax intimista y dulzón a la vez.
Si el rock, que emana Volco en su último trabajo, funciona como crucifijo renovador de aguas estancadas hormonales y abundantes de ateísmo posmoderno, es correcto que los covers de Neil Young, “Rocking in the Free World” y de los Who, “The Seeker”, dando cuenta que la música es parte de la vida misma, y que el camino a encontrar, cada uno lo busca a su manera, errado o no, la hidalguía es lo último que se debe perder, más allá de la “futura cabeza contra la pared”, que tarde o temprano todos nos damos.
El show, cierra con un pequeño homenaje a Sumo, con el tema “Mejor no Hablar de ciertas cosas”, aunque si lo tomamos como guiño irónico, cuando se habla de rock, se puede hablar de numerosas cosas, hasta el punto que muchas veces, la música que oímos por la calle (autos, bocinas, trenes, etc), muchas veces también puede ser rock..
A continuación, “Los Reyes del Falsete”, formados por dos guitarras y una sola batería, demostraron porque son una banda prometedora, no solo por edad, sino también por capacidad de perfomance escénica sin temor al ridículo, que los ubica en un plano dónde la tabúla rasa creativa, queda holgadamente desdeñada.
Con sólo dos guitarras, y una batería, Los Reyes, abren con “Pacheco”, “El Gran Cohete” y “Mi Chica”. Así llegan al mejor tema de la noche, “La Fiesta de la Forma”. Pleno de aformidad sonora y compositiva, pero que en su inarmonía a través de los sonidos espesos del teclado, (al comando del baterista) y los juegos de las dos guitarras, adquiera una geometría musical más que interesante.
Así aparece un tema que da cuenta de los inicios ago-ago “beat” de la banda, sustentada en su la hilarante capacidad vocal de sus miembros, “Contale al Mundo”. Pieza musical, simple y pegadiza, la cuál por motivos inexplicables no grabarán en su próximo primer disco, a editarse en los meses entrantes.
La objeción viene por lo siguiente, si uno tiene una marca, ya sea interior o exterior, por el flujo mismo de ser un cuerpo caliente y darle motricidad a este, a partir de estímulos que uno adopta por convicción o simple gusto, es incomprensible que se crea maduro, deslindando su esencia, en síntesis, todos sabemos, que la madurez, es el lapso en que uno se traiciona a sí mismo y solo eso. Los Reyes del Falsete, son un extracto valorable del “A Cappella”, de muchas bandas “sixties”, y a partir de un vuelco hacia el minimalismo experimental sonoro, parecen ostear el post-punk de “Devo”. Para ser más exactos, la banda parece ser el ágape de Brian Wilson, buscando que el plato final sea elegido por Mark Mothersbough. (fundador de Devo). De hecho, cuando se paran en un costado puramente sónico o alternativo, quedan a mitad de camino entre su naturaleza y algo forzado, cosa que se evidenció en sus últimos dos temas, “Yabrán” y “El Telefonista Loco”.
Más allá de esto, el crédito por edad y condiciones es abultado aún para ellos, pero es obligado dar cuenta que Violeta Parra, siempre supo que jamás sería telonera de los Shakers, del mismo modo que los Shakers tampoco de Horacio Guaraní.
La noche cónclave de reflexión y exceso según la ocasión, pareció quedar una vez más atrás, y pese a que nadie sepa bien lo que pasa con su vida, una buena manera de descifrar los interrogantes es a través del rock, porque al final, cuando la luz de la misma vida se apaga y predecimos que la melodía final suena para todos igual, el tema pasa porque más allá del cierre idéntico, el inicio y el estribillo que nutrimos día a día, hagan (pese al inevitable cierre) un tema loable, en cuánto a afectuosidad y candor. Algo de ese constructo espiritual paso por las figuras de Volco y los Reyes del Falsete, ( más allá de las formas artísticas respectivas), es claro, que estar en la música y especialmente en el rock, es permanecer siempre en el lado en el cuál, a las estrellas del cosmos, más le place iluminar.

Bernardo Damián Dimanmenendez

domingo, 16 de diciembre de 2007

Latitud Optimista


Cuando las cosas parecen ir en declive, es cuando se pone a prueba la capacidad de alpinistas en la vida de los hombres. El camino varía según el contexto y la naturalidad de cada persona, pero cuando la sensibilidad se traslada al plano de la música, como variante exhorcizante, por lo general, resulta un buen crucifijo frente a la creciente “vampirización” espiritual del ser humano del presente.
Nómades por elección y convicción, el postre musical que presenta Superflan en su primer Ep, titulado “Dejen los Problemas”, es fortuitamente digestible y, a través de una música que escapa a cualquier pretencionismo solemne sonoro o compositivo, produce la buena digestión del oyente.
El disco se compone de siete temas, y la banda se encuentra integrada por Guillermo Ingra (voz y guitarra rítmica), Esteban Gonda (voz y primera guitarra), Luis Roberti (bajo y voz) y Sebastián Zacher (batería).
La propuesta filosófica, que emana de sus líricas, da cuenta, de cómo ya todos sabemos de antemano, la vida por si misma, no es fácil, pero con buena voluntad y la dosis adecuada de entusiasmo, cualquier pozo ciego puede ser evitado fácilmente.
Así, esa especie de arco iris optimista y melancólico, cobra vitalidad a través de ese “funk new wave” que es el primer tema que abre el Ep: “Dejen los Problemas”, dónde la voz rasposa de Guillermo Ingra, funciona como oleoducto extractor de los sonidos de guitarra, que le otorgan ese swing, sugestivamente bailable y optimista, que emana dicha canción.
De cuidada prolijidad en los arreglos instrumentales y en las voces, Superflan, retrotrae ese espíritu juguetón y afable, que por los 80’, supieron llevar en buena medida, bandas como Los Orions. Si de los 80’, hablamos es innegable que fue una década de fuerte “transnacionalización” de géneros musicales de diversa parte del mundo, que dio como resultado, la denominada “World Music”, de notable auge hacia mediados de esa década y teniendo como padrinos espirituales y musicales principalmente a Brian Eno y David Byrne. Algo de esto, puede rastrearse en los arreglos vocales de “Tengo una esperanza”, como intentando que la línea melódica de la banda, de manera casera, adopte consciente o inconscientemente, parte de esa atmósfera vintage, que atañe al concepto sonoro del disco.
En una época plena de agnosticidad y excesiva violencia postural, una buena muestra de cómo la banda extrae una porción de la vapuleada, amenidad criolla mediática, que en otros tiempos podía sintonizarse en “El Club del Clan” o en “Badía y Cía.”, es el tema “No Pararé”. Plena de beat y ago-go a la vez, (escuchar la batería y el bajo), el tema narra en forma chispeante como a través del baile y la diversión, la parranda hormonal es el mejor psicólogo que hoy en día podemos encontrar.
La música como un elemento de satisfacción y de irreverencia, frente al caos y los sinsabores de la vida misma, así haciendo honor a su nombre Superflan, sirve su acaramelada música, la cuál si apareciera en algún menú a la carta, Mochín Marafiotti, (recordado musicalizador de los carnavales de antaño), desde el cielo jamás se negaría a degustar.


Bernardo Damián Dimanmenendez