viernes, 27 de junio de 2008

"Días Dorados"


El pasado jueves las agrupaciones 107 Faunos y Los Reyes del Falsete, se presentaron en el local platense, Pura Vida. En la música desprendida de ambas agrupaciones, la noche fue feliz, especialmente por la sapiencia para conjugar palabras, sonidos e imágenes que hacen de la juventud un momento dorado. Así sangre, alegría y emociones brillan con el grato resplandor de que lo mejor siempre esta por venir.


El jueves el frío en la Plata era intenso, como suele ocurrir por esta época en la localidad de las mil y una diagonales.
En el bar Pura Vida, pasadas las 2 de la mañana, era tiempo para que los 107 Faunos y los Reyes del Falsete, apacigüen la baja temperatura y calienten los cuerpos música mediante.
Los primeros en presentarse fueron los 107 Faunos. Agrupación que acaba de editar su reciente LP, denominando “Cumpleaños”, y en dónde a través de melodías festivas bien trabajadas a través de las guitarras, continúan el legado indie, iniciado en los 90’, por bandas foráneas como Pavement o Yo la Tengo, y que tuvo su aggiornamiento en el plano local, a través de agrupaciones como Suárez, entre otras.
Así, a través de letras plenas de imágenes de recuerdos de momentos altivos para el espíritu humano, abren con “Helicópteros”, para luego continuar con el cover de la agrupación Koyi Kabuto, “Pelícanos”, “Jhon Henry”, y cierran esta primera parte del show, con “Micrófonos”.
Si bien pareciera haber una continuación del legado indie, (o mejor dicho actualización ), en la música de los Faunos del legado de filosofía slacker (ese que habla del abatimiento espiritual, tirado en la camada mirando tv constantemente), hay sugerentes indicios de que el brillo catódico del televisor, se vería modificado, por los destellos radiantes del Sol, y su luz natural, enmarcando las emociones y vivencias en un contexto de búsqueda más armónico y de menos agarofobia doméstica, (quizá la excepción pareciera ser la letra de “Jhon Henry”).
En “Días Dorados”, el homenaje al joven y suicida poeta platense Francisco Lopez Merino, es un claro ejemplo de esto, al mostrar en la melancolía y ganas de que los tiempos del poeta idealista vuelvan. Los “pinos bioluminiscentes”, que describe la letra, son una clara referencia al lugar, en dónde se encuentra la estatua homenaje a “panchito”, el parque Pereyra Iraola.
“Pequeña Honduras”, pareciera ser la síntesis perfecta de lo mencionado. Partiendo de elementos grotescos, (medallones gurú) o comunes, (lapiceras mordisqueadas), lo que premia la experiencia perceptiva, es el sol, no las sombras del derrotero del auto-encarcelamiento doméstico.
Así, pasan finalmente “Muchacho Lobo”, y también hay lugar para imágenes de sumergimiento acuático urbano, como “Calamar Gigante Nº8”, (legado iniciado por Bochatón en Peligrosos Gorriones, utilizando metáforas amorfas, para explorar desesperanza o abatimiento).
Finalmente cierran con “El Elmo”, demostrando carácter autárquico como contemporáneos trovadores a través, de dulces melodías de guitarras, dúctiles arreglos de teclados y voces.
Más tarde llegó el turno de los adroguénses, Reyes del Falsete. En un show, pleno de energía los falsete, demuestran que en vivo, se despojan de cualquier miedo o duda, pese a su corta edad, ganando en audacia, valor artístico y madurez en la perfomance.
Más allá de algún que otro problema técnico en alguna de sus guitarras, abren con la “aireada” melódicamente pero con vitaminas de sobra, una vez desplegada con los intrumentos, “Mi Chica”.
Luego le sigue a esta, “Tifi Rex”, “La Fiesta de la Forma” y cierran esta primera parte del show con “Las Cosas como son”.
Coronados en su energía, y declarados mudamente victoriosos, a través de la euforia de los concurrentes, los falsete, se cocinan a través de canciones, que por momentos, parecieran sudestadas de euforia teenager, y por otros, elaboraciones cerebrales y artesanales del buen gusto por la canción.
Así, en la receta de su arte, se premia la pasión (demostrada a través de su cada vez más seguro baterista Tomy), la capacidad de pensar a través de melodías simples canciones personales (como lo demuestran las letras ácidas y de cierta carraspea de Nicólas), y el saber buscar el lugar para que cada canción no termine siendo una melanomanía personal (fijarse en vivo el cruce de guitarras, y la visualización de dónde meter línea de Juanchi, el restante integrante de la banda).
Así, entre falsete, energía eléctrica y voracidad apasionada, por el solo hecho de que la música es su mundo, y sin esta quizá su existencia no tendría el mero sentido, los reyes, siguen sin pausas, hasta el final a través de los sonidos de “El Gran Cohete” (¿decretado ya hit?), y buscando en la contusión continua de sonidos, un lugar para que el oyente no se ahogue y termine subiéndose a su barco musical.
La noche pasó, pero el acto quedó, y la experiencia plasmada tanto por los faunos como por los reyes, recluto a un viaje de alegría infinita a propios y extraños.
Como si los días dorados (esos que hablan de un pasado eterno), encuentren un lugar de suculento amparo, en los actos que salen profundo del corazón, que no miden ninguna vara de rigor. Invitando a cotejarse a uno mismo, y demostrando a través de la expresión (en este caso musical), auténtica, guerrera y apasionada, que la aventura de animarse a descubrirse a uno mismo con alegría, aún es posible en el siglo XXI.

Bernardo Damián Dimanmenendez

miércoles, 18 de junio de 2008

Escena y Sueños Vivos


El pasado sábado en el club Alumni de Turdera se realizó la primera edición del Turdera Fest., conon la participación de Ninjatrón, Atmosferia, Mármol R, Los Reyes del Falsete y Viva Elástico. Dentro de un clima “amiguista”, dado por los mismos habitúes del club y concurrentes, las bandas desperdigaron sus diversos estilos musicales, para que dentro de la sana competencia artística, se avizore ese sentimiento de escena musical, que hoy pareciera tan añejo e improbable.

Escena: Suceso o manifestación de la vida real, que se considera digno de atención.

Cerca de las 12 y media de la noche, abrió la jornada Ninjatrón. Alojados en grietas de la electrónica experimental y bluegrass, sobretodo a partir de la densidad que le otorgan por momentos los fraseos de bajo, y por otros los frenéticos punteos de guitarra, los ninjas, dieron todo un repertorio de dramaturgia aplicada a sonidos tecnocráticos.
Así arrancan, con una intro gótica que se va complementando a través de narraciones de Vincent Price, (esas que aparecen antes del inicio del video Triller de Michael Jackson). Luego siguen con más narraciones sobre pequeñas hortículas de ruidos.
Así, continuan los collages sonoros musicalizados (“Vigilante”, “Luca Brassi”), logrando que por cada bite de sonido, se filtre una espontaneidad, en dónde literatura, música e improvisación en la perfomance, parecieran dar cuenta de un “dance ecléctico”, desarrollado sobre la marcha, y envolvente por misticismo, sonoridad y obvio también dosis de adrede misoginia ridícula.
Más tarde, llegó el turno de los platenses Atmosferia. Acostumbrado el trío de la Plata, a brindar shows, planos, directos y arrolladores, a partir de la ventilada de guitarra de Tato, y lo envolvente del sonido del bajo y la batería.
Los platenses, arrancaron con “Dedo”, siguiéndole a esta ese remolino emocional que es “Delator”, para luego entre otros, cerrar con “La Maravillosa Antena”. El trío platense demuestre algo claro: que más allá de recortarse dentro del circuito under de la Plata, sus letras, musicalidad y performance esta lejos de arroparse en el lenguaje clásico del indie, sino más bien dentro de un post-rock, que invita al shock hormonal de manera simple, pero contundente en la práctica.
Atmosferia, tiene un pie en el post (pero con el otro se apoya en circuitos de rock), que hacen de la misma, una interesante banda, especialmente a la hora de verlos en vivo, agitando sus carnes y huesos.
Cerca de las 2 de la mañana, llegó el turno de los Reyes del Falsete. Adictos al Happening, y con la soltura para poder llevarlo como si se tratará de esos bizcochuelos que se preparan cualquier domingo a la tarde.
Los reyes, rescataron esas gemas estroboscópicas de desenfado teenager y sutilidad musical, y arrancan con “Tiffi Rex”, a la que le sigue, el “Gran Cohete”, y ese hit en potencia que resulta ser “La Fiesta de la Forma”.
Así, entre delirios de “groupies “envueltas en todo tipo de vapores etílicos, cierran su show a puro “guitarrazo” emocional con “Yabrán” y “El Telefonista Loco”
Cerca de las 3 menos cuarto, arranco el show de la anteúltima banda que se presentaba Mármol R. Volviendo lentamente al formato eléctrico, luego de la transición (cajas de ritmo mediante), mientras se buscaba baterista nuevo.
Los “gauchos sónicos” del rock, arrancan con “Que otra Función del tiempo”, para luego pasar a “Me molestan”. Así, entre “boleadora” de guitarras, trigguers, y ese groove “madchesteriano”, los Mármol, generan la sensación de que cualquier intento de “aggiornar de manera personal y autóctona sonidos foráneos, es mucho más valedero que el cliché “cursi esteta” que últimamente parece adornar a nuestras tierras, en lo que respecta a lo musical. Como muestra de esto, vale la furtiva y desenfadada, “Así no se mata a un criollo”, en dónde lo vernáculo se empapela de esos sonidos 80’ que provenían de las tierras del norte inglés. Bien por Mármol, que vacuna mortalmente cualquier cepa de “fashionismo” y acéfala reflexividad, como forma de retratar emociones y sentimientos más reales y cotejables para todos.
Finalmente, el cierre a puro trapo fue de Viva Elástico. Melancólicos pero llevando la sangre bien caliente, y apoyados en la luctuosa y desesperada voz de Alejandro Schuster, bien seguidos por sus laderos de siempre Mateo (en guitarra) y Santiago (en bajo), sumada a la reciente incorporación de su nueva adolescente baterista apodada “Leoncita grunger”.
Así entre manifiestos previos de catarsis virulenta pero justificada y real, los Viva dieron esos shows épicos en emocionalidad y a puro acelerador en lo musical.
Sin ningún tipo de respiro, y luego de ciertas necesarias “bajadas de líneas”, de su cantante arrancan con una intro dub, para pasar a “El Festejo”, y terminar esta primera parte del show con la corajuda “Somos tan felices”.
Más tarde siguen con “Imágenes de Amor”, esa canción que refleja perfectamente todo una manera de retratar imágenes profundas, siguiendo un legado que bien se delineó en los 80’. Luego, el mejor tema de la noche, “Las Motos”, una canción que musicalmente muestra plenamente el espíritu de los elástico y a la vez, plantea una manera novedosa a través de la lírica, de cómo el frenesí alienante puede ser demarcado, sin para eso caer en esas “sopas grumosas” posmodernas e irritantes, que más bien parecen un manifiesto de “yoísmo” que canciones hechas con dignidad y corazón.
Finalmente el show de Viva, y el Turdera Fest., marcan su punto final, con el tema “Vuelven”, dejando como saldo positivo, además de lo mencionado acerca del concepto de escena lo siguiente:
Cada una de las bandas desempeño un papel, como si se tratará de una obra dramática dividida en 5 partes. Siguiendo una línea emocional invisible, y a la vez, buscando en la caracterización de su arte, brindar un universo único e irrepetible.
Las cosas, como antes, las cosas como deberían ser. Todos los integrantes de las 5 bandas intercambiaron opiniones de toda índole, y todas se escucharon a ver que tenía para ofrecer los demás, como manera de cotejo del otro, y a la vez, para desafiarlo implícitamente cuando era la hora de tocar, para cada una de ellas.
Hoy en día, nucleado el centro cultural en el Palermo, con los excesivos precios y el confort como primacía en lugar del contenido, es hora de descentralizar, esta “palermitud”, que en la solemnidad de creerse modernos, confunden progreso con aptitudes de reflexividad creativa y simbólica, llevando el concepto de contracultura a un nivel de ridículo e insensatez como pocas veces se observó en la historia de la música.
En suma, para que los festivales no sean un “ringtone de sueños rotos”, y si un
lugar de plena expresión carnal y sentimental.

Bernardo Damián Dimanmenendez

"Happy end"


Los reyes del falsete presentaron el pasado martes, aprovechando el feriado del miércoles. En casi 30 minutos, brindaron un show, contundente, aplicando en su repertorio esa dosis de happening, que tan bien le queda a su hilarante musicalidad.

El tío Bizarro, estaba caluroso y la concurrencia del público era numerosa aprovechando el feriado.
El recital de los reyes fue directo, parejo y pleno de algarabía juvenil, de esa necesaria para que el exceso de credulidad de una banda de rock, no termine pecando de egoísta en su compromiso con el público y especialmente consigo misma.
Así pasadas la una, abren con “La Fiesta de la Forma”, (una vez más en formato eléctrico clásico, es decir guitarras y batería).
A continuación viene uno de los mejores temas de la noche, tanto por el mundo que la letra despliega como por el armado de acordes, que destina ese sonido sixtie-beat con su personal dosis de lectura de la alternatividad denotada en guitarras: “Las cosas como son”.
Luego, con invitados amigos, que colaboraron en voces (masculinos y femeninos), paso lo mejor de la noche en el sentido de realizar los temas, con la idea de lograr que el público se preste al juego juvenil de sentirse plenamente partícipe, y logrando un recorrido artístico directo y pleno, sin ninguna demora o pausa, que disipe la atención.
Así prosiguen, “Tifi-Rex”, “El telefonista Loco” y otro tema dónde falsete, y lo personal de las guitarras, se unen para darle forma al festivo, “El Gran Cohete”.
Así, siguiendo la fiesta de “su forma”, tanto musical, etaria y de sonidos, los reyes del falsete, consiguen cuando cierran con el último tema, “Nectae”, una “happening”, minimalista en producción pero bastante lleno en contenido, logrando que la jovialidad, tome primacía, sobre formas más elaboradas, que quitan frescura y comodidad a la proyección de su música.
Así pasaron una vez, más los reyes en la noche de Burzaco. La primera crónica hace casi 8 meses que realice sobre ellos, (luego de 6 meses de seguirlos anteriormente), hablaba sobre un mundo particular, en dónde el exceso juvenil, calaba perfectamente con sus formas prácticas, utilizando dosis de ironía, grotesco y un sutil hedonismo, recuperando cierta lectura “kitsch” que parecía olvidada en el recuerdo de bandas vernáculas de rock.
La evolución, de septiembre del año pasado al abril del presente año, pareció siempre respetar una línea bien acabada, siempre y cuando momentos los momentos de pretencionismo, en realidad sean una vuelta de rosca, que lleve a un progreso en sus formas musicales, para evitar que la frescura siempre los mantenga a salvo de cualquier pecado de juventud.
Ese personalmente, será el final con bandera feliz, que los reyes deben tener siempre como meta.

Bernardo Damián Dimanmenendez

"Garagera y Elegante"


El pasado Jueves en el Ateneo, Rosario Bléfari, se presento en el Ateneo, en el ciclo denominado “Mes de la Mujer”. Gratificada por un público que va desde el adolescente ilusionista hasta el cuarentón perdido, demostró una vez más, a través de su seductora explosividad de performance, como la energía puede ir tranquilamente de la mano de música dulce, melancólica, chispeante y sumamente personal.

Luego de las presentaciones de Flopa y Hana. Esta ultima comandada por Florencia Ciliberti, (aquella del conocido “hit”, que narraba “tengo un parque de diversiones en mi casa”). Prototípica “girlfront” “posmo”, Hana, dispara canciones pegadizas en un marco de electro pop standar, teñido de programaciones de sintetizadores, que se adaptan al molde de su dulce de su voz.
Más tarde, Rosario Bléfari subió al escenario del Ateneo, para brindar un show enérgico de esos que acuña su “power femenino” interior.
Así, estrenando coqueto platinado, abre con “Privilegio”, seguida de “Mejillas” para entre otros, cerrar esta primera parte del show con “Esclavos”.
A continuación y dentro de su estirpe “garagera” que tiñe sus performances en vivo, dió paso a dos de sus temas más logrados como solista, “Vidrieras” y “Lobo”.
El escenario se despeja y solo queda su guitarrista Javier Marta, y ella. Para a través de un dueto de guitarra distorsionada, acompañada de la inefable voz de la ahora blonda ex Suarez, brindan en dicha parte del show, un acto minimalista en recursos pero gratificante en contenido.
Luego, la nave musical de Bléfari, retoma aprovechando la veta más rockera a la que parece inclinarse, luego de editar “Misterio Relámpago” y “Versiones Relámpagos”, temas de la hondanada musical que navegó con Suarez, como “Ánguila” y “Los veo aparecer”.
Así, con la participación de Suarez, (al igual que en los 90’, un “zoombie” por el escenario, pero con la justeza y precisión instrumental que siempre destilo durante aquella década), Bléfari termina su actuación a 1000 km por hora, como nos tiene acostumbrado, y dando cuenta que más allá de la edad, la esencia no se pierde, siendo quizá esa sea su mayor virtud y por ende su compromiso, mientras la sangre caliente sus venas.
El kilometraje final del show, dispara “Campanario”, “Ahora entendí”, y finalmente cierra con “Navidad”.
Rosario Blefari es un claro ejemplo de un artista que conlleva un legado personal y auténtico. Ya sea como revolucionaria en el concepto del papel que la mujer argentina jugo históricamente en el rock, sin ningún tipo de padrinazgo musical, y sin levantar bandera de ningún tipo. Contándole al mundo su verdad, experiencias y sensaciones, a través de canciones, de esas que nutren las tardes de melancolía y porque no también de algarabía. Salud por Rosario, y sus espumantes canciones que nos suavizan los oídos dentro de la barbarie cotidiana y el mutismo comunicacional, que cada vez con mayor fuerza, nos cerca nuestro “rancho” sentimental, al cuál desde pequeño creímos ingenuamente intocable.

Bernardo Damián Dimanmenendez

"Recordando tu expresión"


El pasado sábado, en el cierre del ciclo de la revista digital Avantt Magazine, en Uniclub. Mármol R, como Viva Elástico, demostraron a través de música introspectiva, dulzona, catártica y juguetona, que generalmente la intuición en la práctica hace a la frondosidad espiritua

Sábado, a la noche, lugar de mil pecados y también de mil perdones. Así, entre los murmullos de la gente entrando hacia el boliche, abrió la noche Viva Elástico.
Ayudados debido a la veta acústica del show, por cajas de ritmo, y teclados, Viva encabezado por Alejandro Schuster abre con el instrumental “Matemático”, (de geométrica resolución tal como lo indica su nombre). Luego los viva, empiezan a recorrer su universo personal, de ensoñación de imágenes de retiro espiritual hacia un lugar más ameno para el corazón y uno mismo, con la nueva canción, “Hablar de a dos”.

Luego le siguen “Dicha” y “Volvió a casa”, y toda ese metáfora implícita de los viva, narrando trayectos que narran un cierto temor oculto por los regresos abatidos, por la esperanza que da el tiempo diario, (especialmente cuando es mediodía y todavía falta para que la noche aceche), tratan de canciones que toman una veta filosófica de ensoñación casi “Hemingwayana”, (en referencia al escritor Ernest Hemingway), en dónde la desesperanza a la vez, genera marcos de acción de retiro hacia un horizonte infinito de posibilidades, que la misma vida otorga.
Tampoco en Viva Elástico, hay una constante debacle espiritual, sino que también asoman imágenes pictóricas de recorridos fotográficos románticos y actuales, como parecen ser “Imágenes de Amor” o “Las Motos”. El amor o afecto profundo es tomado como un viaje profano y a la vez sagrado, fuera de todo espíritu amarillista o sensacionalista.
O sea, buscando en base, a una poesía clásica, pequeños momentos o destellos, de amenidad, comodidad. Intuyendo que lo más profundo de alguna manera se construye de a dos, más allá de que la fórmula simple, siempre otorgue resultados complicados o no esperados.
En búsqueda de lo diáfano, de la claridad para simplificar momentos gratos, y también del laberinto sin salida, que con el paso del tiempo eso se vuelve, es quizás el magma musical personal y más valioso, que Alejandro en voz, bien secundado por Santiago en “sintes”, y Mateo en guitarra, hacen de Viva, una banda que reencuentra en canciones que narran una búsqueda de reconversión buscando en imágenes que expresan, que lo carnal y profundo, vale más que cualquier bajo vuelo, dónde el desenfreno, hace que por lo general, solo que probemos, pedazos pequeños de personas y cosas, que bien podrían haber sido, todo un nuevo rumbo, pero por miedo y negligencia actitudinal, nunca le dimos la chance merecida.
Más tarde llegó el turno de Mármol R, ubicados cómodamente en el universo de cajas rítmicas, y teclados (debido a la falta de baterista aún), el show de Mármol, pareció una fotografía contemporánea de rock, al servicio de lo contagioso y simplemente divertido.
Ya desde los golpes “ninjatrónicos” de Juan Milanese, desde la caja rítmica, y recuperando el sonidismo juguetón con la vuelta de Martín Salas en teclados, Andres Eloy, y los suyos, desempeñaron, su papel de performes irónícos de un sonido que ya es plenamente “cumbia manchesteriano”, demostrando que más allá de la genética, entre Flor de Piedra e Ian Brown, no hay mucha diferencia a la hora de entender la música a nivel expresivo y gestual.
Así, abren con “Viajar”, le sigue la cumbia mix “Siempre hay rincones”y cierran esta primera parte del show, a puro “swing” “tropi-electro”, con “Es pura Casualidad”.
Después viene la catarsis energética de ese “Hit” que no respeta targets ni Fm, que resulta ser “Así no se mata a un criollo” y cierran finalmente con “Sonrisas Tuneadas”.
La búsqueda de imágenes de Mármol, es claramente purgatoria, pero dando cuenta que lo que separa, la ilusión de la realidad, esta determinada por la capacidad, de no rendirse de las personas, mientras el aire lleno los pulmones, más allá del resultado final.
Hay romanticismo, pero puramente biológico y enérgico, de ese que sale de las huestes de la desesperación sin temor a terminar golpeándose la cabeza, mil y una veces, contra la pared.
El sábado paso una vez más, y la noche dejo toda una nueva lección para los románticos perdidos, y también para los cuervos voraces e infectos. La clave tanto para Viva como para Mármol, es que ambos brindan a su manera un reencuentro con espacios e imágenes sentimentales, que recuerdan a los mejores tiempos del rock argentino, cuando lo importante era cantar canciones que retraten hechos y personas, parecidos a uno, y no un “yoísmo” atroz, fuera de cualquier contexto real y fácilmente identificable.


Bernardo Damián Dimanmenendez

La "media" de Victoria


El pasado jueves Victoria Mil se presentó en el Teatro Victorial. Pioneros en definir una bandera anímica musical a través del reviente toxicológico, el recuerdo lúdico de experiencias suburbanas y personales, la pesadumbre frente al frenesí posmoderno y obviamente las fotografías de tragedias griegas pero actuales, en ese teorema sin resolución que es el amor. En síntesis, Victoria Mil, plasma en su historia y en las performances cansinas y displicentes en vivo, la “otredad” real, que decadencia cultural mediante vernácula, cambio sutileza por fácil bravuconada.

“ La media de Victoria”
Uno ve el cambio de coyuntura para la clase media argentina, a partir de más de 30 años de ininterrumpida decadencia económica. Así trajinados sus bolsillos, merman para peor sus históricos valores referenciales sociales, culturales y espirituales. Más allá de que el destino estaba escrito, a veces urge la pregunta: ¿Qué hubiera pasado si alguno de los hilos mediáticos que sirven al bastión de usurería espiritual y filosófica, por milímetros temporales y contextuales no hubieran triunfado (más allá de lo monetario)?.
La respuesta es siempre abierta, pero quizás las flexibilidades o chances prácticas de toda una generación analfabeta “social, sentimental y práctica” hubiesen crecido.
Quizá Victoria Mil, más allá de lo diverso de su obra, y de cierta aceptación, (“abrazo de judas” mediante), de parte del edulcorado vintage “palermígena”, responde a una otredad en dónde la catarsis de hacer música, expone el sueño quebrado y roto, del antiguo “swing” para aceptar y jugar con la decadencia de la hoy, irreconocible clase media argentina.
Como la TV muchas veces esconde ideológicamente las reales falencias sentimentales, por un banal “polstergeist” de silicona, que a la vez, busca el lado más animal y básico del ser humano. ¿Qué hubiera pasado si Tato Bores hubiera tenido un par de años más de vida, y con su “guiño irónico” discursivo hubiera purgada de toda hez o halitosis mental, a la futura generación acéfala, misógina y reaccionaria que Tinelli delineo en complicidad con el mosaico financiero que Menem y sus secuaces iban tejiendo en la gran mayoría de la población argentina?.
En fin, el triunfo fue de Marcelito y los “gauchos en pose forzada”, como Cordera, así Victoria Mil, formando parte del último hormigón del rock sónico, con un discurso de “reviente volátil”, quedo en un panorama desolador. No obstante en su desarrollo, su particular lírica, capacidad de metamorfosis creativa, introspectivos himnos musicales e intuición para avizorar el camino sensible del talento, hizo que su transición a un cierto lugar de reconocimiento, se de por la capacidad de saber lidiar con los malos momentos, y hacer de dichos estados anímicos imperfectos un gran acierto.
Así entre los temas y nuevos, tocados en el repertorio, hay data para dar cuenta de cómo “la tonalidad doméstica, romántica y espiritual” de toda persona, que pertenezca a un hábitat de clase media, (ya sea media baja, media media, o media alta), hoy en día encuentra un lugar de resguardo en Victoria Mil.
Temas ejecutados en el Victorial como “Estoy Bien bien”,“El Rock Vive de mi”, “Me Miraste Fijo” o esa bomba musical que es “G-13”, muestran que en parte, la emocionalidad que viene de sus sonidos, se da por la particular manera de encarar sus letras a partir de la aparición súbita de antónimos o similar acústica fonética.
A la vez, no hay fastuosidad instrumental, ni tampoco gestual, sino que la trascendencia se da a partir de la hábil capacidad para tomar un “núcleo” de acordes, y saber repetirlos según las dosis adecuadas. Obviamente que para llegar a esto, intervienen a favor sus dotes naturales para la programación de sintetizadores, y la muñeca robótica de su baterista Leo Santos.
Toda banda, que inscribe un marcado mundo personal artístico, y que deja un legado con el correr de los años, también debe tener esos temas que por explosividad, parecen guadañazos de rechazo y a la vez, reconversión, de experiencias prácticas que se dan en un marco acotado. Entre las varias que tienen en su armario sonoro, los Victoria, tres de las ejecutadas, en el show, sirven de fidedigna muestra. “No Nos”, “Acá esta todo mal” “Ying Yang” o “Dulce Hastío”. Los dos primeros forman parte del álbum más combativo y “al frente” de su carrera que resulta ser “Armas” (2000). En una época de total descalabro económico y cuando en la fiesta de los 90’, solo se veían todo tipo de cuervos devorándose las últimas y rancias migajas culturales, “el caballito de batalla” de los Victoria, se da por focalizar que en la desesperación, el afecto profundo y sincero, resulta ser el mejor remedio contra todo mal. Así, “No Nos”, le otorga al mundo desencantado, “besos y abrazos mediante”, una “canción universal”, por la catarsis hipnótica que despliega. El juego parece similar en “Acá Esta todo mal”, en dónde en lugar de apelar a “veborragias demagógicas”, (recuerdan la canción “Se viene el estallido”, tan cantada por esos tiempos), busca la “chipa divina” personal, para reconocer que en el fondo, la sangre que recorría al criollo de esos tiempos, hervía para todos por igual, perola sensibilidad y sutileza seguía separando, que afección era válida y cuál pura pose. “Consejos de Arriba”, forma parte del álbum más confesional de la carrera de Victoria Mil, “Este Cielo de Estrellas Caerá” (2003). Así, entre la ironía del encuentro del bonaerense con la cosmópolis de Capital, el foco más idóneo parece del lado del supuesto “campesino”, debido a la discapacidad funcional y espiritual que presentan la mayoría de los habitantes de la mole de cemento.
Disco teñido de geometría sonora, revestida de excesos narcóticos, reconversión espiritual y contextual, y que planta todo un primer pantallazo, sobre el fin de lo que fue el “sueño de los sónicos de los 90’”, y su difícil readaptación a la presente década, con las mañas nuevas que la misma presenta.
Aceptados, a priori por “comoditie estético”, (no de contenido), Victoria Mil a partir del 2004, pisa más de plano, el “aséptico pop” que trasciende en la Capital Federal. Quizá narraciones, como “Ying-Yang” y “Dulce Hastío”, (ambas dentro del álbum que más ventas le otorgó, “Estoy Bien Bien Bien” del 2005), sirvan como muestra de que saboreando cierta crema, el gusto de la misma le sabe amargo. Si bien hay cierto paralelo contextual, la mirada natural de personas del conurbano, jamás la dejarán atrás, más allá de que algún otro permiso, quizá por edad, (la mayoría de sus integrantes ya ronda los 35 años), pero dando cuenta, de que si hay traición, esta debe darse solo como maduración, no como intento de acomodarse al patinódromo de “drogui-dancers” o “Fly-pass”.
Ya en el 2008, y en vísperas de su nuevo álbum de estudio, Victoria Mil, a través de los temas nuevos presentados en el Victorial, como “El Oro”, “Sid”, “Cambiar” o “Resplandor”, siguen esa búsqueda personal de desmantelar todo intento de “fetichización de su obra”, (recordemos que en su momentos fueron pioneros del redescubrimiento del Kraut allá por los 90’ y hoy en día parecería que hacer Kraut-rock, es políticamente correcto). En suma, aportando a un universo artístico que se despliega en la búsqueda de sensaciones posmodernas, abúlicas, toxicológicas y de sensaciones profundas y a la vez contradictorias, como toda persona sometida la perturbación espiritual que resulta ser estar vivo en el siglo XXI.
Condimentados diariamente por una cultura mediática y artística, en dónde, parecería que la confesión del miedo y al error, que nos haría más reales y humanos, fueron dejados de lado, por un “hombre universal” de “falo” sempiternamente alto, tanto Tato Bores, como Victoria Mil, cuando pasen los años, podrán ser juzgados por su obra, y ocurrirá que según el ojo y la vara que los mida encontrará aciertos y errores cabales a todo ser humano.
Lo que es inamovible, tanto para los dos, es que en la forma de contarles historias al mundo, la ironía y aceptación de crudas realidades, juegan con un patrón de sensibilidad hoy en día, deformado y pisoteado para la ex clase media. Qué en su falta de vergüenza propia y coraje para poder desmistificarse, enhebró una telaraña tan burda de valores, que la gracia que le da ese antiguo “swing”, a los jóvenes de dicho sector, para poder repensarse como seres humanos falibles y cotejables, los terminó transformando en lobos iracundos y torpes, que “guturean”, las mieles infectas de bravuconada. ¿No será tiempo y hora de asumir, de que los defectos se puede hacer algo perfecto, y que el rock se tiene que vivir como un lugar de curiosear con lo “profundo”, en lugar tomarlo a este como una vidriera estética, en dónde sólo interese el hecho de la pertenencia simbólica y no de contenido o mejor dicho, el “hecho de pertenecer por pertenecer”?

Bernardo Damián Dimanmemendez

Laterales y Auténticos


La agrupación Latexx, se presentó en el tío Bizarro. En una actualidad, dónde el término “alternatividad” suena ridículo, hay varios aspectos de esta banda de zona sur, que podrían ubicarla dentro de un lugar lateral en el rock actual. Ese mismo que no busca bandera de consagración alguna, y a la vez, música mediante, queda recostada en un lugar personal y particular.

El viernes pasado el Tío Bizarro despilfarraba humedad por todas partes. Entre los últimos calores del año, e intensas lluvias posteriores, Los Latexx, agrupación oriunda de la localidad de Temperley, y con casi un lustro de trayectoria, ejecutó un repertorio sólido, parejo y pegadizo.
Banda prototípica de lugares donde abunda lo post, o momentos de transición del rock. Tal como ocurrió con el intermezzo que se noto en el post-punk de fines de los 70’, en el pre-grunge de la movida de pixies y cía, en los 80’, o el madchester de esa misma época, que después fue moldeado hacia formatos musicales más directos, con el Brit-pop de los 90’.
Latexx, se contextualiza en una época donde no hay concepto sonoro alguno, tampoco escena musical alguna que marque algún tipo de rumbo a seguir. Así dentro de su “deformidad” sonora, las canciones suenan simples y recortan todo un universo personal.
Este mundo artístico o creativo propio, busca algún tipo de frecuencia en bandas de fines de los 70’, como The Damned, Richard Hell and The Voidods, o Magazine.
La estructura sonora suena deforme, histérica por momentos y más cruda por otros.
Así, como en toda banda “post” del rock, la batería (a cargo de “Ghandi”), es directa y pareja, para que la guitarra (Hernán Velásquez), juegue a disparar todo tipo de riffs o acordes movedizos, pegadizos, luctuosos o disonantes. El bajo (Fino Crivelli) dibuja, aprovechando la soltura que se le otorga, al no tener acordes llenos en la mayoría de las canciones.
Su cantante (Pablo Pensado), busca el histrionismo gestual, a través de tonadas “New wave” o “latigazos” vocales desesperados que tiñeron el post-punk de fines de los 70’.
Así, comienzan su show con “Menos de 80”, a la que le siguen en esta primera parte, “Voy a explotar”, “Traje Húmedo”, y “Las Arañas”.
Así, entre acordes partidos, y emotivo despliegue gestual, le siguen “Me Canse”, “Luces” y “Qué esta Pasando”, con el guiño de estructura musical en su intro, al “London Calling” de los Clash.
Así, entre el “swing” melódico, la llovizna de riffs acelerados, y la deformidad otorgada por la base, tocan “Disco” y finalmente cierran con “Me haces Mal”.
Hay rastros claros en Latexx, de lateralidad sonora. Para ser más exactos, parecería que en sus letras buscan imágenes paródicas personales o posmodernistas. Sus canciones son las que siempre les gustan tocar desde chicos, y finalmente parecería que para ellos lo que realmente importa es tomar extractos de grotesco sentimental, palabras que remiten al hastío, (tan anoréxico para el corazón) son moneda corriente en sus letras.
En síntesis, Latexx, conjuga en parte un sentido de alternatividad, que no tiene que ver con lo musical, sino con la praxis que implica dicha palabra. Lo alternativo no sólo sirve para definir un aspecto de la música, sino que también podría trasladarse a la forma de demarcar una conducta, códigos de socialización y hábitos personales.
Hoy en día que el acceso del escucha a la música es plano, todo término reinvindicatorio que soslaye cierta música como intocable, es fácilmente lapidado, al ver la cantidad de “alterno-countries” (esos del corte “brit”, y remera polista), que camuflan estilización estética mediante, su estirpe de cipayos naturales y su sentimentalismo de baratija.
La música que escuchamos debe ser en parte, un reflejo de lo que nuestro tracto diario, nos marca de manera implícita. Los Latexx, en la “lateralidad” que ocupan en el mundo de la música, son dignos poseedores de un discurso personal y auténtico, que más allá de los réditos que le depare o no a futuro, saben bien que va de lo que no. ¿O sino se imaginarían a Ian Curtis, después de un show de Joy Division yendo a cenar a las Cañitas?.
Bernardo Damián Dimanmenendez

La Utopía es personal


El pasado sábado, Mármol R y El Carro de Yaggernat, se presentaron en el Centro Cultural “El Surco”, en Boedo. La división del rock, por lo general de manera reduccionista, deja nichos musicales de particular composición. Mármol como el Carro, se depositan en dicho lugar, generando personales maneras de sonorizar la vida.

La música argentina puede ser vista, a simple vista como un muro, en dónde los cuadros genéricos musicales, que ubican a diferentes bandas según su estilo, parecieran a priori, definidos de antemano. Así, tenemos, punks, rockeros clásicos, metaleros, alternativos, electrónicos, etc. No obstante si nos acercamos con una lupa de mayor grosor al muro, algunos de los diversos estilos mencionados, parecen agruparse en dos bloques: “indie” y “mainstream”.
Hoy en día, más allá de las contradicciones que el “mainstream” pregone, es hora de que el “indie”, después de naufragar durante varios años, entre subterfugios de oscuridad y “naif” sentimentalismo, enfoque sus discursos hacia vivencias que deben recorrer musicalmente y líricamente, a toda una juventud argentina que no para de refugiarse en los primeros “títeres” que los medios enfocan.
Primer caso para una utopía musical: Narrativamente se debe ser poeta “virulentamente” infectado por el desfalco sentimental. Contar y narrar las vísceras espirituales, que nos alimentan, y que forzadamente digeridas nos hacen más fuertes.
Mármol R: “Hay muchas formas de rechazar un planteo, Así no se mata a un criollo. Semanas y semanas de respuesta virtual, eso no es de hombres. Me dijiste que no sabías, sabías actuar, que eras llena de ingenuidad, no, no, no, Yo te lleno de...”
El Carro de Yaggernat: “Creo que fueron los últimos días acá. También creo que fue que el vacío, nació del invierno. Y nunca dudes frente a una niña que goza, y nunca dudes frente a una niña que piensa. Porque quiero que pienses que tus últimos días no estarán dentro del placard”.
En el “dolo”, en lo no legible del sexo opuesto, hay resurrección a través del arte. Pero sin empache de honestidad, sino solo con lecturas simplistas que atañen a lo irresolutivo de muchas cosas que rozan el “querer”, pero chocan contra el no poder.
Segundo caso para una utopía musical: Hacer converger de manera sumamente personal, toda la música que aturdió nuestros oídos desde chicos.
Mármol R: Sin batero, y en una época de transición, recuperando el “sonidismo” de teclados, gracias a la vuelta de Martín Salas, y apoyados por los golpes “ninjas” de caja rítmica de Juan Milanese. La voz, desesperadamente pervertida de Andrés, cala perfectamente en las guitarras juguetonas que tiñen sus melodías. El “cockatil” de recuperación de toda esa confesionalidad moderna y desolada, que tanto dió que hablar en grupos argentinos de los 80’, y que mal leído fue en los 90’ por los poetas que caminan las veredas, descansa en un “habitat” sonoro peculiar, y exento de cualquier latifundio expresivo.
El Carro de Yaggernat: Personales, desde la voz afectada de Aníbal Paz, y las guitarras entre “etéreas” y “volátiles” de Alejandro Valdez. El carro, es el sueño de cualquier arquitecto que luego de contar sus frustraciones personales manejando un taxi a pasajeros ocasionales, se deposita en algún bar de dudosa reputación, y necesitado de música que sintonice con sus vaivenes anímicos, esta lo impulse a dibujar proyectos postergados que algún día serán realidad
Tercer caso para una utopía musical: Hacer que la agrupación sea única. Tanto por motivos o necesidad imperiosa de contarle al mundo, historias tan reales, que marginados que nadan a la deriva en los laberintos de la vida misma, o afectados por la falta de estímulos básicos, (amor real, ese que contadas veces se encuentra); localicen un almohadón de sonidos, que fuera de toda clase, color, religión o filosofía, forme una “pangea musical imaginaria”, tan abarcadora, que la conexión expresiva invisible, se haga infinita hasta china y porque no Taiwán.
Mármol R y el Carro de Yaggernat: confesiones biológicas, analfabetismo sentimental, disfuncionalidad social, histerias animadas en el exceso de sensibilidad, rompimiento de frecuencias pretenciosas o fuera de lo que la cúpula celeste, nos depara diariamente. Ese borrón y cuenta nueva, (ese nicho escondido en la pared), que todos nosotros mientras la sangre circule caliente, nos debemos mínimamente alguna vez, en la vida. Para que los sablazos recibidos y las cabezas “rotas” contra la pared, puedan cicatrizar heridas profundas, y las marcas escritas en el cuerpo, sirvan como testamento de que salvo la muerte, todo tiene solución, y las flores, con garra y pasión, nos esperan a la vuelta de cualquier esquina.

Bernardo Damián Dimanmenendez

Veredas Opuestas


El pasado domingo en el anfiteatro del Parque Recreativo de Hurlingham, dos estilos opuestos se encontraron. Parando por un lado el Carro de Yaggernat, y por otro Trazo Fino, su antena acústica que los para de diferente manera a la hora de practicar música, la tarde apacible se fue musicalizando a través de la “conga rock” de los Trazo Fino y el pub-rock de El Carro de Yaggernat.

Hurlingham, parece desde su fisonomía natural brindarle un pequeño honor a su denominación anglosajona. Así entre brotes de aire húmedo, el vigoroso césped que recorre sus veredas se vuelve tan intenso, al punto tal que llegado un momento, uno supone que tirando una semilla al mismo pasto cualquier tipo de planta, crecerá en cuestión de segundos.
El Parque recreativo de Hurlingham, con su Anfiteatro circular con capacidad para casi 250 personas, fue el anfitrión de dos propuestas musicales opuestas. Por un lado aparecen los Trazo Fino. Banda que rastrea el lado clásico suburbano del oeste más pudiente, (Hurlingham, Palomar, San Miguel) y lo mecha con la indiosincracia contextual de dicho sector. Así, entre historias cotidianas, de “Romeos y Julietas del conurbano”, toxicología blanda, y añoranza de fraternidad construyen su organismo musical.
Comandados por la voz ronca y desencajada de “Matas”, seguidos por la compacta base de bajo de Facu, (siguiendo el legado de fraseos dinámicos que otorgo allá a lo lejos, Arnedo), la prolija batería de Pastel, y los decorados de guitarra y percusión (Chino y Maxi respectivamente), la banda articula su musicalidad en la genealogía de reggae y ska ortodoxo de aquellos primeros Fabulosos Cadillacs, con otras canciones más puristas de rock, que responden al ya añejo y desgastado “rock chabón”.
Así, entre el repertorio tocado, destacaron “Praderas”, “Estallar” y “Azul”.
Su musicalidad aparece respetable por convicción natural, más que por “background” cultural, siendo plenos poseedores de un lugar válido como práctica ilustrativa de lo que llevan en la sangre, no como discurso “contracultural”, que pueda ofrecer algún tipo de historia nueva al rock.
No obstante su sonoridad “amiguista”, es bien llevada sobretodo en los temas que buscan cierta complicidad rítmica, en los aleatorios ritmos jamaiquinos, que tanto inspiraron al rock vernáculo hacia fines de los 80’.
Más tarde, llegó el turno del Carro de Yaggernat, Ubicados en la circularidad romana, del pequeño anfiteatro. Poetas, arropados entre el exceso fisiológico y la mordacidad del lobo agazapado, para poder caer siempre bien parado, miran al público buscando algún punto de encuentro, entre su “yo” interior, y el exterior divisado y abren con la canción “Invierno”.
Luego pasan por “Xul Solar”, para terminar la primera parte con “Reggae Nº1”. Forasteros contextualmente en el lenguaje cosmopolita que manejan, su música destilo chispazos acaramelados mientras las estrellas, y los últimos gritos de niños ya insolados, se dirigían a sus casas.
Con capacidad para flexibilizar y estilizar, su musicalidad según el “convite” ofrecido, el desempeño del carro fue parejo. Fluyendo entre la dosis de melancolía y algún que otro resplandor de esa secreción acertadamente penosa que musicaliza imágenes de la desolación del juglar experimentando en tierras lejanas.
Luego del “Cúmulo”, finamente cierran con “La Célula”, demostrando que el incendio artístico es numerosas veces, más acertado que cualquier intento de caricaturizar al rock, a través de ritos, estandartes, prácticas e insignias, como manera de refutar un camino que ya en la música esta plagado de pozos ciegos.
Así cerró la noche, entre dos polos opuestos, que a su manera cuentan su verdad, y manera de expresar o musicalizar su inserción en la vida misma con las confituras y amarguras que la misma depara. Sin embargo, y más allá de esto siempre es válido que la verdad de uno, se logre cotejar con los estímulos visuales y auditivos, que nos cruzan en el siglo XXI, porque para “híbridos artísticos” o “mainstream estéticos”, el rock ya no tiene vueltos, y sino que el último tire la piedra o cierre la puerta, ¿Se entiende porque sigo diciendo que son de más los trapos y banderas?.

Bernardo Damián Dimanmenendez

"No quiero una porción, de espacio"


El pasado sábado los Reyes del Falsete se presentaron en Ludovico, localidad de Temperley. En el desarrollo ecléctico que su música pregona, a veces hay excesos permitidos, siempre que estos aporten a una mayor versatilidad de su obra, y no termine denostándose su esencia natural.


Ludovico, casa chorizo de los años 40’, permite que el espacio sea aprovechado por jóvenes para poder oír nueva música. Así, la función que en tiempos anteriores ocuparon los potreros para el desarrollo de futuros cracks de fútbol, y que hoy en capital escasean, (debido al lobby de mercadotecnia estéril nocturna), permite que aledaños músicos de la zona se expresen. Esto sería entonces, “papy-rock”, con los veinteañeros Reyes del Falsete, tratando de definir grados emocionales y músicales, para que su primer disco resulte una necesaria vitamina a escuchar, y no una golosina que se compra solo por la necesidad de sacar cambio para el colectivo.
Ubicados en un universo de “grotesco enfant”, los reyes supieron marcar su propio juego musical, a partir de un “happening melódico”, que media entre el desenfado y la emocionalidad confesional “post-teenager”.
En el post, entre noñatez y maduración se desplegaron acertadamente hacia esta última, a partir su particular caudal vocal y su versatilidad autodidacta instrumental con perlas ya conocidas y ofrecidas en el repertorio del sábado, como: “La Fiesta de la Forma”, “El Gran Cohete” “Yabrán” o “Las como son”.
Cuatro ejemplos demarcan cómo su mejor “afinación creativa”, viene de la mano de acordes limpios, que se cruzan entre las dos guitarras, y caen como “gatorade”, al final del cualquier evento deportivo, para sus voces. La batería de Tomas Corley, acompaña siempre, a veces en cuotas excesivas, pero al no haber bajo, el cuerpo de base jamás queda empachado.
Así, lo noblemente pictórico de los reyes, fue siempre rastrear desde un formato entre “Beat-sixty”, algún punto de encuentro actual con sonidos más contemporáneos y su nata versatilidad de “performers” en vivo.
Sus “shows”, por lo general, ahondan en imprevisibles destinos para las formas conjugadas en sus temas, como en la idea sonora anterior que los contenía, y todo basado en un cúmulo simple de acordes. Así, entre la hondanada de evocación sentimental, experiencia toxicológica blanda, eufemismos personales e historias “atemporales” válidas para el oyente, lubricaron todo un horizonte creativo y válidamente original, y sin pedir permiso a cualquier tipo de “haber” musical constituido.
En el proceso de formación, a partir de algunos temas nuevos ofrecidos en el show de Temperley, como “Monseñor Dirá”, quizá haya un respiro a las formas que lo contuvieron anteriormente, y un rumbo musical más visceral, pero no tan directo. Esta nueva asunción en sus formas “poiéticas”, no los deja mal parados por ductilidad instrumental, pero los nuevos caminos siempre deben ser transitados con cuidados.
El cuidado, viene que de la mano de la evolución, (como alguna vez mencioné), no haya feroz traición al pasado, sino readaptación, como signo de que el paso del tiempo biológico se termina manifestando en todas nuestras prácticas, ya sea sexuales, artísticas o reflexivas.
Así, como data vale que temas como, “El telefonista loco”, (con el cuál cerraron el show). A través del “ring” vocal, y los acordes que se van sucediendo es contundente, por la simpleza con que la melodía busca un final de catarsis personal. Por otro lado, el tema nuevo “Monseñor Dirá”, si busca un tipo de vértigo similar, pero en la construcción, parece haber todo un exceso de acordes, que hace que la melodía, nunca termine de despegar hacia esos puntos de encuentro acertados melódicamente y compositivamente. O sea, capaz el “meollo” del asunto pasaría por revisar dónde le pifiaron varias “promesas tronchas” de la presente década, que por querer despegar hacia universos sonoros excesivos, o por jugar siempre al mismo número, todos sus segundos discos fueron sencillamente deplorables. Ejemplos rápidos entre varios, puede ser el segundo disco de Franz Ferdinand en el plano internacional o el segundo de Alfonso El Pintor, en el plano nacional.
Los Reyes del Falsete, encabezan generacionalmente y por dotes musicales, el sueño adroguénse de Victoria Mil, de que en la “otredad” de ser suburbano, la eficacia, sensiblidad y nuevo contenido musical, sea más real que cualquiera que venga trovado, de la ya abúlica y chata Capital Federal.
Los Reyes, son una cabal muestra de un sonido denominado actualmente “Adrógue Después”. El “después”, viene tanto por representar voces e ideas generacionales nuevas, sin referencia o dependencia de algún estado pasado o actual de la música norteamericana o sajona. Si hay experiencias de cinismo sexual, contextual, mediático o de adicción.
A la vez, su capacidad de regenerar formas simples y llevarlas a un plano personal, los hace válidos de un discurso artístico que cuenta un punto de vista original. La incógnita a despejar, sería que ese “después”, no termine en algún tipo de “pozo ciego”. De hecho su gran logro fue que ese “happening musical”, no este rozado de pretencionismo, lo que devendría en una especie de “infanticidio”, del cuál pocas veces hay retorno.
Como palabra final, quizá el resumen más exacto sea la letra de esta canción. Exceptuando la frase referida al entorno, (ya que de este se nutren, cotejándose con sus pares musicales), pero demarcando por capacidad propia límites que dan cuenta de su válido mundo personal. “Sin ver venir, todo será increíble. No quiero una porción, despacio. No hay nada que dependa, el entorno es lo que nos marea, devuélveme mi piel a su estado de origen. Entrégala al andén, hasta lo impredecible. No quiero una porción, de espacio”.*
*Letra de “A la deriva”, de Victoria Mil.

Bernardo Damián Dimanmenendez

martes, 17 de junio de 2008

Gauchos Sónicos


En el Carguero Mármol “R”, ofreció un show juguetón y divertido, en donde el “groove”, en lugar de alistarse, en lugares donde siempre brillan las luces de hedón, esta vez pareció iluminar los recordados “bares-cafetín” de esquina.


El Carguero, ubicado enfrente del ya clásico Tío Bizarro, (del otro lado de la estación), parece uno de esos típicos bares del conurbano, de arquitectura clásica y disposición predispuesta al desborde etílico en cualquier rincón del mismo.
Los Mármol “R”, brindaron un show acústico, debido a la transición luego del alejamiento de su ya ex baterista Emiliano Martinelli. Entonces esa propuesta “bípeda de su música”, que por un lado le daba ese baile pomposo, (en bajo y batería), y por otro, los arreglos minimalistas de guitarra, la voz de Andres Aloy, le daba esa esencia de corazón roto que “meta matraca” a la vida, consagraba a esta, como un lugar donde en el fondo mientras se respire, todo es superable.
Pero eso es pasado, hoy sin batero, y cajas de ritmo mediante, el acústico de mármol, pierde algo de la otrora febrilidad rockera , pero a través de pequeñas dosis de “ruidismo” disparado a través de las cajas de ritmo, logra mantener en su confesionalidad y abatida poesía.
Arrancan con “ Eso me contas”, siguiendo con “Es Pura Casualidad”, para finalizar esta primera parte del show, con la versión “cumbiatrónica” de “Siempre hay rincones”.
Fuera de todo hedonismo existencial que caracteriza históricamente al “Adrógue-Sound”, y buscando a través de su “Empedrado Sound”, un encuentro más cercano con la historias escondidas que nutren mudamente empedrados y esquinas, donde las arboledas son cómplices testigos de flirteos y besos, que invocan por siempre el altillo de recuerdos púberes y joviales.
Mármol “R”, galopando las astillas crudas de los corazones rotos, promueve una especie de variante a la filosofía clásica en como se conoce al rock de barrio.
Dando cuenta que todo ser humano, su lado de fiabilidad fisiológico es errabundo, como también de que la diversión o agite queda pactada por un guiño irónico corporal más que por la violencia de este mismo.
Clave para entender esto, es la narración confesional que otorga “Me Molestan”, dónde lo visceral y confesional, habla de un mundo propio, adornado por arreglos que intenta marcar un “beach-chester”, (confluencia de los estilos musicales playeros, y del famoso “Madchester” de los 90’), logrando en su composición sutilidad, gracia y perverso e irónico filo discursivo.
Más tarde llega el turno de “Ansiedad”, “Muy Bien” y finalmente cerrar a todo “happening” festivo con el pública agitando maracas con la nueva “Sonrisas Tuneadas”.
Ese “tunning”, en el sentido de denostar todo fetichismo estético, práctico, filosófico y espiritual, narra el particular estilo “gauchesco” y criollo de Mármol “R”, para reubicar las cosas en su debido lugar fuera de todo exceso “anglofilico” y demagogia populista. Como el añejo gaucho pampeano, que no negó la manufactura importada, pero que jamás permitió que el té inglés, reemplace la vernácula yerba de su mate.

Bernardo Damián Dimanmenendez

Carne 1-Rock 0


En estos tiempos de puro “fashionismo”, dónde la moda parece enmarcar a gran parte del rock, se demostró que la voz apasionada de este, pierde hidalguía, garra y corazón, cuando se pone cerca del simbolismo estéril y frívolo del “arte de la elegancia”.

Yves Saint Laurent, cuando acercó a la moda al mundo del rock, a través de su estilo Mondrian, mixturizando diseños psicodélicos y andróginos, con la estética y el ideario que se mamaba por esos tiempos en la música, aclaró algo fundamental, para evitar reclamos a posteriori: “La moda no es arte, pero para realizarla hay que ser artista”.
Originalmente la moda iba de la mano de la vanguardia que se daba en otras disciplinas, como el rock, el cine, y otras más. No obstante el flujo dinámico que fue adoptando el capital financiero, hizo que la escisión sea cuestión de tiempo, y el valor de novedad de la moda que se dio a través de diseñadores de vanguardia en los 60’, rápidamente pasó a ejercicios de burda mercadotecnia, con la única excusa de que para exhibir ropa, siempre esta debe ir acompañada de “carne de fino corte”.
El rock, por su parte cada vez más acéfalo en ideas, inició una retirada en su rol práctica contracultural, para finalmente terminar flagelado por matices estéticos que poco aportan, como si fuera una pieza del domino maquiavélico que el corporativismo impone.
Así llegamos hoy al presente, en dónde la real pulsión que conmueve masas, viene de las “femmes” estilizadas y elegantes o el “Polstergeist de la silicona”, en lugar de la vibra de cuerdas, teclados o baterías.
El Buenos Aires Fashion, fue una fidedigna muestra de lo que pasa hoy en día, y eso se noto plenamente y a simple vista, tanto en las performances de Michael Mike y DDT.
Ubicados en dos containers superpuestos, los Michael apenas eran visibles, teniendo que hacer malabares para que el sonido no sea solo escuchado, por las palomas que volaban por encima del techo de la Rural. Pese a esto, sonaron correctos destacando “Gente Preciosa”, “Rojo + Que Negro” y “Charly Border”.
Su música que en otras presentaciones, parecía ser el mandamás de los movimientos corporales y oculares de la gente que los escuchaba, esta vez, pareció estar perdida entre el infinito de fatídicas piernas largas y sobrios portes, que en masivo número concurrieron al Buenos Aires Fashion.
Así en la primera propuesta, la batalla de querer mezclar al rock en un evento de moda terminó siendo rotundamente ganada por esta última.
Relegados los Michael a un lugar de decorado, no pudieron desplegar su acostumbrado hedonismo escénico. La música pareció solo una excusa para los encargados de la organización,“guiño de judas” mediante, ya que en lugar de abrirles las puertas al rock, parecieron ofrecer una salidera de perro o gato.
Más tarde, llegó el turno de los DDT. En este caso se trato de un set de rock, en donde a través de las bases grabadas, el dueto compuesto esta vez por Sharly en voz y guitarra y Mauro Riccieri en batería, musicalizaban versiones más laxas, adaptándose a la dinámica de un desfile de pasarela.
Así pasaron entre otros “Weekend”, “Esterlina”, “Flamboyat High School”, , entre otros. Así, toda la filosofía “aristovilla”, que emano Sharly en los 90’, y luego readapto en lo que va de la presente década, evidenció de que más allá de la buena idea, de musicalizar con rock en vivo y en directo un desfile, a la hora de exponer su catarsis incendiaria, solo se otorgaron chispazos.
Readaptación de las letras y versiones cantadas a medias, su lenguaje pareció aséptico por momentos, más allá de que “salvaguarde” a las coquetas doñas Rosas, de la posible incontinencia verbal.
En suma, algo claro quedo después de todo: Si bien la moda no es arte, se jacta de exponer su discurso posmoderno de manera plena y autárquica, de hecho, su práctica es la actividad que más dinero mueve en el mundo, exceptuando el mercado de los petroleros.
La música, vociferando que era arte pura y hormonal, esta llegando a un punto en el cuál, sino se arriesga a un ridículo valeroso de tomar el toro por las astas, hará con el correr de los años más valuable a los sonidos de “ringtones”, que a las otroras guitarras eléctricas que la decoraron durante años. O sino, pregúntense hoy en día.
¿Quién genera más cosas en el imaginario de la gente, Nicole Neuman mostrándose desnuda por el Obelisco, o cualquier trovador que se jacte de ser músico, pero que en el fondo solo intenta conmoverse a sí mismo, escatimando la verdad práctica y valiente filosofía en algún momento implicó hacer rock?

Bernardo Damián Dimanmenendez

domingo, 15 de junio de 2008

Tácticas y Estrategias de Mouse y Monitor


El Slalom es un deporte practicado en silla de ruedas cuyo objetivo es superar un número de obstáculos determinados en el menor tiempo posible. Posee un recorrido obligatorio y otro optativo. A la vez que el mismo se divide según distintas superficies a superar.
¿Qué tiene que ver todo esto más allá de la coincidencia del nombre de la banda adroguénse Slalom, con esta práctica deportiva?.
Mucho, aunque para eso hay que hilar fino, y no tener el ojo sesgado a la cuadratura geométrica que muchas cosas de la vida parecieran a priori ser.
Para empezar, para realizar música electrónica el cuerpo se dispone cómodamente en una silla frente al monitor.
Así, en la capacidad por habilidad e intuición de los practicantes, (en este caso Martín Salas y Marcelo Díaz Mayer, cerebros de Slalom), para que las teclas, el mouse, los teclados y las programaciones, elaboren un disco en dónde la climatología espesa de “ruidismo multimedia”, indica un camino de sonidos poliformes, que por si solo construyen un personal andar musical.
Así, utilizando todo tipo de sonidos y deformándolos hasta el extremo, la táctica de elaboración de este dueto adroguénse electrónico, hace que los obstáculos o dificultades que pueda tener el oyente al escucharlos sean fulminados.
Los ondas sonoras cumplen una especie de función subliminal que en un in-crescendo, irán hipnotizando al oyente.
Por momentos uno siente que los temas reconstruyen sonidos que remiten a primitivas imágenes neardenthales (“Concentración”), por otro se trata de un expresionismo envolvente marcado por la misma sugestión sonora (“Gol de Arquero Vale Doble”), y también hay tiempo para sentirse depositado en el vértigo de practicar algún deporte de alto rendimiento, dónde la capacidad milimétrica de construcción musical, logrará que no se impida el acceso victorioso hacia el objetivo final planteado (“Doble Amarilla”).
Así, entre pasadizos sonoros de vértigo, introspección, aceleración, alineación y relax, se van desarrollando las 15 piezas musicales que componen el disco.
Dejando la sensación final, de que en el juego creativo implícito propuesto, a partir del nombre de las canciones, no se trato de ningún off-side o “cliché” artístico, al que estamos acostumbrados en la actualidad dentro del ámbito de la electrónica.
Más bien el disco, pareciera un acertado antojo de necesidad expresiva, con el objetivo de envolver a la música (genéricamente denominada electrónica) en un ámbito de popularidad, sensibilidad, intuición y creatividad.
Sin discriminar ningún tipo de acceso al escucha, y parodiando al título del “álbum”, sin ningún tipo de necesidad de quedar en algún tipo de “posición adelantada”, con respecto a la idea, de que monitor mediante, los sonidos también pueden excitarnos y a la vez cotejarnos, de una manera inteligente y sana.
Bernardo Damián Dimanmenendez