El pasado viernes en Niceto Club, se presento la banda platense, El Mato a un Policía Motorizado. En un viaje magnético y futurista, demostraron a través de su corto pero abrasivo repertorio, porque hay momentos en el que el rock pareciera encontrarse en un tiempo y contexto mágico y singular.
Niceto Vega, quizá la “Jungla dancer”, que más tipo de especies nocturnas puede reunir, (desde los abonados vitalicios al “Club Atlético Pastero”, anglófilos,(con sus respectivas variaciones, “lánguidos”, “gronchófilos”, “brit-conchetas”, pos-alternos,) hasta los rugbiers casuales ( siempre de obligado “Elegante Bensimon”). El lugar se encuentra decorado por una predecible estética de “Soho palermitano”, donde la vanguardia estética del aposento, pasa más por los mensajes subliminales de los carteles publicitarios (se puede apreciar si uno mira de pasada unas luces violetas, como se le forma en la retina por unos segundos una conocida marca de cigarrillos), que por la arquitectura edilicia.
Alrededor de 400 personas, esperan ansiosos el show de El Mato a Un Policía Motorizado, una banda que a través de su sonido crudo que revisiona de manera acertada elementos un tanto olvidados por el rock argentino, conllevando una frescura en la manera de expresarlos que hace que el oyente se sienta por momentos en un viaje donde las hormonas parecen seguir el rumbo del éxtasis más perturbador sin un horizonte previsible, solo victoreando, la celebración de percibir una especie de emoción primal, que se retroalimenta a través de sonidos, que dan a entender que se trata de música.
3:AM:: “El mato”, comienza su show, con una virtual escenografía, en donde predominan las luces verdes fluorescentes, que a veces se metamorfosean en colores espejados. Arriba del escenario, se encuentra una pantalla, donde se proyecta una especie de viaje frenético e interminable por la carretera, que quizá sirva como metáfora, del concepto de la música de “El mato” (un viaje infinito y desesperado, hacia la esencia misma del rock, entendido como un lugar útópico dónde supuestamente la música nos purgara de toda angustia terrenal).
Así empieza el show con la hitera “Sábado”, y le sigue “Chica Rutera” (con ese torbellino “kraut”, que emana de su estribillo y que se intensifica al final del tema). El público aplaude, y se prepara para quizá, uno de esos momentos que podrían considerarse “epifánicos”(a posteriori de los años),en la historia del rock. El bajo (Santiago Motorizado), y la batería (Doctora Muerte), marcan el comienzo de “Navidad en los Santos”, para que más tarde y en forma explosiva se sumen las dos guitarras (Niño Elefante y Pantro Puto) y acá es cuando parece que las cosas no pasan porque si, sino quién o quienes realmente las buscan. Escuchar ese hipnótico comienzo hasta las fogosas guitarras, es como volver a comulgar la olvidada unión de público y banda como si fueran un solo cuerpo. Traspolable temporalmente a la líbido derramada por quiénes hayan escuchado a Los Gatos en la Cueva, por los que se encontraban sentados en un mesa del Epstein mientras Sumo garabateaba música o para los que bailaban al compás de los Babasónicos, hacia principios de los 90’ en Die Shule,(personalmente no sentía esa sensación desde que vi por primera vez con 17 años, a los Demonios de Tasmania, hacia el año 96, en Dr Jeckyll, recreando su luego con los años, inoxidable “Modelo” 96.). Catalizador de momentos únicos, el público se pierde en un viaje interior hacia las profundidades del inconsciente para luego saltar frenéticamente en el impecable estribillo de la canción (aceleradamente preciso, para no perder, la melodía densa del inicio de la canción). Seguida de esta, “El Mato” pisa el acelerador, y se despacha con “Viejo Ebrio y Perdido”, “El héroe de la Navidad”, para recién bajar un par de “cambios”, con la melancólica “Vienen Bajando”. Rápidamente el ambiente vuelve a agitarse con ese pequeño homenaje a Pavement que es “Amigo Piedra”, (celebración del auto-exihilio, como forma de reinventarse a uno mismo y olvidar el agnosticismo del presente), para terminar a cientos de km por hora con las incandescentes “Tormenta Roja” y “Prenderte Fuego”.
Así se despide “El mato”, con Santiago Motorizado tirado en el piso, mientras el bajo es tocado por un desconocido, y el “noise” final de las guitarras, es acompañado a todo trapo por la batería. Culmina la presentación de una banda que tiene como máximo “leiv-motiv” de su obra, la composición de canciones que apuntan a marcar un estado de animo de época y al mismo tiempo a transgredirlo generando un concepto de rock que podría denominarse “nueva vida”, tanto para la misma escena musical como para el mundo representacional que la integra.“Lánguidos”, “gronchofilos”, “drogui-dancers”, y demás especies, lo festejan.
Bernardo Damián DimanMenendez
martes, 3 de julio de 2007
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1 comentario:
Mis mas respetuosas congratulaciones para un escritor de la ostia! Te felicito por tu blog, es super profesional! Algo aprendimos de la UBA!
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