El arte, y especialmente la música, numerosas veces, nos sirve como refugio de los miedos e inseguridades que atraviesan nuestras vidas desde pequeños. Nick Drake, a través de susurros musicales atemporales, pareciera ser una muestra del trágico poeta que nace con la mejor estrella, y que avizorando la extinción de la misma, elige ascender al mágico y celestial panteón de los románticos eternos.
Brotes de agreste romanticismo
“Batallas, tempestades, amoríos, por mar y tierra, lances, descripciones, de campos y ciudades, desafíos y el desastre y furor de las pasiones, goces, dichas, aciertos, desvaríos, con algunas morales reflexiones acerca de la vida y de la muerte, de mi propia cosecha, que es mi fuerte” (Jose de Espronceda en su poema Canto I).
Los románticos presentan dos características fundamentales: Primero, su constante necesidad de buscar nuevas experiencias o sensaciones y su particular relación con la naturaleza. Esto les da a lo mismos un carácter revolucionario e inestable a la vez.
Nicholas Rodney Drake, nació en Birmania en 1948, debido a que su padre se encontraba supeditado a cuestiones laborales por esos tiempos. Luego de una forzosa vuelta a tierras británicas debido a que el clima tropical perjudicaba su salud, despierta una temprana afición por la música, logrando a los 4 años componer su primera pieza musical en piano, titulada “Cowboy Small”.
Ya hacia mediados de los 60’, el fanatismo por los Beatles y Bob Dylan, obligó a sus padres a comprarle su primera guitarra. Pese, a ser un atleta dotado naturalmente y caer bien, entre sus pares, Nick gustaba de la soledad y la observación de cualquier elemento de la naturaleza, sean las estrellas, los árboles o cuerpos celestes. Luego de finalizar su instrucción primaria en el prestigioso centro público de Marlbourough, se traslada a Cambridge en 1967, para comenzar sus estudios de literatura inglesa. Así, entre días de soledad, incipiente autismo y drogas, Nick comienza de a poco, a hacerse medianamente conocido en el circuito folk. de Cambridge. A finales del 67’, se junta con Robert Kirby, quién empieza a colaborar en algunos arreglos de las canciones de Nick, muchos de los cuáles recién verían la luz pública, casi veinte años después en compilados como “Time of no Reply”o “Tanworth in Arden, 67-68”. Luego de un viaje alucinógeno a Marruecos, donde cuenta la leyenda, desafió en un duelo acústico de fogata y haschís, al mismísimo Brian Jones, conoce a alguien que iba a ser fundamental en su carrera para mal y para bien: el productor Joe Boyd. Dueño de la compañía Witchseassions Productions y joven veinteañero al igual que Nick, queda fascinado al escuchar sus canciones. Su particular uso de las afinación de la guitarra, sumado a los clusters tonales que utilizaba, daban esa sensación de una hipnótica delicadeza clemente y hosca a la vez, ya sea para describir el paso ineludible del tiempo a través de personajes o marcos naturales como las estrellas, ríos o árboles.
Hacia 1968, y con Joe Boyd, como productor, comienza a grabar “Five Leaves Left”. El albúm rastrea cierta influencia del “Songs of Leonard Cohen” y del “Astral Weeks” de Van Morrison, en el sentido de la intensidad confesional de las canciones. A nivel sonoro y estructura instrumental, el disco es claramente orgánico en su sonido. Los arreglos luego de una intensa disputa con Boyd, fueron grabados por su amigo Robert Kirby, excepto en la canción “River Man”, realizados por “Harry Robinson”. Los mismos suenan barrocos, a través del uso de violonchelos y contrabajos, y encajan perfectamente en esa climatología melancólica y agreste, que acompaña a las canciones del álbum.
En la portada, se ve a un joven Nick mirando hacia abajo por una ventana, y en contratapa del albúm, se encuentra el mismo en cierta actitud desafiante, mientras se apoya en una columna de la calle. Ya desde el título, “Five leaves left”, (cinco para terminar) Nick habla sobre su obsesión por el paso del tiempo que deja atrás los recuerdos puros y virginales de su adolescencia. Los personajes descriptos en las canciones (Betty,) quedan estancados en la duda eterna de las acciones a tomar y lo único que fluye con normalidad parecieran ser los ríos, las flores y las estrellas. En temas como “Day is Done”, menciona la lapidaria duda existencial que nos acecha una vez desprendidos del refugio uterino, “when the bird has flown, got no one to call your own, got no place to call your home, when the bird has flown” (Cuando el pájaro ha echado a volar, no tienes a nadie que te llame, no tienes ningún lugar al que llamar a tu casa, cuando el pájaro ha echado a volar). También hay lugar, para narrar, ese estado de consciente abatimiento que conllevaba, desde pequeño. Así, despreocupándose de cualquier intento de colgarse del circo de neón de los famosos en la música, Nick Drake, en “Fruit Tree”, y con solo 20 años, narra en la canción, “Fame is but a fruit treeSo very unsound, It can never flourish, Till its stalk is in the ground, So men of fame, Can never find a way, Till time has flown”, (La fama no es más que un árbol frutal, Así, tan inestable, Nunca puede florecer, Hasta que su tronco está en el suelo, Así es como los hombres de fama, nunca pueden encontrar un camino, hasta que el tiempo ha volado”). Nick, parecía ser consciente de que pasan los hombres y el éxito o no de las mismos, y solo quedan las canciones. El disco, representa en síntesis, una suerte de autoexilio romántico, paisajista y agreste, que pareciera marcar un viaje de ida y sin retorno, dónde talento y creatividad, lidiaban con la marea turbulenta de la inestabilidad emocional, aún no tan visible en Drake. Así, como el lado bueno de Joe Boyd, eran sus dotes como productor, el malo era su poca capacidad para lograr difusión y promoción con el disco. Con la decadencia de los estribillos del “Mersey Beat”, eran tiempos de canciones de protesta y los cantautores de Folk, llevaban las de ganar. Sin embargo, una vez editado el disco en 1969, no tuvo reseñas favorables de la prensa especializada, y el único que lo apoyo con mediano entusiasmo fue el Dj de la BBC Jhon Peel. Incluso fue tal el nivel de desorganización, que la funda del álbum tenía, el orden de los temas de manera incorrecta.
Bernardo Damián Dimanmenendez
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