miércoles, 26 de septiembre de 2007

Ciclo en el Victorial: Tormenta Eléctrica




El ciclo de música en el teatro Victorial, comenzó con la participación de las agrupaciones, Ul, Travesti y Hacia dos veranos.
En un día de tormentas eléctricas, la energía eléctrica y caótica a la vez, de las mismas pareció trasladarse a las bandas, que haciendo gala de su perturbante y endilgante musicalidad, demostraron que no solamente el cielo puede conmovernos, cuando descarga su furia.

Miércoles, quizá el peor día de la semana. En el medio de todo, y aún lejos del descanso pos-viernes, sumado al clima adverso imperante, hizo que el nombre de dicho día, sonara plenamente ideal.
UL, abrió la jornada alrededor de las 21 y 30. De entrada los ex – Reynolds, demostraron a través de una formación compuesta solamente por 3 guitarras, que la génesis de sonidos vanguardistas, parece quedarles fuera de cualquier testamento o dogma musical. Así llevaron a la audiencia a través de acordes disonantes, feedback, efectos de guitarra, o a través de uso del cello de violín sobre las cuerdas, a una especie de tempestad sonora, donde los mismos parecían presagiar un diluvio universal y apocalíptico. Así, en medio del diluvio, su show fue continuo sin jamás atinar a un respiro, sino que de acuerdo a la parte practicada subían o bajaban la intensidad de la música que encandilaba a los oyentes sentados dentro del teatro, y lo más importante, jamás hubo un repertorio o tema en juego, sino solo arte espontánea, y valiosamente vanguardista.
Más tarde, llegó el turno de los sureños Travesti. De entrada, el juego de teclados y los extensos feedbacks de guitarra, parecían ser como centelleantes relámpagos, de esos que se notan en la parte más intensa de una tormenta. Así en medio de los latigazos encandilantes, (como si cada tema fuera esa luz de la soldadura que ciega en cuestión de instantes), pasaron “Bloody Marie”,Juventud Residual”, “ADN”, “Poder Florecer”. Luego cerraron apelando a su talentosa capacidad para el grotesco e ironía musical con “ILOVEROLLINGSTONE”, ofreciendo un constante fraseo de “Satisfacción” de los Rolling Stones, para finalmente pasar a “Filo Perverso” y sobre la base de esta canción, llevar al extremo todo doctrina o teoría del rock, cantando sobre el mismo tema “El hada violada” de los Ratones Paranoicos, uniendo en forma acertada el mejor legado de los ratones, con formas totalmente disímiles de su música, como puede ser el tecno industrial, que recorre la factoría musical de los “travas”.
El cierre, casi como epílogo del diluvio sonoro y musical, estuvo a cargo de “Hacia dos Veranos”. Banda de cierta musicalidad onírica y que busca a través de la composición de su música, una especie de aureola boreal infinita. Los espectadores empiezan a sentir que los relámpagos sonoros musicales crudos y duros, que antes ofrecieron UL y Travesti, son reemplazados por un viaje dinámico, como si vieran las mismas luces y nuevas vidas que avisora el protagonista de Odisea en el espacio 2001.
A cada nota de guitarra, los acordes de Farfisa que se van superponiendo, dan la sensación de una “atemporalidad”, en dónde hay sueños de infanticidio y renacimiento existencial, para luego a través de estallidos estruendosos, enfocar hacia el infinito al oyente y más allá de este también. Así pasaron “Preludio”, “Sueño”, “Despertar” y “De los valles y volcanes”, entre otras.
La noche arengaba viento y más lluvia, casi como decorado perfecto de la capacidad de llevar a un estado volátil, caótico y esplendoroso a la vez, a los concurrentes, que las tres bandas a su manera, supieron llevar a estos. Una pequeña muestra de que el rock o la misma música a través de sus sonidos, pueden reflejar la misma fuerza de la naturaleza, y trasladar a los oyentes a un mundo vibrante, construido a través de plena creatividad, como si la Tierra en lugar de árboles, valles y montañas, estuviera plagada de cuerdas, teclas y platillos.

Bernardo Damián Dimanmenendez

domingo, 23 de septiembre de 2007

La Dama elige


El pasado jueves en el local Kimia de Palermo, la agrupación Top Manta, ofreció un repertorio chispeante y sobrio. Hoy en día, que la propuesta del hedonismo “rocker” pasa más que nada, por aceptar una frívola propuesta estética, los manta conllevan una efervescencia musical, como si fuera el mejor vino, ese mismo, (que copa e invitación de por medio), ninguna dama se niega a aceptar.

Kimia bar clásico nuevo bar palermitano, que a priori ofrece un confort excesivo y poco olor a rock, lo cuál se ve reflejado en la actitud “nazistoide” del personal de seguridad propenso a pedir identificaciones a gente que a simple vista supera la veintena de años. Por si fuera poco, el precio de las bebidas oscila entre los 15 y 20 pesos, que sumado al de la entrada misma, pareciera que estaría asistiendo a una gala de Juanita Viale más que a un concierto de una banda under.
Pese al contexto poco amigable, Top Manta salió a tratar de contrarrestar con su “Power-Brit”, acelerado y contundente, el clima autoritario del lugar.
La idea misma de los Manta de plantear su fórmula musical como una coctelera en la cuál cada tema pareciera ser un ingrediente que le pone pimienta a un supuesto “trago musical”, hace que desde el inicio de su show, la atención de los concurrentes se precipite hacia los sonidos derramados. Como si fuera un tertulio instrumental, con el objetivo de conquistar a los oyentes, más allá de que estos en el fondo sigan terminado el show sus vidas de siempre, como esas chicas, que por momentos tenemos, pero en cuestión de segundos e inesperadamente, se nos van de las manos, (lágrima y decepción final mediante, pues como sabemos el músico dispone, y el oyente elige, de la misma manera, que el hombre dispone, y la “femme” decide en última instancia).
El show arranca con “Tu nada”, le sigue “A Solas con ella” y cierran esta primera parte del show, con “El Nuevo”.
Claramente en esta primera parte se observa el juego directo de guitarras y “yeites” empapados de rock frenético de los Hermanos Gómez (Nicolás en guitarra y Matías en voz), teniendo el respaldo de una batería clave en la manera de acelerar los brazos en los momentos más explosivos de los temas, y un bajo que suena agudamente acertado, llenando lo justo y necesario (fundamental para que la banda resuelva los silencios de la guitarra sin caer en sobredosis instrumentales o abismos melódicos).
Clave para entender su lenguaje musical hedonista, pleno de alienación cosmopolita, suenan “Como la Gente” y “Mi Neurosis”, y la performance de los integrantes en el escenario se enfoca en desafiar la calma de los escuchas sentados, cosa que finalmente logran con “Generación”. Vigoroso en energía y de fulminante final, utilizando el famoso “speach” vocal “Hey, Hey, Hey”,(el que va de los Who a los Ramones, el que va de Neil Young a Nirvana), que sirve como clara metáfora combativa propensa a arrasar con todo lo que se ponga por delante (incluso hasta los “Nazi-bots” de la puerta dieron vuelta sus cabezas para escuchar el tema).
El show cierra con un “Chasquido x Por la Paz”, cuya ebullición musical, recorta el sonido hacia un punto febril de la música, impregnando en su aplicada insolencia musical, las ganas de que el trago servido, sea el mejor degustado por los oyentes, más allá, de que la despedida y (puertas afuera mediante), la calle enmarque a estos, de nuevo en la cruda realidad. El rock debe tratar siempre de ser un desafío dispuesto a probar, como un tertulio oculto y utópico, que más allá de los dolores emocionales, siempre vale la pena degustar. Así como Top Manta lo intenta a través de su arte, sin temor a que las ecuaciones musicales no aseguren éxito o alegría, del mismo modo que nosotros a nuestra manera, nos llenamos de dolor y pasión en el teorema sin resolución que es el amor, porque como bien sabemos todos, en última instancia, el público y la dama eligen.

Bernardo Damián Dimanmenendez

domingo, 16 de septiembre de 2007

Conjunto y Solución




El pasado sábado, las agrupaciones Alfonso el Pintor y Travesti, se presentaron en la pintoresca Casa Brandon. Las diferentes propuestas (intimista en el caso de los primeros y marcadamente energético en los segundos), resultaron por igual de acertadas, enfocando (cada uno a su manera), diferentes modos de utilizar a la música, como elemento expiatorio de fantasmas y convicciones personales.

La Casa Brandon un elegante salón multiculturalista, ubicado en Almagro (un barrio con mil y una historias para contar), sirvió de acogida para que Alfonso el Pintor y Travesti desplieguen sus respectivas ondas sonoras, las que en el fondo y, instrumentos mediante, hacen presente el inconsciente de imágenes que recorre la mente de sus integrantes.
Alrededor de las 10 de la noche, dio inició el show acústico de Alfonso el pintor.
Abrieron con la juguetona “Vamos a seguir pintándonos”, haciendo gala de una acertado uso de programaciones y suaves arreglos de guitarra y siguiéndole a continuación la “beat”, “Te gusta el rock”.
Así llega “Calma”, tema que quizá resumen el mundo compositivo de Emiliano Sánchez (líder y cantante de los “pintores”). El tema comienza con una programación que tiene sus raíces en el “kraut” melifluo y agreste que tiño el principio musical de la agrupación alemana Kraftwerk (especialmente el disco “Ralph and Florian”), y la letra clarifica a través de contrastes positivos y negativos, un cierto estado de abatimiento diario, en donde la calma solo puede ser lograda, si solo tenemos la fe de creer en algo, más allá de todo obstáculo nostálgico.
Haciendo honor al nombre que la banda conlleva, aparecen las dos últimas pinceladas musicales de la noche de Alfonso el pintor. Así a través de minuciosos arreglos de guitarra electroacústica (Maximiliano Urrutia), que rellenan suavemente la voz (clara influencia del clasicismo inglés que Jhonny Marr sabía explotar en las baladas de los Smiths) suena como si fuera un trazo fino de letanía musical “Eso Vale”. Bien llevada la percusión y prolijo el bajo, (Franco Peralta y Andrés García respectivamente), el tema cobra valor por la sencillez y efectividad confesional que logra con el desarrollo del mismo.
El show cierra, con “Viendo a Marte”, como si el horizonte de búsqueda existencial y matizado con programaciones “pseudo-kraut”, ubiquen al planeta Marte, como fin de un viaje, dónde las aguas de romance y aceptación de uno mismo, avisten una especie de “América purgatoria”, de toda tristeza o abatimiento terrestre.
Media hora más tarde Travesti, inicia su show. Y como casi siempre ocurre, cada vez que los “travas” tocan, pasan cosas que superan el estándar esperado de un show musical.
Violadores de toda forma creativa o norma contextual, el show abre con “Juventud residual”, reflejo visceral y crudo de la esencia musical “caversónica” e industrial que la agrupación bonaerense respira desde sus inicios.
Le sigue “Polstergeist”, para explotar definitivamente con “Bloody Marie”. En dicho tema, Floxon (guitarra y voz), comienza a pasearse por su guitarra entre el público, y luego de forzar a que los concurrentes sentados se ponga de pie, (atosigándolos con su guitarra), y permite (ayudado por un fecundo “noise”), que el público arañe su guitarra, texturando e impregnando la música ofrecida por interacción del concurrente y artista, y dejando en ridículo el concepto de exposición vertical músico-audiencia, como naturalmente ocurre en los shows musicales.
El público alborotado recibe los últimos latigazos, con la psicodélica “ILOVEROLLINGSTONES” y la sugestivamente bailable (como si fuera un ritual pagano y divino), “Poder Florecer”, mientras Alejandro Torres golpea poseído sus teclados, como si oficiara una misa vudú.
Así pasaron dos propuestas musicales diferentes. En el caso de “Alfonso el Pintor”, más enfocada en la seducción del intimismo confesional y edulcorante, en el caso de Travesti, manifiestamente catártica y visceral. Ambos a su manera demuestran su forma original de pertenecer a la música, fuera de todo “Kabuki” (populismo) y misógino mesianismo.

Bernardo Damián Dimanmenendez



lunes, 10 de septiembre de 2007

Marines musicales al ataque


El pasado Domingo en Castorera, la agrupación musical Michael Mike, se presentó ofreciendo un desbordante repertorio, como si se tratase de una invasión musical, usurpando a través de su música todo elemento que no se corresponda con la dosis de hedonismo y festividad que su arte demanda.
Baile, swing, euforia y por sobretodo canciones para que los huesos del esqueleto se muevan sin ningún “auto-stop”, que aviste algún tipo de final.

La música desarrollada como una invasión sonora con el objetivo de ocupar el cuerpo del oyente, a través de un guiño cómplice de ironía y algarabía, que rompa cualquier barrera o muralla construida por ladrillos de lamentos y desgano.
Esa parece ser la tarea de los Michael Mike, combinando de manera adecuada una “operación musical” que desarrolla una fuerte presencia escénica, versatilidad de sus integrantes en el desempeño de los instrumentos y más que nada, canciones que rápidamente invitan al movimiento aleatorio de pies, manos y cuero cabelludo.
Así los “Michael”, metamorfoseados en una especie de “Marines Musicales”, realizan una estrategia de conquista, que comienza en su porte estética y escénica como queriendo recortar, (ya antes de la ejecución de su propio arte), un universo de sentidos enmarcado en la celebración del hedonismo, por el solo hecho de sentirse jóvenes y poseedores de una energía que irradia la pujanza de querer llevarse al mundo, (música mediante) por delante.

El show se inicia con “Rojo + que Negro”, seguida por “Gente Preciosa”, canción que bien podría simbolizar la esencia de estos “Marines Musicales”, a través de un adecuado uso de “break-beats” neoyorquinos del rap de los 80’, y plena de apología narcótica y fiebre parrandera.
Le siguen las ácidas y deformes baladas “Ballena Surtidora” y “Tanta Gente de Color”, poseedoras de un lenguaje que apunta al grotesco surrealista y paradójico de la vida misma (la letra de “Tanta gente..”, narra: “Tanta gente de color, estacionada en mi barrio, en mi plaza, y yo soy judío y nunca nadie supo bien a quién vote”.
Todo ejército cuenta siempre con algunas armas de mayor sofisticación, para dar más firmeza y seguridad a su conquista, entonces traspolado a esta especie de “rangers musicalizadores”, Michael Mike dispara dos de sus mejores piezas, a través de la poderosa y envolvente instrumental “Introversión”, y la eclecticidad e hipnosis musical que emana “Sara”, la cuál es rematada con un épico estribillo catárticamente emocional (pequeño homenaje a lo mejor del “Regio Rock” mexicano, que va desde Molotov a Kinky).
Cualquier invasión necesita de algún rango que defina los planes a seguir, Michael Mike, paradójicamente y al contrario de esto, apoya la composición de su arte, en la versatilidad y capacidad de adecuación “multi-instrumentalista” de sus integrantes. Así salvo la batería y los sintetizadores (propiedad exclusiva de Jean y Wildcat, respectivamente), los demás integrantes, (ya sea, Cuca, Zeca, T.J. y Big M), según la canción, se pasan de un instrumento a otro, ejerciendo con sutileza, una versatilidad, que tiene como objetivo la canción y no el egocéntrismo o “maneísmo individual”, para que la estrategia de “Marines musicales” sea efectiva y contundente, evitando cualquier “Waterloo musical”.
El show continúa con “Perro”, “Porno”, “El Amante Latino” y la imbatiblemente bailable “Charly Border”.
El show cierra con “El Ritmo que pide tu barrio”, (clara influencia del “old dance” de principios de los 90’), quizá como epílogo perfecto, de la idea de invadir toda persona o lugar físico, a través de una sonoridad pegadiza y ecléctica, desarrollada mediante un dinámico lenguaje musical, cuyos efectos de conquista del oyente son inmediatos, casi tanto como las mejores invasiones perpetradas por “marines” o “rangers”, pero afortunadamente, las armas aquí utilizadas, tienen forma de canción.

Bernardo Damián Dimanmenendez