domingo, 16 de septiembre de 2007

Conjunto y Solución




El pasado sábado, las agrupaciones Alfonso el Pintor y Travesti, se presentaron en la pintoresca Casa Brandon. Las diferentes propuestas (intimista en el caso de los primeros y marcadamente energético en los segundos), resultaron por igual de acertadas, enfocando (cada uno a su manera), diferentes modos de utilizar a la música, como elemento expiatorio de fantasmas y convicciones personales.

La Casa Brandon un elegante salón multiculturalista, ubicado en Almagro (un barrio con mil y una historias para contar), sirvió de acogida para que Alfonso el Pintor y Travesti desplieguen sus respectivas ondas sonoras, las que en el fondo y, instrumentos mediante, hacen presente el inconsciente de imágenes que recorre la mente de sus integrantes.
Alrededor de las 10 de la noche, dio inició el show acústico de Alfonso el pintor.
Abrieron con la juguetona “Vamos a seguir pintándonos”, haciendo gala de una acertado uso de programaciones y suaves arreglos de guitarra y siguiéndole a continuación la “beat”, “Te gusta el rock”.
Así llega “Calma”, tema que quizá resumen el mundo compositivo de Emiliano Sánchez (líder y cantante de los “pintores”). El tema comienza con una programación que tiene sus raíces en el “kraut” melifluo y agreste que tiño el principio musical de la agrupación alemana Kraftwerk (especialmente el disco “Ralph and Florian”), y la letra clarifica a través de contrastes positivos y negativos, un cierto estado de abatimiento diario, en donde la calma solo puede ser lograda, si solo tenemos la fe de creer en algo, más allá de todo obstáculo nostálgico.
Haciendo honor al nombre que la banda conlleva, aparecen las dos últimas pinceladas musicales de la noche de Alfonso el pintor. Así a través de minuciosos arreglos de guitarra electroacústica (Maximiliano Urrutia), que rellenan suavemente la voz (clara influencia del clasicismo inglés que Jhonny Marr sabía explotar en las baladas de los Smiths) suena como si fuera un trazo fino de letanía musical “Eso Vale”. Bien llevada la percusión y prolijo el bajo, (Franco Peralta y Andrés García respectivamente), el tema cobra valor por la sencillez y efectividad confesional que logra con el desarrollo del mismo.
El show cierra, con “Viendo a Marte”, como si el horizonte de búsqueda existencial y matizado con programaciones “pseudo-kraut”, ubiquen al planeta Marte, como fin de un viaje, dónde las aguas de romance y aceptación de uno mismo, avisten una especie de “América purgatoria”, de toda tristeza o abatimiento terrestre.
Media hora más tarde Travesti, inicia su show. Y como casi siempre ocurre, cada vez que los “travas” tocan, pasan cosas que superan el estándar esperado de un show musical.
Violadores de toda forma creativa o norma contextual, el show abre con “Juventud residual”, reflejo visceral y crudo de la esencia musical “caversónica” e industrial que la agrupación bonaerense respira desde sus inicios.
Le sigue “Polstergeist”, para explotar definitivamente con “Bloody Marie”. En dicho tema, Floxon (guitarra y voz), comienza a pasearse por su guitarra entre el público, y luego de forzar a que los concurrentes sentados se ponga de pie, (atosigándolos con su guitarra), y permite (ayudado por un fecundo “noise”), que el público arañe su guitarra, texturando e impregnando la música ofrecida por interacción del concurrente y artista, y dejando en ridículo el concepto de exposición vertical músico-audiencia, como naturalmente ocurre en los shows musicales.
El público alborotado recibe los últimos latigazos, con la psicodélica “ILOVEROLLINGSTONES” y la sugestivamente bailable (como si fuera un ritual pagano y divino), “Poder Florecer”, mientras Alejandro Torres golpea poseído sus teclados, como si oficiara una misa vudú.
Así pasaron dos propuestas musicales diferentes. En el caso de “Alfonso el Pintor”, más enfocada en la seducción del intimismo confesional y edulcorante, en el caso de Travesti, manifiestamente catártica y visceral. Ambos a su manera demuestran su forma original de pertenecer a la música, fuera de todo “Kabuki” (populismo) y misógino mesianismo.

Bernardo Damián Dimanmenendez



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