martes, 18 de diciembre de 2007

Estrellados por el rock



El viernes pasado la agrupaciones Volco y los Reyes del Falsete, se presentaron en el Tío Bizarro. Tomando al rock, como un lugar dónde la creatividad de los artistas se define por su capacidad para bajar a tierra (instrumentos mediante) la energía que emana del cosmos y nos baña diariamente en forma invisible, las bandas cable a tierra mediante, le dieron tono a la húmeda noche de Burzaco.


Entré y saludos mediante, a la gente encargada de las entradas, decidí hacerle una oferta de 5 pesos por el último disco de Volco. De buena manera aceptaron, y cuando me dispuse a abrir el cd, encontré una hoja vieja del conservatorio “La Médica”, con un epígrafe que decía: “Que aquí comience un texto que tome forma en el Cosmos”, algo de eso intentaré para que estas mismas líneas que darán cuenta de aquella noche de música permanezcan imborrables al paso del tiempo y sea muestra de un pequeño mundo, en el cuál, una noche de Octubre, fui partícipe mudo.
Volco con casi 10 años de carrera y 3 albúms editados, ha pasado de una veta electrónica experimental, hacia un lugar más descarnadamente directo y confesional a partir de su ultimo trabajo, “Fiebre de Rock and Roll”.
Abre el show con el tema homónimo de su último disco, y a partir del cuál el artista parece situarse en un rock, que a partir de los acordes y los sonidos buscados, parece situarse en una especie de peñasco final, consciente de la ruinosidad de la vida misma y utilizándolo como purgatorio de todos los sueños rotos.
Algo de eso parece rastrearse, en la filosidad vocal de “Fiebre..”, que empieza con esos acordes claves para entender el rock de bandas que tratan de auto-exiliarse del exceso como los Who de mediados de los 70’, para luego pasar a esos estribillos burbujeantes y directos de La-Re-Mi y vuelta a La.
Le sigue “Anzuelos”, “Miss Sentimiento Otoño” y la acelerada “Toda Mía”.
A continuación aparece el mejor tema del show, “Hey, vino y Pan”. De una narratividad musical que busca en valores que dignifican la moral del ser humano, el “Hey”, en realidad, es el último arrumaco a un amor que se va, el cuál a través de los arpegios cruzados de las guitarras, logra un climax intimista y dulzón a la vez.
Si el rock, que emana Volco en su último trabajo, funciona como crucifijo renovador de aguas estancadas hormonales y abundantes de ateísmo posmoderno, es correcto que los covers de Neil Young, “Rocking in the Free World” y de los Who, “The Seeker”, dando cuenta que la música es parte de la vida misma, y que el camino a encontrar, cada uno lo busca a su manera, errado o no, la hidalguía es lo último que se debe perder, más allá de la “futura cabeza contra la pared”, que tarde o temprano todos nos damos.
El show, cierra con un pequeño homenaje a Sumo, con el tema “Mejor no Hablar de ciertas cosas”, aunque si lo tomamos como guiño irónico, cuando se habla de rock, se puede hablar de numerosas cosas, hasta el punto que muchas veces, la música que oímos por la calle (autos, bocinas, trenes, etc), muchas veces también puede ser rock..
A continuación, “Los Reyes del Falsete”, formados por dos guitarras y una sola batería, demostraron porque son una banda prometedora, no solo por edad, sino también por capacidad de perfomance escénica sin temor al ridículo, que los ubica en un plano dónde la tabúla rasa creativa, queda holgadamente desdeñada.
Con sólo dos guitarras, y una batería, Los Reyes, abren con “Pacheco”, “El Gran Cohete” y “Mi Chica”. Así llegan al mejor tema de la noche, “La Fiesta de la Forma”. Pleno de aformidad sonora y compositiva, pero que en su inarmonía a través de los sonidos espesos del teclado, (al comando del baterista) y los juegos de las dos guitarras, adquiera una geometría musical más que interesante.
Así aparece un tema que da cuenta de los inicios ago-ago “beat” de la banda, sustentada en su la hilarante capacidad vocal de sus miembros, “Contale al Mundo”. Pieza musical, simple y pegadiza, la cuál por motivos inexplicables no grabarán en su próximo primer disco, a editarse en los meses entrantes.
La objeción viene por lo siguiente, si uno tiene una marca, ya sea interior o exterior, por el flujo mismo de ser un cuerpo caliente y darle motricidad a este, a partir de estímulos que uno adopta por convicción o simple gusto, es incomprensible que se crea maduro, deslindando su esencia, en síntesis, todos sabemos, que la madurez, es el lapso en que uno se traiciona a sí mismo y solo eso. Los Reyes del Falsete, son un extracto valorable del “A Cappella”, de muchas bandas “sixties”, y a partir de un vuelco hacia el minimalismo experimental sonoro, parecen ostear el post-punk de “Devo”. Para ser más exactos, la banda parece ser el ágape de Brian Wilson, buscando que el plato final sea elegido por Mark Mothersbough. (fundador de Devo). De hecho, cuando se paran en un costado puramente sónico o alternativo, quedan a mitad de camino entre su naturaleza y algo forzado, cosa que se evidenció en sus últimos dos temas, “Yabrán” y “El Telefonista Loco”.
Más allá de esto, el crédito por edad y condiciones es abultado aún para ellos, pero es obligado dar cuenta que Violeta Parra, siempre supo que jamás sería telonera de los Shakers, del mismo modo que los Shakers tampoco de Horacio Guaraní.
La noche cónclave de reflexión y exceso según la ocasión, pareció quedar una vez más atrás, y pese a que nadie sepa bien lo que pasa con su vida, una buena manera de descifrar los interrogantes es a través del rock, porque al final, cuando la luz de la misma vida se apaga y predecimos que la melodía final suena para todos igual, el tema pasa porque más allá del cierre idéntico, el inicio y el estribillo que nutrimos día a día, hagan (pese al inevitable cierre) un tema loable, en cuánto a afectuosidad y candor. Algo de ese constructo espiritual paso por las figuras de Volco y los Reyes del Falsete, ( más allá de las formas artísticas respectivas), es claro, que estar en la música y especialmente en el rock, es permanecer siempre en el lado en el cuál, a las estrellas del cosmos, más le place iluminar.

Bernardo Damián Dimanmenendez

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