domingo, 24 de junio de 2007

La Nueva Opereta Porteña




El pasado viernes 15 de junio, la agrupación capitalina Mataplantas, se presento en el Centro Cultural Floreal Gorini, buscando recrear en forma ordenada y conceptual su último disco “Hickie”. El show mostró el crecimiento de una banda, que a través de un decorado “tropical” y kitsch a la vez, logró reflejar la melancolía y sátira que caracterizan a su última placa editada.

El pequeño teatro con plateas ascendentes y sillas de plástico sobre sus laterales, aparece ambientado como en una especie de paraíso tropical e intimista, (palmeras decoradas por veladores y conejos de plásticos). Este era el marco para que Mataplantas desarrolle su último disco, tal como fue fueron grabados lo temas, con el objetivo de recrear en vivo, las distintas sensaciones ambivalentes que transmiten sus canciones a lo largo de “Hickie”.
Surgidos bajo el nombre de Bárbara Feldon, y luego de replantearse ciertas cuestiones de relevancia artística, cambiaron su nombre por Mataplantas hacia fines del 2004 para editar al año siguiente su primera placa, “El sueño del Hombre Pulpo” y terminar de dar un importante salto hacia delante con “Hickie” (2006).
El universo musical que plantea Mataplantas, esta lejos como dicen muchos de recrear una especie de “Music Hall Indie”. Su planteo musical esta más cerca de la Opereta (género musical de asunto ligero y carácter alegre practicado mucho a fines del siglo XIX), debido a la efectividad y simplicidad de su obra, que acentúan la sensatez y el vigor espiritual de la misma.
A las 12 de la noche, los veladores se prenden y el show comienza, con “El ilusionista”, un tema que comienza en forma de tranquila balada, (narrando las supuestas vivencias que hacen a los circos rodantes y varietés), seguida estribillo “beat”, para luego perderse casi de manera amenamente cósmica entre los arpegios de guitarra y arreglos de voces que sirven como puente para el próximo tema. “La gente que no aplaude, que es la gente de Capital”, como menciona Pablo De Caro en su tema, acertadamente y sin dejo de ironía comienza a batir sus palmas. Le sigue, ”Swing Lobo in Puerto Rico”, tema marcadamente ecléctico que comienza con un notable fraseo de bajo (Maxi García) y los arreglos triádicos en guitarra (Pablo Malaurie), y luego de la explosión que ocurre en el medio de la canción, cierra con un final en clave “funky-rapper”. Mataplantas, de a poco nos va adentrando cada vez más en su universo “Hickie” (que más que una palabra o concepto, está más próximo de ser una especie de caballito histriónico y combativo artístico de la banda), así suena la pegadiza “El Apocalipsis”, mostrando como las influencias ago-ago, de sus inicios son trabajadas de una manera mucho más acertada y fresca, logrando que la misma melodía “beat”, adquiera una intensidad, que lleve su música a una especie de “Hard-ago-ago”, con guitarras que se cruzan y rápidos riffs, que son aprovechados precisamente por la melodía de la voz. Toda opereta tiene su dosis de sátira y el hit “Vestida Para matar”, (describiendo la “vuelta a las canchas de una cuarentona de largo andar”), intensifica esa especie de “hard ago-go”, que da paso al delirio del público que se mueve al compás de la música. Luego de subir el clímax del show, le siguen el vodeville “Las hijas del Mendigo del circo”, y el rock “al palo”, “Electric Conga”. Así pasan a cerrar esta primera parte del show, (sin vociferar una sola palabra al público y utilizando para realzar el concepto artístico de “Hickie”, (y lo que el mismo conlleva,) la música y el decorado como único “modus operandi” de expresión, con el pegadizo “Hickie from Kenickie”, tema donde acertadamente se vuelve a repetir esa fórmula tan personal y elogiable, de “hard ago-go”. Mataplantas nos muestra, la parte más catártica de su pequeña opereta, y en esta segunda fase del show, va a enfocar su música hacia un lado más introspectivo, pero no en forma solemne ya que descuidaría la frescura del concepto de “Hickie”, sino sugestivamente delicado y teniendo como meta la canción que seduce los oídos en cuestión de segundos. La caja de ritmos, le da pie a la acertada batería (Nazareno Gil) y los arpegios de guitarra, “para que los magos y reinas”, que canto De Caro, le den forma a “Locurita”, un tema que busca el dial de composición, en la frecuencia de “Spinetta Jade”. Le siguen la foxtrot “El gran Django”, de inspirada melancólica melodía, para luego volver a subir el tono, con el rock crudo de “El Espantapájaros”. El show se acerca al final y comienza el tercer y último acto, de un enfoque marcadamente más crudo y acelerado. Mataplantas, sube aún más la apuesta y a pura descarga hormonal, a través de sus instrumentos, le pone calor con ese torbellino de rockabilly que es “6:am,” para luego continuar en el mismo tono con la densa y abrasiva “Trompada”, mientras un “proto-Jazzy Mel”, rapea espasmódicamente con su cuerpo el ritmo de la música emanada. Con el público completamente encendido, y con el mencionado “Proto-rapper”, vociferando a través de un megáfono “Recuperando el Control”, da comienzo ese notable intento de mezclar “funk” con “rockabilly” que es “Control”. Al mismo tiempo las pompas de jabón, vuelven a inundar al escenario y al público, para que la dosis de algarabía sea aun mayor. Previo resbalón por el escenario enjabonado debido a las pompas de Pablo de Caro, (afortunadamente sin consecuencia alguna), el show prepara su última sorpresa pictórica. Como de la nada se escucha un sonido de Hammond, pero que no proviene del escenario, sino de uno de sus laterales, así el ambiente producto del sonido que el instrumento emana, crea por unos minutos un clima hipnótico, para que luego los Mataplantas, vuelvan al escenario y sellen su opereta con la playera canción durante su primera etapa “Nanofaradio 6 gotas”, para luego lentamente ir dejando cada uno el escenario, y transcurridos unos segundos vuelva Pablo Maulieri, y el solo con la guitarra, (e intimismo acústico mediante), concluya el tema.
Mataplantas termina la recreación de su disco y del particular universo musical que lo envuelve, dirigen al público sus primeras palabras, y como “bonus”, tocan dos temas de “El sueño del hombre pulpo”, para finalmente cerrar el show en la fría madrugada del viernes. El gélido aire vuelve a golpear los rostros de los concurrentes una vez afuera, pero la mayoría de ellos siente en su inconsciente la certeza de haber observado una banda, (que contrariando su nombre), ha “germinado” con su semilla, el campo nuevamente fértil del under argentino,(nuevamente florecido gracias al aporte de “El Mato a un Policía Motorizado”, “Travesti”, Michael Mike, entre otros), apostando simplemente a la revitalización de la misma canción pop, a través de un universo artístico personal y kistch a la vez, pero teniendo la justeza necesaria para no caer en el barroquismo mesiánico ni en el previsible “naif” musical, sino todo lo contrario, demostrando una frescura y vitalidad, que hacen de su obra, una marcada apuesta a favor del arte más valorable y decoroso, ese mismo, que transmite garra y pasión, (el que en suma), sale desde bien profundo del corazón.

Bernardo Damián DimanMenendez

domingo, 17 de junio de 2007

Ciclo en el Rojas: Victoria, de Paseo



El pasado viernes 15 de Junio, la agrupación bonaerense Victoria Mil se presento en el Centro Cultural Rojas demostrando sus dotes de estetas de la canción pop, y logrando hacer de la abulia y desidia posmoderna sus principales instrumentos, en la composición de su obra.

El marco del Centro Cultural Rojas, con su estructura de anfiteatro cerrado con asientos, produce en el asiduo concurrente a recitales o eventos de música, una metamorfosis en su compostura. Así dispone a éstos, a una postura más relajada, y los enfoca en una “performer” más de escucha, (producto del menor contacto entre los cuerpos de los oyentes que se da al estar parados y amontonados), y al encontrarse cómodamente sentados, pareciera que en lugar de ver una banda estuvieran observando un “film para los oídos”.
Victoria Mil, con más de 10 años de trayectoria artística, y luego de 6 discos editados (dos como Victoria Abril y 4 como Victoria Mil), se constituye hoy en día, como una de las bandas que con mayor altura ha logrado pasar de la transición sónica en la que se inscribió durante los 90’, hacia una obra marcadamente personal, logrando de este modo, que en la mayoría de sus canciones se conforme un universo particular, a través de sus letras y a partir de los efectos de guitarra, samplers, moogs, que son acompañados por la (“yunkie” y grave a la vez), voz de Miguel Castro.
El show abre con “Bien equivocado”, en dónde el “Up, Up”, que repite Miguel Castro, le da paso a la juguetona guitarra de Julian Della Paolera, mientras la base del tema se hace explosiva a través del dueto de batería y bajo (Leonardo Santos y Sebastián Velásquez respectivamente) El tema muestra la quintaesencia de los Victoria Mil, temas en dónde la musicalidad que emanan de sus instrumentos, son decorados por el particular uso del “slang” (que en castellano sería el sinónimo de “argot”, el cuál es un lenguaje sumamente informal que usualmente es más hablado que escrito, y utilizado por grupos particulares de personas, como por ejemplo, los “rockers” británicos, desde los Beatles hasta el presente y en el plano del rock autóctono desde Los Gatos hasta los mismos Victoria ), que se enfoca a buscar el sentido de sus letras, a partir de la aparición súbita de antónimos a las palabras que va expresando (“Estoy bien, bien, bien, bien, bien equivocado”), mientras el tema cierra a través de finos punteos de Moog y rasposos acordes de guitarra. Le siguen la histriónica, “Andi”, (destacando el final del tema dónde el funky se mezcla con una especie de Krautrock especial), reflejando en la letra la paranoia que surge en las relaciones tortuosas, y dejando entrever una cierta desesperación del bonaerense que se inmiscuye con una mujer de la “crema palermitana”. Este “film-show” musicalizado en vivo, continúa y los Victoria Mil despachan las mejores bombas de su arsenal musical, (sobre todo de su disco “Armas” (2001), en dónde terminan de definir su patrón melódico de composición y “Este Cielo de Estrellas Caerá” (2003), su disco más personal y confesional, en lo que refiere a musicalidad y letras). Así repasan, todos los clichés que recorren la mente del joven del siglo XXI, y que a la vez, hacen de auxiliares en la composición de su arte. La explosiva “G-13” ( especie de confesional amor narcótico, con un uso particular de los “loops” de batería y en especial de los efectos de guitarra), “Consejos de arriba”, (donde el yeite de guitarra y el “tapping” de bajo, le dan marco a las visiones de un adicto arrepentido), “Si ibas lejos” (notable armado del puente de la canción, que permite que las guitarras se disparen potentemente), “Acá esta todo mal”,entre otros. En estos dos últimos temas, el “slang” de Miguel, actúa inteligentemente por redundancia de significado, (“Si Ibas lejos, era lejos”, o “Amor triturado, me triture de amor”),como intentando acrecentar el concepto o idea del tema, y logrando que los cortes vocales, no sean tan abruptos como ocurre en muchos de las bandas de pop actual. A continuación, se lanzan, con la impecable “No nos” (“shoegazer” pleno de la guitarra) y la reivindicación de un manifiesto atemporal de la juventud: “queremos vivir hoy porque no nos importa el mañana”, canta Miguel Castro.
El show promedia la hora, y este film musicalizado en vivo, esta llegando a su final, así pasa la explosiva “Ying Yang” (precisa y exacta mirada irónica sobre los “drogui dancer” de los tiempos actuales), y la nueva “El Oro” (“pepita” musical a ser valuada en el próximo álbum).
Así cierra la película de Victoria Mil en el Rojas, una banda que para muchos se encuentra ante la dicotomía de terminar “aggiornándose” en patrones de composición más digeribles y standarizados, o seguir en el pleno viaje de su arte, pero que por sobre todo esto, antepone un mundo particular de entender la música y así ofrecer al oyente (a través de sus canciones), la posibilidad de saberse situado en la “ambivalencia” del mundo posmoderno, con las ventajas y dolores que esto conlleva.
Bernardo Damián DimanMenendez

jueves, 14 de junio de 2007

La Misa Negra de las 4:00 AM



El viernes 8 de junio, la agrupación bonaerense Travesti se presento junto con Coco y Placer. En el marco del show brindado, se pudo observar como “los Travestis” se constituyen desde hace largo tiempo como una de las mejores bandas del under nacional, a partir de un manejo de elementos simbólicos de la cultura rock, que hacen
de sus shows una especie de “liturgia de la música”, a través de una original performance que lleva a la conmoción emocional, en dónde el principal beneficiado es el mismo rock.

La fría humedad se hacía más intensa dentro del sótano ubicado en la calle Estados Unidos al 200, y mientras el reloj marcaba que ya buena parte de la noche había transcurrido, los concurrentes matizaban la espera del plato principal de la noche, decorando el lugar con una densa niebla de humo de cigarrillo y vapores etílicos.
Luego de las correctas presentaciones de Coco, (un trío que mezcla influencias del movimiento denominado “rock divertido”, encabezado en los 80’, por Los Twist y Viudas e hijas de Roque Enroll, con el “low-fi” ameno de Suarez, sobretodo el que se encuentra en sus discos “Hora de no Ver” (1994) y “Horrible” (1995)) y de Placer (grupo que traslada su indiosincracia de vida a su música, creando una especie de género musical que podría denominarse “Rock Abatido”), salió a escena el dueto encabezado por “Floxon” en guitarra y secundado por Alejandro Torres en sintetizadores y teclados.
El líder de Travesti, toma en forma cansina su guitarra, y se para frente al público con un look que hace recordar, a los grandes héroes mitológicos del rock de fines de los 60’, superada ya estos su etapa dionisíaca y dando cuenta a través de un desprolijo pelo largo y rala barba, que el reviente de sexo, drogas y rock’n’roll, había estado con ellos. “Floxon”, no se deja ver como un estético cliché arcaico, sino que se readapta todo esa impronta y la mimetiza con un sonido más moderno, es como si de repente Jim Morrison o Brian Wilson, se encontrarían tocando al frente de Jesús and Mary Chain o Sonic Youth.
4:00 AM los golpes de sintetizador de Alejandro Torres, dan comienzo al ritual, a través del tema “Juventud Residual”, mientras “Floxon” empieza a narrar la desidia a la que esta sometida la juventud del siglo XXI, mezclando una ironía que lo para al borde del cinismo perfecto, todo matizado a través de las capas de sonido de su guitarra, y llevando al público a una especie de viaje denso e infinito, como si se encontrara en una procesión religiosa donde la misma música es el elemento a ser purgado. A continuación le sigue “Efedrina”, y Travesti comienza a jugar con la estructura misma de sus temas llevándolos a un extremo, que los hace casi irreconocibles por momentos, pero en dónde parecería que el caos catártico y alienante de su sonido, es el patrón que sirve como “modus operandi”, de sus presentaciones en vivo, retrotrayendo de una manera actualizada, conceptos olvidados de la cultura rock, como el “Happening” y con el objetivo de intentar lograr que el público, no se quede con el mero concepto o idea lograda en los temas grabados en sus albúms, sino por el contrario, que trate de ampliar la lectura de los mismos a partir de la catarata de sonidos que parece inundar a las canciones. Así la performance corporal e instrumental, tanto de Alejandro Torres y Floxon, se vuelve mitológica, y correspondiente al patrón sonoro de los temas, (de repente puede verse a Floxon caminar letárgicamente alrededor del amplificador logrando una especie de “noise” orgiástico), mientras Alejandro Torres termina tocando de manera particular sus sintetizadores, (realizando braceos aleatorios sobre las teclas como si estuviese tocando una guitarra en una banda de “soft metal” de los 80’.) La gente empieza a perder su timidez, y de a poco se empieza a expresar corporalmente a partir de la hipnosis causada por la música que emana del escenario. El ritual empieza a generar la exaltación en los fieles devotos y reconversión en aquellos aún primerizos.
El show continúa y “Floxon” irónicamente anuncia: “Para Jimi Page”, pues la obviedad y previsibilidad, es algo que por suerte escatima en Travesti. Así, da comienzo “I love Rolling Stone”, (un tema homenaje al fallecido fundador de los Rolling Stones, Brian Jones), a través de la guitarra de “Floxon”, que al principio toca los acordes de “Sing this all together”, un tema de los Stones que se encuentra en el disco “Sus Majestades Satánicas”(1967), y que quizá represente la quintaesencia maldita que los Rolling Stones supieron tener al principio de su carrera. Luego, el éxtasis sonoro de más de 10 minutos, en dónde, ya nada parece tener un significado concreto, ni los mismos músicos, ni la canción que esta sonando, ni el marco mismo que los contiene, solo importa la imagen acústica que se genera y que cada espectador puede apropiarla o recortarla a su manera, (como si estuviéramos en una película de David Lynch en dónde el no sentido forja el sentido mismo). El tema sigue sonando, solo falta que un momento aparezca Brian Jones caminando con una cerveza en mano, por el escenario (capaz paso y no lo vi). A esta le sigue, “Poder Florecer”, un oscuro “dance” intimista, pegadizo y melancólico a la vez, que sirve a la banda, para poder congratular al público a través de un ritmo que hace mover sus cuerpos, buscando la sensualidad en la desesperanza misma que narra su letra. El show acaricia su único punto de relax, antes de retomar la procesión anteriormente iniciada, como si fuera el beso engañoso y largamente deseado de alguna “femme-fatale”, que nos alegra por algunos segundos, para que minutos después nos vuelva a despertar a la realidad, al verla arropada entre un panal de hombres sedientos de ella.
Le sigue una versión implacable de “Cuidate”, en dónde, el colchón sonoro sirve como banda de sonido perfecta para narrar una historia de desamor, en dónde la palabra “cuidate”, solo sirve como trasfondo de la resignación del ser humano desorientado ante el ser deseado que se va. La procesión de los Travesti va llegando a su fin, mientras el público ya completamente absorto se prepara para saborear las “ostias” finales, del ritual al que ha asistido. A puro ritmo salvaje, suena el “Tecno-beat” deforme “The Face”, para finalmente cerrar el show con “Filo Perverso”, ese mismo filo que deposito Travesti en nuestras mentes y oídos, al estar del lado idóneo que debe corresponder a todo artista, el cuál es el lado salvaje. Ese mismo que lleva al artista a una búsqueda profunda y personal, logrando que todo patrón, forma o concepto reconocido, como método seguro del accionar humano quede a un lado, logrando que el artista en su proyección artística llegue a nuevas formas, creando de este modo un mundo nuevo y fresco, que revitaliza el espíritu de los oyentes.
La misa termina mientras Alejandro Torres,de manera ninfómana, pasa su teclado por todo su cuerpo, mientras “Floxon” absorto y con la mirada fija en un punto cualquiera del lugar, saca gotitas de cerveza de su vaso, y bendice a su público en el nombre del padre, del hijo y obviamente del rock. Amén.

Bernardo Damián DimanMenendez

domingo, 10 de junio de 2007

Adán sin Edén


Si todos los sueños e ideales estéticos y filosóficos, de repente chocan contra una pared, y lo onírico terrenal se transforma lentamente en el peor de los viajes, (fuera de toda vitalidad y frescura que emanaría un cuerpo joven,) el camino abordado por cuenta propia, sería una especie de auto-exilio de la misma realidad, que lo lleve a incursionar en el más profundo de los pantanos hediondos, para luego poder reinventarse o terminar abúlico en la misma cotidianidad de siempre, pero con el hecho de haber vivido la experiencia catártica de haber ido hacia el lado más oscuro de uno mismo.
“Axito”, editado en el 2003 constituye el primer LP de la agrupación bonaerense Travesti, luego de sus anteriores EP editados "Travesti" (2000), “Feedback” (2000) y “Rupestre” (2001).
La agrupación esta a cargo de Fernando Liendro (alias “Floxon”) y Alejandro Torres (alias “gauchito sónico”). El mismo nombre del disco juega con el uso fonético del lenguaje, en donde, si bien al pronunciar la palabra, esta suena similar a “éxito”, si hilamos mas fino y vamos más a fondo este “axito”, es una especie de auto-exilio realizado por “motus propio”, con el afán de recorrer todo aquello que se encuentre lejos de un resultado exitoso en su concepción final y sin esperar tampoco una buena acogida o algún tipo de resarcimiento, solo el mero hecho de exponer una obra meramente autárquica y de "anti-onírica" desolación.
Travesti, a través de un minimalismo en el uso de los sintetizadores, acordes de guitarra y baterías electrónicas logra que la sordidez más extrema, tenga una dosis profunda de intimismo agnóstico, cuyo sonido remonta a pasajes del Pink Floyd más denso y oscuro de “Ummamaguma” (editado en 1969), al “Amused to death” de Roger Waters editado en 1992, a la consciente anti-belleza en lo que respecta a la atonalidad de los acordes que remiten al Whitelight/whiteheat de los Velvet Underground editado en 1968 y al claustrofóbico cierre musical que Joy Division da a su obra en su disco “Closer” (1980).
El disco comienza con “Vacaciones en Israel”, en donde se continúa con el concepto del uso ambivalente de lenguaje, remontándonos al nombre que lleva el disco. Israel, la tierra mesiánica histórica de la cultura occidental, en dónde la expectación depositada en dicho lugar, culminaría con un futuro mejor y pleno, reinando en dichos lares, el amor y la paz. Los golpes de la batería electrónica y el sonido de teclado es acompañado por un juego de palabras, que hablan de una supuesta abducción, (aunque sin definir claramente si es por una mala ingesta de ácido o un mal viaje del inconsciente que tal vez en su sueños, solo puede extender la crudeza de la vida misma., hacia otro lugar o dimensión, (el o la cuál, aún no se sabe si es la tierra prometida o no). Los golpes de batería electrónica, y los acordes disonantes se unen para dar forma a “Juventud Residual”, uno de los temas más logrados del disco. Aquí se despeja claramente cuál es el rumbo de la abducción realizada y el panorama se empieza a volver turbio, con un malhumor e irritación, por la impotencia de no encontrarse en el lugar que le corresponde a la mente y el cuerpo joven y vital. En lo residual, va todo aquello que desechamos por no poder encontrarle otra opción, aparecen las imágenes del cabello dócil, transformado en prominente calva por la reacción seborreica, el odio como una forma de encontrar un destino propio, la intoxicación como única forma de socialización frente a la alineación y el saber de que se esta consciente y dolorosamente en el hábitat y tiempo equivocados. “ADN-A”, el tema que le sigue, nos sumerge más hondo aún. La teluridad propia del mal viaje, provoca la inversión de toda aquello que dan a lo vívido terrenal una dosis de placer, el ADN, la genética de lo adverso hecho presente, en dónde las aves caen de punta, en lugar de volar hacia la libertad, en dónde cada sonido que es escuchado, se transforma en una espina que va desangrando lentamente la integridad raquítica del mismo ser, el cuál intuye que aún resta mucho para poder avizorar algún horizonte más apacible. Como preanunciando el desierto de optimismo, aparece el cuarto tema del disco “Poltergeist”. Las macabras visiones del recorrido continúan y el miedo primal es encarnado definitivamente cuando no hay ninguna ley natural, ni tampoco uso o costumbre que logre explicar el fenómeno paranormal o extraño. El “Poltergeist”,hace añicos los saberes enciclopédicos o usos religiosos, y ya solo queda prepararse para poder tratar de caer de la mejor manera del abismo más profundo de uno mismo, frente a estas extrañas visiones, que son decoradas con penetrantes sonidos agudos y un clima que va “in-crescendo”, hacia lo peor. “Holocausto”, construida a través de colchones de sintetizadores en un plan agnóstico industrial, matizan un mundo en el cuál el nombre y apellido, de aquella “juventud divino tesoro”, se reduce al código policial, “Natalia-Natalia”. La pedagogía de vida es la televisión como una especie de mal formación en la materia gris de los jóvenes. Esta especie de quiste invisible alojado dentro de su inconsciente va desgastando lentamente, su motricidad original, transformándolos en zombies de la vida misma. Mientras tanto, un comando radioeléctrico de cualquier lugar de la provincia de Buenos Aires, es la orquesta principal de este “music-hall”, de la desidia urbana posmoderna. La turbulencia del lugar en que nos encontramos parados en este paseo no deseado, hace que solo podamos correr, sin mirar atrás, sabiendo que el solo hecho de pisar en el lugar equivocado, puede plantear el final mortal. Los arreglos de bateria electrónica, el “noise” contundente de guitarra, y los sonidos de los sintetizadores, nos hacen sentir en “The Face”, como si estuviéramos ya vacíos de expectativas, corriendo casi sin poder respirar por una ruta de oscuridad interminable “Lynchesca”,(referencia el director de cine David Lynch). Esta ruta solo puede ser transitada en forma desesperada y casi sin aliento, y sabiendo de antemano, que va a ser complicado encontrarle un significado que de contenido a todo esto, pero con la imagen acústica de miles de significantes acústicos, que nos remiten a un torbellino de sordidez y calamitud insondable. El miedo ha pasado, la oscuridad empieza a desaparecer lentamente, y la primera imagen agradable nos remite a lo que piensa nuestro primer impulso motor, luego de que terribles males han pasado por nuestra mente y cuerpo. Así ideamos de manera casi utópica, un paraíso terrenal, al lado de alguien que nos saque de toda este desaliño mental y desacertada existencia. Ella, la flor, nosotros la caja de ella. El “tecno-beat” deforme, (debido al uso de los contratiempos en las baterias electrónicas que se van cruzando lentamente, mientras son acompañados por el sonido constante de un teclado que remite a sonidos del “synth-pop” experimental de principios de los 80’ y la psicodelia de fines de los 60’), dan forma al tema “Adan-Eden”, el cuál resume de manera casi exacta en su título, el contenido de la canción. El “Adán”, (nombre que simboliza al hombre sucio, desprolijo o haraposo), busca el Edén (el paraíso terrenal perdido por el hombre), que solo puede conseguir “codo a codo” de la mujer que ama. Ese paraíso del Adán urbano “posmo”, reflejado en la satisfacción de tener pagas todas las cuentas hacia el día quince de cada mes, y en la transformación (debido al magro presupuesto económico), de la clásica salida a cenar en pareja, en la “cena delivery”. El octavo y último tema del disco inteligentemente no lleva nombre, pues sería casi una obvia desatención, no advertir que el viaje ha concluido, que la abducción ha llegado al final de su recorrido, y que todas las anteriores imágenes alienantes y desoladoras, ya solo son recuerdos, frente a la concreta realidad de las imágenes cotidianas y reconocibles que se posan nuevamente sobre nuestros ojos. Así concluye “Axito”, en dónde la catarsis de la misma experiencia, traducida en un mal viaje, se posa como una especie de lupa, para entender toda esa “mala bilis”, que recorre la interioridad de nuestro ser íntimo, y que a la vez, sirve como pócima “re-vivificante”, (ya sea para bien o para mal), advirtiéndonos de que hemos transitado por un camino áspero no planeado, y que en última instancia el sujeto sometido ha dicha experiencia, sabrá sacar sus propias conclusiones de haber caminado como un “border”, por un lugar no muy recomendado, pudiendo sacar provecho propio, ya sea, para bien o para mal, en dosis similares.

Bernardo Damián DimanMenendez

domingo, 3 de junio de 2007

Respirando modernidad, exhalando sensatez.


Relax (1984), la cuarta placa de la formación encabezada por Federico Moura, marca un quiebre musical en lo que respecta a sus anteriores trabajos, como asimismo en lo que respecta al patrón de sonido del rock nacional imperante por ese entonces. Luego del alejamiento de su principal guitarrista Ricardo Serra, debido a ásperas discusiones con Roberto Jacoby, (quién detentaba un rol de coautor de las letras junto a Federico Moura). Roberto Jacoby, era un integrante “semioutsider” , ya que este, solo escribía, (no cantaba, no tocaba ningún instrumento, ni tampoco participaba en presentaciones en vivo) y cobraba un monto ostensiblemente alto en lo que se refiere a las regalías, en relación con el resto de los integrantes de la banda. Por este motivo, Virus se ve obligado a modificar el patrón de sonido de sus canciones, (enraizadas en los riffs divertidos y minimalistas, y en los juegos de guitarras cruzadas), por un sonido que adquiera un matiz más oscuro a partir del uso más intenso de los teclados, sintetizadores, baterías electrónicas y el aporte de los Midis para programar las bases secuenciadas. En “Relax”, se ve una clara influencia del Synth Pop y del New Romantic, (con clara influencia del Depeche Mode de “Construction Time Again”, de Human League en su disco “Dare”, o de Soft Cell en el LP “The Art of Falling Extremes”), y más allá de lo específicamente musical, denota como Federico Moura construye una especie de triángulo equilátero artístico, (el cuál es un fiel reflejo de su propia personalidad bipolar), que según el lado en que uno se pose, puede encontrarse parado en el plano de la pulsión biológica, en el de la adicción narcótica compulsiva o en el de los males del corazón. Así, lejos de la ironía y/o parodia reflejada en los 3 discos anteriores, Federico Moura busca una especie de ergonometría (término usado por la arquitectura, el cuál es el estudio de las dimensiones de los elementos o de los objetos partiendo de las dimensiones del mismo ser humano, para lograr que estos mismos objetos maximizen su rendimiento. Por ejemplo: un sillón de cine es cómodo porque esta diseñado para que en ese espacio físico el cuerpo humano se sienta relajado y se adapte fácilmente al lugar.), de sus letras con respecto a las texturas de sonidos de las canciones, logrando crear en ese espacio habitado por las melodías de las mismas una especie de universo cómodo para las sensaciones del alma humana, ubicándose el mismo en un rol de “voyeaur” de sus propias limitaciones, falencias, virtudes y alegrías. El disco abre con “Sentirse bien”, en dónde a través un ritmo synth pop,(patrón melódico de todo el disco), pone como “modus operandi” el placer de lo espontáneo surgido de la líbido, lejos de toda coerción cultural.. A continuación en “Me Puedo Programar”, habla del cinismo que uno debe tener para poder estar enfocado y seguirle el ritmo a los demás, como si el mecanismo de un robot supliera las inconstancias del alma humana, todo sea por obtener algo de tranquilidad. Las ganas de salir de uno mismo de vuelta, y reinventarse nuevamente, como si el semáforo diera una nueva luz verde, se notan claramente en “Completo el stock”, y en las pegadizas “Desesperado Secuencia Uno” y “Amor Descartable”. En estas dos últimas canciones (en dónde se da un notable uso de las baterías electrónicas secuenciadas), se pone en juego claramente esa especie de triángulo equilátero y autorretrato de bipolaridad de Federico Moura, en dónde según la vara de observación se pose, “La ayuda”, que el reclama en “Desesperado Secuencia Uno”, puede ser tanto la de una persona que lo rescate de su abulia, como también lo podría ser de algún polvo somático. Similar es lo que ocurre en “Amor Descartable”, en dónde todo ese odio para curar, se lo encuentre siempre en algún lugar muy tarde, como si fuera la opción más viable y a posteriori desechable, (el mismo que puede tener una persona despechada que toma lo primero que encuentra como si el cuerpo ajeno fuera algo fácilmente reemplazable, y de la misma manera, que ocurre en el ritual devoto de un “yunkie” hacia su dosis, siempre “descartable” y de rápida ejecución.). En las cuatro canciones finales del disco, ese aparente equilateridad artística de Federico Moura, va a mostrar la efervescencia pulsional (“Juegos incompletos” y “Hago más“) y los vaivenes sentimentales para mal (“Dame una señal”) o para bien (“Persuadida”). “Juegos incompletos” y “Dame una señal”, se muestran como la parte más oscura del disco, en dónde se manifiestan los diferentes matices de una persona en la forma de relacionarse con otros. Por un lado en el “juego fácil”, en donde no se involucran sentimientos profundos, todo se vuelve en el fondo incompleto, y por el otro en la añoranza provocada una vez que se han mostrados sentimientos hondos y pese a que luego de un tiempo parecen extinguirse, siempre en algún lugar de nuestra mente nos azota la sombra de esa persona con la que fuimos compañeros del alma durante un buen rato. EL álbum cierra con “Hago más” y “Persuadida”, dos canciones de cierto tinte optimista, en dónde se denotan las ganas de intentar comerse el mundo, dado cuenta uno, de lo “dormidamente despierto”, que pasa la mayoría de sus días, (“nací en el sesenta y tres, y tengo como doscientos años, mi mente invernó, no supe distinguir, ahora puedo ver, que estaba equivocado”), canta Federico Moura en “Hago Más”, mientras que en “Persuadida”, se habla con ironía de aquellas personas que por un exceso de formalismo, se asustan de vivir la vida misma y como remedio a esto le oponen una inocente fantasía.
Así cierra “Relax”, un disco en dónde la modernidad, va de la mano de una gran sensibilidad por el arte, deviniendo en un disco de quiebre del rock nacional, tanto en lo que respecta a los patrones sonoros, como en la manera de volcar una nueva mirada sobre el cosmopolita argentino inmerso en la voraz selva asfáltica de mediados de los años 80’.
Bernardo Damián DimanMenendez