El pasado viernes 15 de junio, la agrupación capitalina Mataplantas, se presento en el Centro Cultural Floreal Gorini, buscando recrear en forma ordenada y conceptual su último disco “Hickie”. El show mostró el crecimiento de una banda, que a través de un decorado “tropical” y kitsch a la vez, logró reflejar la melancolía y sátira que caracterizan a su última placa editada.
El pequeño teatro con plateas ascendentes y sillas de plástico sobre sus laterales, aparece ambientado como en una especie de paraíso tropical e intimista, (palmeras decoradas por veladores y conejos de plásticos). Este era el marco para que Mataplantas desarrolle su último disco, tal como fue fueron grabados lo temas, con el objetivo de recrear en vivo, las distintas sensaciones ambivalentes que transmiten sus canciones a lo largo de “Hickie”.
Surgidos bajo el nombre de Bárbara Feldon, y luego de replantearse ciertas cuestiones de relevancia artística, cambiaron su nombre por Mataplantas hacia fines del 2004 para editar al año siguiente su primera placa, “El sueño del Hombre Pulpo” y terminar de dar un importante salto hacia delante con “Hickie” (2006).
El universo musical que plantea Mataplantas, esta lejos como dicen muchos de recrear una especie de “Music Hall Indie”. Su planteo musical esta más cerca de la Opereta (género musical de asunto ligero y carácter alegre practicado mucho a fines del siglo XIX), debido a la efectividad y simplicidad de su obra, que acentúan la sensatez y el vigor espiritual de la misma.
A las 12 de la noche, los veladores se prenden y el show comienza, con “El ilusionista”, un tema que comienza en forma de tranquila balada, (narrando las supuestas vivencias que hacen a los circos rodantes y varietés), seguida estribillo “beat”, para luego perderse casi de manera amenamente cósmica entre los arpegios de guitarra y arreglos de voces que sirven como puente para el próximo tema. “La gente que no aplaude, que es la gente de Capital”, como menciona Pablo De Caro en su tema, acertadamente y sin dejo de ironía comienza a batir sus palmas. Le sigue, ”Swing Lobo in Puerto Rico”, tema marcadamente ecléctico que comienza con un notable fraseo de bajo (Maxi García) y los arreglos triádicos en guitarra (Pablo Malaurie), y luego de la explosión que ocurre en el medio de la canción, cierra con un final en clave “funky-rapper”. Mataplantas, de a poco nos va adentrando cada vez más en su universo “Hickie” (que más que una palabra o concepto, está más próximo de ser una especie de caballito histriónico y combativo artístico de la banda), así suena la pegadiza “El Apocalipsis”, mostrando como las influencias ago-ago, de sus inicios son trabajadas de una manera mucho más acertada y fresca, logrando que la misma melodía “beat”, adquiera una intensidad, que lleve su música a una especie de “Hard-ago-ago”, con guitarras que se cruzan y rápidos riffs, que son aprovechados precisamente por la melodía de la voz. Toda opereta tiene su dosis de sátira y el hit “Vestida Para matar”, (describiendo la “vuelta a las canchas de una cuarentona de largo andar”), intensifica esa especie de “hard ago-go”, que da paso al delirio del público que se mueve al compás de la música. Luego de subir el clímax del show, le siguen el vodeville “Las hijas del Mendigo del circo”, y el rock “al palo”, “Electric Conga”. Así pasan a cerrar esta primera parte del show, (sin vociferar una sola palabra al público y utilizando para realzar el concepto artístico de “Hickie”, (y lo que el mismo conlleva,) la música y el decorado como único “modus operandi” de expresión, con el pegadizo “Hickie from Kenickie”, tema donde acertadamente se vuelve a repetir esa fórmula tan personal y elogiable, de “hard ago-go”. Mataplantas nos muestra, la parte más catártica de su pequeña opereta, y en esta segunda fase del show, va a enfocar su música hacia un lado más introspectivo, pero no en forma solemne ya que descuidaría la frescura del concepto de “Hickie”, sino sugestivamente delicado y teniendo como meta la canción que seduce los oídos en cuestión de segundos. La caja de ritmos, le da pie a la acertada batería (Nazareno Gil) y los arpegios de guitarra, “para que los magos y reinas”, que canto De Caro, le den forma a “Locurita”, un tema que busca el dial de composición, en la frecuencia de “Spinetta Jade”. Le siguen la foxtrot “El gran Django”, de inspirada melancólica melodía, para luego volver a subir el tono, con el rock crudo de “El Espantapájaros”. El show se acerca al final y comienza el tercer y último acto, de un enfoque marcadamente más crudo y acelerado. Mataplantas, sube aún más la apuesta y a pura descarga hormonal, a través de sus instrumentos, le pone calor con ese torbellino de rockabilly que es “6:am,” para luego continuar en el mismo tono con la densa y abrasiva “Trompada”, mientras un “proto-Jazzy Mel”, rapea espasmódicamente con su cuerpo el ritmo de la música emanada. Con el público completamente encendido, y con el mencionado “Proto-rapper”, vociferando a través de un megáfono “Recuperando el Control”, da comienzo ese notable intento de mezclar “funk” con “rockabilly” que es “Control”. Al mismo tiempo las pompas de jabón, vuelven a inundar al escenario y al público, para que la dosis de algarabía sea aun mayor. Previo resbalón por el escenario enjabonado debido a las pompas de Pablo de Caro, (afortunadamente sin consecuencia alguna), el show prepara su última sorpresa pictórica. Como de la nada se escucha un sonido de Hammond, pero que no proviene del escenario, sino de uno de sus laterales, así el ambiente producto del sonido que el instrumento emana, crea por unos minutos un clima hipnótico, para que luego los Mataplantas, vuelvan al escenario y sellen su opereta con la playera canción durante su primera etapa “Nanofaradio 6 gotas”, para luego lentamente ir dejando cada uno el escenario, y transcurridos unos segundos vuelva Pablo Maulieri, y el solo con la guitarra, (e intimismo acústico mediante), concluya el tema.
Mataplantas termina la recreación de su disco y del particular universo musical que lo envuelve, dirigen al público sus primeras palabras, y como “bonus”, tocan dos temas de “El sueño del hombre pulpo”, para finalmente cerrar el show en la fría madrugada del viernes. El gélido aire vuelve a golpear los rostros de los concurrentes una vez afuera, pero la mayoría de ellos siente en su inconsciente la certeza de haber observado una banda, (que contrariando su nombre), ha “germinado” con su semilla, el campo nuevamente fértil del under argentino,(nuevamente florecido gracias al aporte de “El Mato a un Policía Motorizado”, “Travesti”, Michael Mike, entre otros), apostando simplemente a la revitalización de la misma canción pop, a través de un universo artístico personal y kistch a la vez, pero teniendo la justeza necesaria para no caer en el barroquismo mesiánico ni en el previsible “naif” musical, sino todo lo contrario, demostrando una frescura y vitalidad, que hacen de su obra, una marcada apuesta a favor del arte más valorable y decoroso, ese mismo, que transmite garra y pasión, (el que en suma), sale desde bien profundo del corazón.
Bernardo Damián DimanMenendez