domingo, 10 de junio de 2007

Adán sin Edén


Si todos los sueños e ideales estéticos y filosóficos, de repente chocan contra una pared, y lo onírico terrenal se transforma lentamente en el peor de los viajes, (fuera de toda vitalidad y frescura que emanaría un cuerpo joven,) el camino abordado por cuenta propia, sería una especie de auto-exilio de la misma realidad, que lo lleve a incursionar en el más profundo de los pantanos hediondos, para luego poder reinventarse o terminar abúlico en la misma cotidianidad de siempre, pero con el hecho de haber vivido la experiencia catártica de haber ido hacia el lado más oscuro de uno mismo.
“Axito”, editado en el 2003 constituye el primer LP de la agrupación bonaerense Travesti, luego de sus anteriores EP editados "Travesti" (2000), “Feedback” (2000) y “Rupestre” (2001).
La agrupación esta a cargo de Fernando Liendro (alias “Floxon”) y Alejandro Torres (alias “gauchito sónico”). El mismo nombre del disco juega con el uso fonético del lenguaje, en donde, si bien al pronunciar la palabra, esta suena similar a “éxito”, si hilamos mas fino y vamos más a fondo este “axito”, es una especie de auto-exilio realizado por “motus propio”, con el afán de recorrer todo aquello que se encuentre lejos de un resultado exitoso en su concepción final y sin esperar tampoco una buena acogida o algún tipo de resarcimiento, solo el mero hecho de exponer una obra meramente autárquica y de "anti-onírica" desolación.
Travesti, a través de un minimalismo en el uso de los sintetizadores, acordes de guitarra y baterías electrónicas logra que la sordidez más extrema, tenga una dosis profunda de intimismo agnóstico, cuyo sonido remonta a pasajes del Pink Floyd más denso y oscuro de “Ummamaguma” (editado en 1969), al “Amused to death” de Roger Waters editado en 1992, a la consciente anti-belleza en lo que respecta a la atonalidad de los acordes que remiten al Whitelight/whiteheat de los Velvet Underground editado en 1968 y al claustrofóbico cierre musical que Joy Division da a su obra en su disco “Closer” (1980).
El disco comienza con “Vacaciones en Israel”, en donde se continúa con el concepto del uso ambivalente de lenguaje, remontándonos al nombre que lleva el disco. Israel, la tierra mesiánica histórica de la cultura occidental, en dónde la expectación depositada en dicho lugar, culminaría con un futuro mejor y pleno, reinando en dichos lares, el amor y la paz. Los golpes de la batería electrónica y el sonido de teclado es acompañado por un juego de palabras, que hablan de una supuesta abducción, (aunque sin definir claramente si es por una mala ingesta de ácido o un mal viaje del inconsciente que tal vez en su sueños, solo puede extender la crudeza de la vida misma., hacia otro lugar o dimensión, (el o la cuál, aún no se sabe si es la tierra prometida o no). Los golpes de batería electrónica, y los acordes disonantes se unen para dar forma a “Juventud Residual”, uno de los temas más logrados del disco. Aquí se despeja claramente cuál es el rumbo de la abducción realizada y el panorama se empieza a volver turbio, con un malhumor e irritación, por la impotencia de no encontrarse en el lugar que le corresponde a la mente y el cuerpo joven y vital. En lo residual, va todo aquello que desechamos por no poder encontrarle otra opción, aparecen las imágenes del cabello dócil, transformado en prominente calva por la reacción seborreica, el odio como una forma de encontrar un destino propio, la intoxicación como única forma de socialización frente a la alineación y el saber de que se esta consciente y dolorosamente en el hábitat y tiempo equivocados. “ADN-A”, el tema que le sigue, nos sumerge más hondo aún. La teluridad propia del mal viaje, provoca la inversión de toda aquello que dan a lo vívido terrenal una dosis de placer, el ADN, la genética de lo adverso hecho presente, en dónde las aves caen de punta, en lugar de volar hacia la libertad, en dónde cada sonido que es escuchado, se transforma en una espina que va desangrando lentamente la integridad raquítica del mismo ser, el cuál intuye que aún resta mucho para poder avizorar algún horizonte más apacible. Como preanunciando el desierto de optimismo, aparece el cuarto tema del disco “Poltergeist”. Las macabras visiones del recorrido continúan y el miedo primal es encarnado definitivamente cuando no hay ninguna ley natural, ni tampoco uso o costumbre que logre explicar el fenómeno paranormal o extraño. El “Poltergeist”,hace añicos los saberes enciclopédicos o usos religiosos, y ya solo queda prepararse para poder tratar de caer de la mejor manera del abismo más profundo de uno mismo, frente a estas extrañas visiones, que son decoradas con penetrantes sonidos agudos y un clima que va “in-crescendo”, hacia lo peor. “Holocausto”, construida a través de colchones de sintetizadores en un plan agnóstico industrial, matizan un mundo en el cuál el nombre y apellido, de aquella “juventud divino tesoro”, se reduce al código policial, “Natalia-Natalia”. La pedagogía de vida es la televisión como una especie de mal formación en la materia gris de los jóvenes. Esta especie de quiste invisible alojado dentro de su inconsciente va desgastando lentamente, su motricidad original, transformándolos en zombies de la vida misma. Mientras tanto, un comando radioeléctrico de cualquier lugar de la provincia de Buenos Aires, es la orquesta principal de este “music-hall”, de la desidia urbana posmoderna. La turbulencia del lugar en que nos encontramos parados en este paseo no deseado, hace que solo podamos correr, sin mirar atrás, sabiendo que el solo hecho de pisar en el lugar equivocado, puede plantear el final mortal. Los arreglos de bateria electrónica, el “noise” contundente de guitarra, y los sonidos de los sintetizadores, nos hacen sentir en “The Face”, como si estuviéramos ya vacíos de expectativas, corriendo casi sin poder respirar por una ruta de oscuridad interminable “Lynchesca”,(referencia el director de cine David Lynch). Esta ruta solo puede ser transitada en forma desesperada y casi sin aliento, y sabiendo de antemano, que va a ser complicado encontrarle un significado que de contenido a todo esto, pero con la imagen acústica de miles de significantes acústicos, que nos remiten a un torbellino de sordidez y calamitud insondable. El miedo ha pasado, la oscuridad empieza a desaparecer lentamente, y la primera imagen agradable nos remite a lo que piensa nuestro primer impulso motor, luego de que terribles males han pasado por nuestra mente y cuerpo. Así ideamos de manera casi utópica, un paraíso terrenal, al lado de alguien que nos saque de toda este desaliño mental y desacertada existencia. Ella, la flor, nosotros la caja de ella. El “tecno-beat” deforme, (debido al uso de los contratiempos en las baterias electrónicas que se van cruzando lentamente, mientras son acompañados por el sonido constante de un teclado que remite a sonidos del “synth-pop” experimental de principios de los 80’ y la psicodelia de fines de los 60’), dan forma al tema “Adan-Eden”, el cuál resume de manera casi exacta en su título, el contenido de la canción. El “Adán”, (nombre que simboliza al hombre sucio, desprolijo o haraposo), busca el Edén (el paraíso terrenal perdido por el hombre), que solo puede conseguir “codo a codo” de la mujer que ama. Ese paraíso del Adán urbano “posmo”, reflejado en la satisfacción de tener pagas todas las cuentas hacia el día quince de cada mes, y en la transformación (debido al magro presupuesto económico), de la clásica salida a cenar en pareja, en la “cena delivery”. El octavo y último tema del disco inteligentemente no lleva nombre, pues sería casi una obvia desatención, no advertir que el viaje ha concluido, que la abducción ha llegado al final de su recorrido, y que todas las anteriores imágenes alienantes y desoladoras, ya solo son recuerdos, frente a la concreta realidad de las imágenes cotidianas y reconocibles que se posan nuevamente sobre nuestros ojos. Así concluye “Axito”, en dónde la catarsis de la misma experiencia, traducida en un mal viaje, se posa como una especie de lupa, para entender toda esa “mala bilis”, que recorre la interioridad de nuestro ser íntimo, y que a la vez, sirve como pócima “re-vivificante”, (ya sea para bien o para mal), advirtiéndonos de que hemos transitado por un camino áspero no planeado, y que en última instancia el sujeto sometido ha dicha experiencia, sabrá sacar sus propias conclusiones de haber caminado como un “border”, por un lugar no muy recomendado, pudiendo sacar provecho propio, ya sea, para bien o para mal, en dosis similares.

Bernardo Damián DimanMenendez

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