En el local platense de Pura Vida se presentaron las agrupaciones Viva Elástico, Mármol R y 107 Faunos. Nutridos en clima de fervorosa algarabía y auténtica comunión, los aplausos más fuertes se los llevo Viva Elástico de la mano de un Alejandro Schuster inspiradísimo, mostrando que la corona de ángeles, puede transformarse en cuestión de segundos en dolorosa corona de espinas. Aquí va la crónica de los sucesos entre realistamente etéreos y también surrealísticamente caóticos.
Pura Vida, es un pub boliche, de la Ciudad de La Plata, que si sabe tratar a los músicos. Tal como se desprende en su cristalino concepto de entender a la vie’, los músicos son agasajados con pizzas y cervezas, y el sonido corre por cuenta del lugar. Solo hay que llevar los equipos y enchufar, lo demás es todo gratis. En síntesis como debería ser para que la tocata para los músicos sea un lugar redituable y armónico para expresarse.
Vamos por partes: Bien los Mármol R, intensificando y delimitando en sus canciones, el “groove tropi madchester” que los recorre. Así destacaron, dentro del manual lírico de resentimiento e iracunda sexualidad, “Siempre Hay rincones”, “Me Molestan”, y el que pareciera por emocionalidad y fuerza musical, el hit de la banda: “Así no se mata a un Criollo”.
Los 107 Faunos comandados por el Gato en guitarra y voz, brindaron un show “ultrapunk”, demarcando claramente esa manera festiva, realista y pulsional, que intenta brindar nuevas maneras de filosofía emocional para el “indie” rock vernáculo. Así destacaron “Muchacho Lobo”, “Calamar Gigante Nº8” y la añoranza fina y agradable de “Días Dorados”.
Antes que los Mármol y el cierre de los 107 Faunos, la apertura de la jornada fue realizada por cuenta de Viva Elástico. Dueños de una poesía, dónde las imágenes nutridas de posmodernismo son descriptas como si se hablase desde un plano voyeaur o de eterno caminante que se pierde en las tinieblas y bondades del amor. Alejandro Schuster, alma y voz de la filosofía de los Viva y con apenas 21 años, es capaz de ofrecer retratos fotográficos de los tiempos actuales, como si cada canción fuera una expedición “hemingwayna” (en referencia al escritor norteamericano), y al mismo tiempo una manera de brindar paisajes de acción y hábitat de manera plena y real, a diferencia de las narraciones actuales de hoy, repletas de exabruptos fácticos que narran la mayoría de los grupos de hoy.
Así, es la poesía de Alejandro Schuster, un romántico y un trágico a la vez, en síntesis.
Así pasaron “Imágenes de Amor”, “Somos tan Felices”, “Volvió a Casa”, entre otros, con un manejo de escenario, claro y contundente, (sin caer en esas pausas etílicas y prolongadas entre tema y tema que a veces nos acostumbran para mal los Viva’).
Todo un repertorio musical comparable al de esos boxeadores que saben deslumbrar a puro justeza de “punch”, y teniendo la cintura para poder darle pie a emociones profundas al espectador.
El show de Viva recortó toda una manera trágica, profunda y de vibra magnánimamente fina, a la vez que entre el ardor etílico post-show, toda esa capacidad que tiene para enamorar a propios y ajenos, también mostró que no siempre los románticos, detentan los modales de cabal “Don Juan”.
Pero esto no hace más que contribuir al mito de los talentosos, (bipolares, sensibles, fastidiosos, educados y también violentos por doquier). Capaces de generar la tipología mitológica de antihéroes de la vida, y generar toda una hipnosis, que para los que las pueden vivir en tiempo real, parecerían encontrarse imprevistamente en un film de Buñuel.
Así como el Mono Gattica era capaz de generar alabanzas, amores y devoción con sus puños, y también caer en la pos-cruxifixión del exceso de mujeres, drogas y alcohol., Alejandro Schuster recorre esas sendas de toboganes ilustrados y ciénagas profundas, mezclando canciones de plena y autentica emoción, con escapadas hacia lo más profundo del descontrol. Así como al Mono Gattica lo aplaudían en el Luna Park y a los dos horas no lo dejaba entrar por sus excesos, a Alejandro Schuster, (parodiando el nombre de su banda), lo vivaron en Pura Vida como luchador romano, para luego negarle la entrada para evitar que el lugar se venga abajo.
En síntesis, en una época dónde el concepto de “Adonis o Mesías del Rock”, pareciera una rídiculez, es bueno que existan personas como Alejandro Schuster. Dueño de una juventud y un talento a explotar y pulir, y también arrastrado en la marea de “jaqueca humana espiritual”, que a todos nos recorre. Así era el Mono Gattica con sus guantes, así es Alejandro Schuster con su guitarra. Personajes talentosos, contradictorios, al borde de la gloria y del barranco también, pero sobre todas las cosas, capaces de mostrarnos fantasía carnal y práctica, de esa que solo los elegidos pueden otorgar al resto de los mortales.
Bernardo Damián Dimanmenendez
Pura Vida, es un pub boliche, de la Ciudad de La Plata, que si sabe tratar a los músicos. Tal como se desprende en su cristalino concepto de entender a la vie’, los músicos son agasajados con pizzas y cervezas, y el sonido corre por cuenta del lugar. Solo hay que llevar los equipos y enchufar, lo demás es todo gratis. En síntesis como debería ser para que la tocata para los músicos sea un lugar redituable y armónico para expresarse.
Vamos por partes: Bien los Mármol R, intensificando y delimitando en sus canciones, el “groove tropi madchester” que los recorre. Así destacaron, dentro del manual lírico de resentimiento e iracunda sexualidad, “Siempre Hay rincones”, “Me Molestan”, y el que pareciera por emocionalidad y fuerza musical, el hit de la banda: “Así no se mata a un Criollo”.
Los 107 Faunos comandados por el Gato en guitarra y voz, brindaron un show “ultrapunk”, demarcando claramente esa manera festiva, realista y pulsional, que intenta brindar nuevas maneras de filosofía emocional para el “indie” rock vernáculo. Así destacaron “Muchacho Lobo”, “Calamar Gigante Nº8” y la añoranza fina y agradable de “Días Dorados”.
Antes que los Mármol y el cierre de los 107 Faunos, la apertura de la jornada fue realizada por cuenta de Viva Elástico. Dueños de una poesía, dónde las imágenes nutridas de posmodernismo son descriptas como si se hablase desde un plano voyeaur o de eterno caminante que se pierde en las tinieblas y bondades del amor. Alejandro Schuster, alma y voz de la filosofía de los Viva y con apenas 21 años, es capaz de ofrecer retratos fotográficos de los tiempos actuales, como si cada canción fuera una expedición “hemingwayna” (en referencia al escritor norteamericano), y al mismo tiempo una manera de brindar paisajes de acción y hábitat de manera plena y real, a diferencia de las narraciones actuales de hoy, repletas de exabruptos fácticos que narran la mayoría de los grupos de hoy.
Así, es la poesía de Alejandro Schuster, un romántico y un trágico a la vez, en síntesis.
Así pasaron “Imágenes de Amor”, “Somos tan Felices”, “Volvió a Casa”, entre otros, con un manejo de escenario, claro y contundente, (sin caer en esas pausas etílicas y prolongadas entre tema y tema que a veces nos acostumbran para mal los Viva’).
Todo un repertorio musical comparable al de esos boxeadores que saben deslumbrar a puro justeza de “punch”, y teniendo la cintura para poder darle pie a emociones profundas al espectador.
El show de Viva recortó toda una manera trágica, profunda y de vibra magnánimamente fina, a la vez que entre el ardor etílico post-show, toda esa capacidad que tiene para enamorar a propios y ajenos, también mostró que no siempre los románticos, detentan los modales de cabal “Don Juan”.
Pero esto no hace más que contribuir al mito de los talentosos, (bipolares, sensibles, fastidiosos, educados y también violentos por doquier). Capaces de generar la tipología mitológica de antihéroes de la vida, y generar toda una hipnosis, que para los que las pueden vivir en tiempo real, parecerían encontrarse imprevistamente en un film de Buñuel.
Así como el Mono Gattica era capaz de generar alabanzas, amores y devoción con sus puños, y también caer en la pos-cruxifixión del exceso de mujeres, drogas y alcohol., Alejandro Schuster recorre esas sendas de toboganes ilustrados y ciénagas profundas, mezclando canciones de plena y autentica emoción, con escapadas hacia lo más profundo del descontrol. Así como al Mono Gattica lo aplaudían en el Luna Park y a los dos horas no lo dejaba entrar por sus excesos, a Alejandro Schuster, (parodiando el nombre de su banda), lo vivaron en Pura Vida como luchador romano, para luego negarle la entrada para evitar que el lugar se venga abajo.
En síntesis, en una época dónde el concepto de “Adonis o Mesías del Rock”, pareciera una rídiculez, es bueno que existan personas como Alejandro Schuster. Dueño de una juventud y un talento a explotar y pulir, y también arrastrado en la marea de “jaqueca humana espiritual”, que a todos nos recorre. Así era el Mono Gattica con sus guantes, así es Alejandro Schuster con su guitarra. Personajes talentosos, contradictorios, al borde de la gloria y del barranco también, pero sobre todas las cosas, capaces de mostrarnos fantasía carnal y práctica, de esa que solo los elegidos pueden otorgar al resto de los mortales.
Bernardo Damián Dimanmenendez
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