martes, 19 de agosto de 2008

"La eterna Enfant"


La carrera de Rosario Bléfari pareciera ser una pequeña muestra del sueño cándido que vivió lo genéricamente denominado alternativo en los 90’, hasta su olvido, y luego metamorfosis, en algo aséptico contra-culturalmente y redituable mercantilmente, “vintage” mediante, de anteojos de sol, del “flúo”, y de la falaz “cool-manía” de lo figurativo por sobre el contenido.


Ya desde su primer disco y junto con su banda Suárez, Rosario Bléfari se para en un costado particular y valioso de lo alternativo. No parece haber ningún tipo de febrilidad generacional, “En Hora de no ver”, a diferencia de lo que pasaba con bandas como Babásonicos, Los Brujos o Peligrosos Gorriones.
Rosario rondaba ya casi los 30 años (exactamente tenía 29), y más allá de la influencia sónica epócal, su marco de referencia creativa, se construye a través de su particular mirada sobre el mundo y obvio, su voz. Dueña de unos agudos, cuál grito de ángel, pareciera buscar a través de una paisajista y edénica poesía minimalista, una manera de ascender al cosmos, fuera de todo abismo terrenal (escuchar en el Lp debut, “Morirían). Así en “Hora de no ver”, hay referencias a fenómenos atmosféricos, (lluvias, niebla matinal), momentos temporales o cuerpos celestes. Así trasladado a un plano filosófico, parecerían ser estados de transición personales afectivos, frente a al menospáusico tracto diario. De hecho “la niebla matinal”, encontrará un “ionizante” punto de encuentro, cuatro años más tarde, en “La niebla”, canción alojada en “Excursiones”, un tema dónde la agrupación cocina geométricamente su pop experimental, en el molde de la canción épica y catárticamente pegadiza.
Pero no nos adelantemos, al año siguiente sale “Horrible”. Un disco que define, la quintaesencia de “low-fi” alternativo argentino de aquellos años. Ya desde su denominación pareciera filtrarse el concepto nieztcheano (en el sentido de lo feo, como forma de reconversión existencial). “Horrible”, esta construido en un universo contextual paralelo, al que se vivía por ese entoncs, en la Argentina. Consumo compulsivo del uno a uno, los desposeídos estéticamente y culturalmente, quieren lo mismo que el “argento solvente y ganador” (“pizza con champagne”), nadie quería el tilde de “feo”, en lo que respecta a su aspecto.
Quizá aquí aparece lo genial de dicho disco, que representa toda esa “otredad” de las fauces menemistas; Músicos y público daban forma a la camada del nuevo rock argentino de ese entonces, conjugando más allá de los matices económicos que lo separen, “un universo de escena”, dónde lo espiritual simbólico de pertenencia, eliminaba toda posibilidad de vínculos por fuera de la experiencia concreta, ya sea a través de discos o recitales, (internet no existía aún) y generando un lugar de digna representación y originalidad creativa.
Al mismo tiempo, ambos dos, eran condenados al anonimato o ridículo demagógico, que sentaba las bases del “rock chabón”, y miraba incrédulo todo lo que se genere por fuera de su patrón de reconocimiento. Así, a través de canciones de trazo fino y volátil, (plenas de viajes y saludos desde el más allá),como “Algo difícil” ( en colaboración con María Fernanda Aldana, bajista de “El Otro Yo”), o “Saludos en la Nieve”, u otras como “Porvenir”,(canción cansina y de genial resolución, dónde el intermezzo esta musicalizado por el tema que abre y cierra la película “Taxi Driver”) o“Falso ladrido”, plena de pudoroso repliegue sentimental
En síntesis Horrible, sienta las bases de una estética y concepto artístico que con el correr de los años se irá auto-fagocitando a sí mismo, inclinando la balanza hacia el lado del cliché, más que de lo meritorio artísticamente, terminando atracada dicha ideas por la MTV latina, la falta de recursos y obviamente la decadencia cultural vernácula).
En Galope, tal como lo indica el nombre, la cosa viene más al “palo”, ya sea desde la musicalidad de los temas, y por el histrionismo neurótico de las letras. Así la poesía de Rosario Blefari se tiñe de extravangantes imágenes de urbanidad cosmopolita, (“Camión Regador”, “Asesina”, o “Natación”). Incluso en su desplazamiento en las letras hacia etéreos encuentros con los astros, la música suena febril y más cruda, como lo puede ser “Estrella Solitaria”.
Desde el inicio con el “adiós, adiós”, y el “cambió, cambió”, que se escucha en “Río Paraná”, Excursiones pareciera marcar el fin de una etapa en la carrera de Rosario Bléfari. En un recorrido de plena poesía “litoraleña”, la banda simplifica fórmulas de armado de los temas, y la voz de Bléfari toma ganancia en el formato de la canción simple y agradable. Así entre “hondanadas”, “ánguilas” y río, la poesía de sus letras, busca una geografía más descriptiva, y en “La Niebla”, dónde parecieran volver ese desplazamiento a sensaciones volátiles, los estados de transición espiritual de la cantante, parecen superados. La niebla, (como dice el tema se disipa), a través de “construcciones multicolores” positivas, y todos los “inviernos sentimentales”, parecieran definitivamente cerrados.
Así cierra su participación con Suárez, dejando un legado único y fortuito. Primeramente redefine la inscripción de la mujer dentro del rock argentino, fuera de todo ironía paródica, (Fabiana Cantilo, “Viudas e Hijas de Roque Enrroll”, o mesianismo, (Patricia Sosa, entre otras). A la vez, que en su particular poesía, jamás hay un dejo de jactancia, solo sensaciones de “eterna-enfant”, agridulces, que en su intento por plasmarlas al mundo deja la sensación de que, para el legado de lo bello, siempre es mejor la insinuación que la trivial fanfanorrería de lo explícito.
Disuelto Suárez, maternidad de por medio, y luego de exorcizar, todo eso de alguna manera, a través de un disco “ambient”, (Caras), Rosario Bléfari pareciera dar cuenta a través de sus otros discos “Estaciones”, “Misterio Relámpago” y “Versiones Relámpago” (reversiones más eléctricas de canciones de los dos discos antes mencionados, más un tema de Suarez, “La Copa”), que para ella ya no hay ningún excursión o paseo, por fuera del “habitáculo de la cotidianeidad”, sino por el contrario temporadas definitivas que hacen referencias a imágenes de redención sentimental (“Lobo”), transeúntes perdidos en toscas realidades filosóficas, (“Vidrieras”) o pertenencia identitaria perdida (“Cuaderno”).
Luego del encuentro (“argento”-“groncho”), cuya metáfora perfecta sería Araceli Gonzalez, rindiéndose a los pies de Chayenne. Los pudientes económicamente purgan sus fantasmas de que quedar mal parados socio-dinámicamente, a través de la electrónica y luego buscan, (flogs, internet y ringtones mediante), cierto interés por fetiches de la “cultura pop”, (Warholianos, cinéfilos y musicales), que en concreto son anoréxicos cayendo más en las formas que en el contenido. Así, surge “la moderna Palermidad”, y Rosario Bléfari, es adoptada como madrina de todo eso, y sus vórtices también.
En la vorágine, aparece “El Buen Día”, que vendría a ser una especie de “Woodstoock del consumo vintage”, en dónde el acceso simbólico se festeja como un lugar, de pertenencia, sin intento de cotejar o desbordar la realidad contextual, (a diferencia de lo que ocurrió con el sueño “despedazado por mil partes”, de la ya lejana “alternatividad” de los 90’), generando un discurso fariseo y excluyente, o en todo caso un “ring-tone” de ideales rotos.
Más allá de cierto “guiño”, a todo esto, que se denota en la tapa de “Estaciones”, (su cuerpo aparece sugerentemente, ostentando cierta mirada altiva), para luego abortarlo rápidamente con la mirada cabizbaja, que aparece en la portada de “Misterio Relámpago”,queda bien en claro, que su papel en todo esto es referencial, y no como “ideóloga inconsciente”, dando cuenta de que el real problema es la mala lectura del legado inmortal y único, que construyó con Suarez, durante los 90’.
Algo de esto parece teñir a bandas que intentan seguir sus pasos, (como “Rosal”, entre otros), olvidando que la música de R.B., más allá de que tienda a filtrarse en un público de necesario “back-ground cultural”, nunca hizo “vana gloria”, de esto, ni levanto bandera sobre algún tipo de “educación sentimental o pedagogía creativa”, de hecho, en las letras que recorren toda su carrera, jamás hay referencia alguna a conceptos o fetiches de la cultura contemporánea, sino sólo imágenes de la construcción de su verdad y sensibilidad en el planeta tierra.
Pero en fin, como dice la letra de su tema, “Cuadernos”: “Las ideas son vueltos perdidos, que jamás quedan en los bolsillos. Que no digan nada después.”


Bernardo Damián Dimanmenendez

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