viernes, 29 de febrero de 2008

Trovadores del lustro "K"


Si Miami (el último gran disco de los Babasónicos), allá por el año 99’, era una guía más que fidedigna, de cómo luego de 10 años de explotar como nunca el lado más chauvinista de los argentinos, la fiesta dejaba en el camino, más sandías rojas, caladas y podridas, que agraciadas rosas.
Hoy luego de un lustro de “Kirchnerismo”, las promesas de mejora social siguen siendo solo eso, promesas. Sumado a la cepa de decadencia menemista, las cosas se han tornado aún más crudas, frente a la ficticia tendencia oficial de progresismo social, que no puede escapar a las huestes de una decadencia socio-cultural, invisible pero fulminante, en dónde, ni siquiera el almohadón ficticio del uno a uno de los 90’, le permite escapar a los argentinos, hacia un lugar de confort consumista.
“El Plan Alborada”, (denominación empleada para un proyecto de viviendas prefabricadas de la Plata), es quizá el primer mapa serio de la década acerca de los estereotipos que Kirchner y los suyos, van fumigando sobre territorio nacional.
Ubicados en una musicalidad, que marco esos mundos grotescos y bizarros, que menguaban entre la utopía futurista y la añoranza anterior,
(como lo pueden ser el mismo “Miami” o “Babásonica” de los Babasónicos), sumado a un estrobóscopico y ácido tecno, (dónde scratching, electrónica, guitarras e instrumentos no tan convencionales para el rock (como el “Llamador de Ängeles), conviven armónica y acertadamente, febrilidad de guitarras mediante, (tan aceleradas como en las mejores épocas del rock sónico de los 90’).
El paralelo con Miami, se establece por la visión panorámica y justeza lírica, pero en “El Plan Alborada”, la descripción va a apuntar hacia una mirada forastera plena sobre la argentinidad, pues a diferencia de Miami, no hay fin de fiesta, sino que simplemente esta jamás se llego a efectuar durante dicho lustro (2003-2008).
Entonces el voluptuoso reviente de los 90’, que los Babasónicos bien narraron en Miami, encontraba una lamentación por el tiempo en vano y no productivo, (escuchar “El shopping”). Pese a esto, los babas’, tuvieron su contexto para jugar con un cierto panorama de desarrollo contextual, emocional y sexual.
De hecho la quintaesencia del disco, se construye con el hit, “Desfachatados”, en dónde pese a la decadencia narrada, todavía existe la chance del reviente sexual y estilizado, en arquetípicos clásicos argentinos, (“El playboy”), y pareciera ser más que claro, que pese al grotesco de valores imperante, se aspiraba a ideales de reconocimiento simbólicos, algo que se desprende de la letra de “Sumún”. Tanto el “groncho”, como el “argento” prototípico, querían ser resueltos galanes en el “teleatro” de la vida misma.
Su nivel de juego paródico, podía ubicar a Miami, como estandarte del sueño vacacional de la clase media argentina durante los 90’ y a la vez, panteón de consagración de los “New Rich”, de la pizza y el champagne, (aunque en el fondo su despliegue filosófico, no pueda atravesar la General Paz).
De ahí que la aparente Miami, que se ubica en la portada, en realidad es Misiones, ( la provincia mesopotámica argentina), apostando a un acertada ironía, con respecto a la necesidad presuntuosa, con la cuál se construyeron los frívolos estereotipos del menemismo.
Ubicados hoy en el año 2008, y devaluación mediante, el sueño de reviente hedonista, aparece plenamente roto, porque tanto “gronchos” como argentos, se encuentran en un lugar en el cuál el acceso a un confort febril, aparece negado plenamente.
Así ferias de canje mediante, viviendas prefabricadas, psicotrópicos “lumpen” (paco), o globalizados (éxtasis) y fallidos intentos de volver a darle a los trenes, la antigua importancia que tenía en años pasados, sumando la negativa virtualización de los afectos y sentimientos, no urge una necesidad de pertenencia alegórica, (solo se convive en multiculturalistas ghettos, como hoja que arrastra el viento), pues la fiesta jamás se recompuso del todo, y todos los ebrios de la parranda, quedaron finalmente al margen de todo amparo, y con la llama de “egonomanía” bien apagada.
En una portada de colores futurista, se esfuman la figura de dos madres que portan sobre sus cabezas los clásicos pañuelos de la clase obrera argentina.
Aquí, pareciera haber una clara dualidad del torpe maquiavelismo “Kischnerista”, en dónde los derechos humanos son planteados como recuperación para museo
(llámese ESMA, denomínese standarización de las “abuelas de la plaza de mayo”), y no como tangible bienestar para los habitantes del presente, que siguen conviviendo con las misma penurias estructurales, (económicas y sociales), que se arrastran desde hace 30 años (el “chabón”, se convirtió en “ciberchabón”, pero su imaginario y expectativa de inserción social solo se da a través del monitor).
El “auto-apartheid”, solo permite universos micros plagados de violencia y escamoteo para sobrevivir al día diario. Los soundblazter los decodifican perfectamente y así surgen temas como “Cuarenta y ocho”, dónde las saturadas guitarras y la acelerada base del tema, dan cuenta del cruel anonimato con el que convive el argentino de hoy, en dónde la motorización de proyectos pierde, frente a la falta de medios.
La letra narra: “Para saber que estoy muerto, pídeme que vaya al centro y voy adónde estoy. En medio del mar abierto, el veneno va subiendo, flotando mi tumba a mi alrededor. Marcho sin regreso, rumbo al cementerio, porque ahí me espero yo”.
No hay retorno, el agua hasta el cuello para todos, respirando sólo hasta que no se pueda hacer pie, y el centro, cónclave de febril nocturnidad, es sólo un cartel, y nada más que eso.
Sin indicio alguna de felicidad momentánea, la ley pierde toda validez, y el “descone”, por cualquier medio, es el voto de castigo autoinfligido. Así la traición, el golpe bajo, la saña por la saña, y el mutismo emocional cobran un valor de correspondencia cultural, que construye fieras anónimas hambrientas de crueldad. Esta mutación para peor de los sujetos ya deformes de los 90’, para hacer pie en “Radio Studio Dance”, a través del intranquilo órgano en su ejecución a contramano de la línea del tema, al cuál vigoriza con un sonido certeramente alarmista. La canción encaja con la idea rencor sentimental antes descripta, y dice: “Como un rayo de luz, cruzando la ciudad, un bólido de potencia. Fuera de la ley federal, alarmante y fatal, pega sin avisar”.
Rotos los sueños, sin haberes morales, y condenados a un “ghettismo cavernícola”, se huele la violencia, y la sangre derramada en vano, tiene el valor de una oferta de “auto-mac”, generando un paisaje de decadencia romana, dónde pastores de abrazos “a lo judas” y los jóvenes, asoman como cobardes chacales, a los cuáles no les importa atacar a cualquier oveja indefensa, según su antojo.
Los soundblazter parecieran hacer de esto, un digno y actual retrato a través de la música presurosa, que dispara el track, “Vía Circuito”, y dónde la letra, habla de los circuitos neuronales rotos del lustro “K”, “Tirado sobre el asfalto hay un vecino degollado. De la guerra de la pandillas a la armada evangelista, que te salva de ser fruto del pecado. Los rateros y punteros, codo a codo con los ciegos..... Y vos, vos sos de otro lado, y yo, yo soy del conurbano. Hoy los chicos de la esquina, compiten con las de Lima, por el puesto “number one”, del más buscado”.
Así cierra un disco que pareciera, narrar una primeriza idea sobre la genealogía moral argentina actual, (dual y contradictoria), tal como ocurrió durante los 10 años de “gorilismo menemista”, dónde el acceso a un confort vacuo, irrisoriamente determino el destino político de un país.
Hoy en día tampoco pareciera avizorarse algún tipo de alborada, ya sea para “gronchos” o “argentos”, cuya heladera o segundo auto en cuotas, finalmente termino siendo vendido de oferta en algún desarmadero del Gran Buenos Aires.
Sin confort, sin fiesta a la vista, y despojados de toda utopía terrenal, solo les queda de consuelo, que el día les haya sido lo más liviano posible, y el sol que los ilumina frente a sus ventanas, dispare sus últimos rayos, antes de decirle a la luna, “Buenos Días hasta mañana”, (como cantan los soundblazter en ese “carnavalito tecno” que resulta ser “Amanecer de los Valles”), más allá de que el miedo, (tanto para lo “ex gronchos” como para los argentos), por figurar en la lista de personas desalojadas y depositadas súbitamente en la lista de personas a la espera de hogares prefabricados por el gobierno nacional, ronde día y noche sus mentes.

Bernardo Damián Dimanmenendez

martes, 26 de febrero de 2008

Juventud descascarada


El rock siempre trata de dar cuenta de una síntesis de vida con las emociones que esta inmiscuye. El contexto como habitáculo de cocción del futuro arte a desarrollar, más allá de que los ingredientes que condimenten la vida diaria no sean de lo más apetecible.
Entonces la clave para que lo culinario de la música, (que toda banda prepara a partir de ensayos, shows y tiempo personal dedicado), sea satisfactorio, será tratar de sacar los mejores réditos, mostrando un necesario coraje, y la astucia de saber cuando actuar en el momento correcto, para que las acciones estipuladas, den el resultado anhelado..
El noroeste del conurbano siempre fue proclive históricamente a disparar bandas que respiran la fiebre de clásico rock and roll. Es como si la virulencia agreste que se respira en la zona, sea absorbida por la música, la cuál a través de cada acorde desperdigado, nuclea una sintomática atmósfera guerrera y combativa.
La respuesta creativa va a venir entonces, de la mano de una “ofebridad” para tratar a la música como panacea de descanso y catarsis emocional a la vez, buscando en la raíz purista artesana y filosóficamente creativa, ideada inconscientemente por el legendario campesino Menocchio, y oponiéndose a todo intento frívolo de “Taylorización” del arte, que sirve más que nada para caer en el mero ejercicio de mercadotecnia que agobia al rock actual.
Reptilia, es una agrupación formada en el 2006, compuesta por Javier Montiel en voz, los hermanos Lopez (Carlos y Adrián) en guitarras, Ariel Erriquez en bajo y Cristián Albornoz en batería.
Su primer EP “Fuerza”, sirve para clarificar las ganas de modificar el estado de reposo, a través de un rock básico y bien llevado a través de todo un manual de riffs, yeites y punteos que van del mejor Mick Robson al más febril Angus Young.
No hay disputas ideológicas generacionales fuertes en juego, ni tampoco ganas de cambiar las cosas, la música solo se usa para ilustrar pequeños pincelazos y personajes pictóricos que transitan la vida misma
(escuchar el tema “Aquí Bajo”, como metáfora de pertenencia a personas y lugares que parecen imperturbables al paso del tiempo).
El lenguaje usado en las letras no quiere crear ningún tipo de dicotomía, así las palabras empleadas son sintéticas sin caer en ningún lodazal conceptual, y siguiendo la bajada de línea directa y efusiva de la música.
En el potente rock “Reactivate”, las guitarras suenan parecidos a ciertos pasajes del mejor “Big Star”, quedando clara la idea de que no hay ningún resentimiento con los debes de la vida misma, sino que justamente el pacto con la misma música sirve como escudo y lanza a la vez, para frenar y atacar todo incidente afectuoso que depara el difícil “match”, que resulta ser animarse a crecer.
Así, como pequeño guiño a su nombre, la banda intenta reptar entre la hojarasca marchita de la acefalidad sentimental, la impotencia del no progreso y la certeza de saberse perdido pero intentando buscar el camino, con el corazón y la música al volante.
Como punto final, siempre queda la incógnita con las bandas de zona oeste, desde la muerte de Luca Prodán, de que si una vez superadas las primeras formas de arte que emanan un rock directo y vigoroso, puedan ir en contra de todo cliché musical, buscando en la vanguardia y la experimentación sonora, el camino que Luca, hizo que Joy División, encontrara su sucursal criolla en Sumo, la cuál hasta hoy en día, y a punto de cumplirse 20 años del fallecimiento de este, permanece aún vacante.
Bernardo Damián Dimanmenendez

lunes, 18 de febrero de 2008

Laboratorio Dance


El pasado viernes, la agrupación neoyorquina Battles se presento en Niceto. En un mes en el cuál bandas que supieron llevaran la esencia rockera a las pistas de baile, (desde la vertiente más punk-funk de los Rapture, y LCD Sound System, hasta llegar a los cerebrales Battles). En una hora de show, la banda expusoa través de un tormentoso y calculado maremoto de sonidos, porque son una de las últimas gratas sorpresas del sello Warp Records.



Cerca de las 23 hs, la agrupación norteamericana Battles, quién cuenta con 3 Eps (“C”, “B”, y “Tonto +”, y un LP, que ha despertado durante el presente año numerosos elogios, denominado “Mirrored”, (llegando incluso, a posicionarse Nº 70, en el chart de UK).
La propuesta de Battles, dentro su aluvión musical, parece enfilarse desde el vamos a una carrera acelerada, metódica y calculada de sonidos.
Como si el mismo viaje que propone el show, se asemejará a un triatlón, dónde cada nota expelida es esencial, para provocar un clima enérgico e hinóptico a la vez, teniendo la sutileza de no caer en el abismo sonoro excesivo y confuso, que provocaría el cansancio en los oyentes con el transcurso de los temas.
El triatlón musical, abre con “Race In”, cuyos arreglos vocales quisquillosos y acelerados pasajes melódicos, recuerdan a ciertos temas de los recordados Van Deer Graff Generator.
A continuación, como si se tratará de un laboratorio donde se producen piezas musicales en serie, asoma “Tij”, de sonido constante y lapidario, matizado con algún que otro arreglos de sintetizadores.
La batería a cargo de Jhon Stanier, de impecable vigor guía el tema, en dónde los arreglos vocales suenan como si se tratará de un ritual tribal, (algo a que los Battles apelan numerosas veces en sus temas, para darle ese frenesí epiléptico y bailable a la vez), siguiéndola a esta “SZ2”.
A continuación siguen con “Tras”, en dónde un riff de cierta dinámica punk, es decorado con agudos arpegios de guitarras, y agudos sonidos de teclados, uniendo la fórmula de hacer experimental estructuras musicales simples, (buena lectura del legado post-punk experimental).
A continuación un tema clave para entender el magma musical de los neoyorquinos, su hit “Atlas”.
El tema comienza con una base “motorik”. (ritmo de 4/4, cuya pionera fue Mo Tucker, percusionista de los Velvet Underground), y después llevado a la fama por bandas del kraut alemán, y de cuyo nombre, unido al tecnicismo germano surge la denominación (“Mo-torik”), y las voces tribales adoptan un matiz más electrónico, para finalmente a través de espontáneos riffs de guitarra, lograr seducción bailable, y no frenética danza, como en el caso de otros integrantes de la escena como pueden los antes mencionados Rapture o LCD Soundsystem.
Cierran finalmente con “Race Out” y un el “bis” de regalo “Bad Trails”, en dónde se destacan las paredes sonoras, construidas mediante un interesante uso del feedback.
Nueva York, ciudad cosmopolita clave para entender la cultura moderna de los últimos 60 años, sigue deparando sorpresas musicales gratas, (ya sea desde la cultura asfáltica que proponía la “Velvet”, pasando por el rock “Glitter” de los “New York Dolls” o el “pub-rock” de Televesión, hasta llegar al presente, y demostrando que pese a que los intersticios para generar propuestas medianamente novedosas sea cada vez más reducido, los habitantes de dicha ciudad, siempre tienen más allá de su estatua y mole de rascacielos, algo nuevo para contarle al rock.
Bernardo Damián Dimanmenendez

domingo, 17 de febrero de 2008

María Antonieta del Rock


El pasado Domingo, Sr Tomate se presento en Plasma. La agrupación platense demostró en media hora, porque la dosis de su música psicótica y realista, sopla como una brisa retroactiva en lo que respecta a lenguaje musical, recuperando autenticidad lírica y sarcasmo compulsivo, y sin caer en el muro de lamentos “fashionistas”, al que a menudo como oyentes nos hemos acostumbrados, sobretodo a la hora de oír voces femeninas.

El domingo era cálido pero no tórrido, cerca de las 22 hs, Atmosferia, trío que busca una línea de composición en un power pop mezclado con ciertas dosis de climatología musical que atañen al post-punk de fines de los 70’.
Catárticos, sin pecar en languideces poéticas, y en dónde a través de dinámicos acordes de guitarra, que son seguidos por fraseos agudos de bajo y compacta batería, le otorgan como resultado musical final, temas de cierto ardor musical, sin llegar a auto-incendiar, (como muchas veces suele pasar con las bandas que buscan un cierto “epicismo” en los estribillos), en dónde destacaron, “La Maravillosa Antena”, (hipnóticos los arpegios de guitarra) y “Perfección”, dónde hay contundencia sonorosa directa y plana, que permite que la canción desde el inicio hasta el final, mantenga su sintonía enérgica, musical y celebratoria del mismo frenesí propuesto desde el vamos, (el tema es compositivamente lineal de principio a fin, sin por eso, pecar de monótono).
Más tarde, llegó el turno de los también platenses Sr Tomate. La agrupación cuenta con dos Eps editados, “La fruta desquiciada” (2004) y “Júbilo y sorpresa” (2005).
Los “Tomate”, suenan como si se tratará de una agrupación circense y “happeninera”, (en el sentido de que cada uno de sus integrantes cumple un rol fino y delicado en la banda y la forma de plantear la musicalidad de los temas, parecen despojarlo a uno de su rol pasivo de escucha, y sumarlo a una especie de festín irónico y sarcástico, dónde la polución sentimental posmodernista, parece ser limpiada a través de la dosis mordaz que parece ofrecer su repertorio lírico y sonoro).
Mucho se ha hablado de las influencias de Sr Tomate, personalmente pienso, que la banda tiene una línea de comunicación creativa, similar a la que sucedían en las cofradías del rock de fines de los 60’, en San Francisco, (Grateful Dead
, entre otros), no en el sentido de su genealogía sonora, sino que a partir de la fraternidad de experimentar sus integrantes conjuntamente experiencias similares, en un contexto determinado, se va a determinar su linaje musical.
Los Tomate, abren con “Ritmo de vida” y “Mente Peligrosa”, hasta llegar a ese himno a la holgazanería que es “Tu Tumba Cama”.
Luego de la dulce guitarra del principio, la letra va describiendo, toda una situación dual, de confort y desagrado, (la cama, como símbolo de seguridad frente al agobio exterior), pero también como síndrome de inacción, para poder cambiar esa hostil realidad, y para que el tema detente un crédito aún mayor, la voz grave de Poli, encaja perfectamente con la sintonía musical que el tema abraza.
Poli, parece asemejarse, a una especie de “María Antonieta del rock”, (renegada y visceral por unos momentos, como pueden ser la letra de “Tu Tumba Cama”, o “Manías”, y afable y esperanzadora por otras, como en las canciones “El control” y “Adónde vas”).
Si en los 90’, Suarez a través de Rosario Blefari expresaba, las esperanzas y penurias, a través de descripciones volátiles que buscaban sosegados lugares de encuentro y redención sentimental, (cuya huella indeleble quedo registrada en temas como “La Niebla” y “Saludos en la Nieve”), Sr Tomate, a través de Poli, encuentra en la parodia del retrato de “fotografías” actuales, de embote y constipación mental a las que las personas del siglo XXI están acostumbradas, un punto de partida hacia un cambio de rumbo, más sincero y afectuoso, pero sin buscar el escape hacia lugares o situaciones por fuera de la topografía terrestre, que hace al tracto dinámico del ser humano actual, sino a partir de la autorreflexión, de las situaciones descriptas o narradas. .
Así, “los tomate” prosiguen con su contagioso repertorio musical, destacando “La Palabra”, “La Tempestad”, “Infarto”, entre otros, y destacando esa capacidad para generar artilugios sonoros como son el uso de la melódica y trompetas (a cargo de Giovanni y Pedro Millenaar, respectivamente), para finalmente cerrar con la paródica, “Doña Doctora”.
El lugar que ocupa la mujer en el mundo del rock,(a partir de describir mayormente estas en su magma creativo, situaciones sentimentales lánguidas y previsibles, produce como resultado general final, que las damas participantes en este ámbito, sean lapidadas por la estructura machista del mismo.
La solución o remedio vendría por el lado de contextualizar su furia uterina, mezclando ironía cómplice y ensoñación carnal, y dejando de lado, todo repertorio estético “fashionista”, que sólo ayuda, a ponerlas en un lugar de “tropo” sexual y servilista.
Así, su música servirá como remedio cáustico frente a las voces opresoras fálicas, con las que muchas veces son despretigiadas, las “femmes” que se animan a contarle al mundo sus historias, sonidos mediante.
Algo de eso pareció asomar a través de la voz de Poli, y el aporte de los demás integrantes del conjunto, que hacen a la semilla creativa y musical de Sr Tomate.

Bernardo Damián Dimanmenendez

jueves, 14 de febrero de 2008

Soles Clubbers


Hacia comienzos de los 90’, los jóvenes británicos deliraban a través del hervidero electrónico que ocurría en la ciudad de Bristol, (localidad clave para entender sucesos importantes en la cultura rock británica, desde las batallas de mods y rockers en los 60’, pasando por la relectura del rap y el breakdance en los 80’, hasta el nacimiento del trip-hop en los 90’). Así raves mediante, se desplegaba toda una estética alucinógena posmoderna, impulsada por el auge del éxtasis y la difusión que daban las emisoras piratas británicas de comienzos de los 90’ a esta nueva ola musical, denominada genéricamente electrónica.
En 1997 una rama novedosa y revolucionaria de la electrónica, como el Drum and Bass, alcanzaba su punto más alto cuando artistas como David Bowie, Moby o Everything but the girl, querían un lado b de sus temas originales, en Drum and Bass, luego de esto, la standarización y repetición de formas haría de la escena un mero ejercicio de mercadotecnia para los extasiados “clubbers” de Ibiza y resto del mundo.
La propuesta musical, de Palangueto, ( dueto compuesto por Javier Adaro y Federico Scally), parece buscar como punto de apoyo artístico, el Goldie de “Timeless” o el “New Forms” de los Reprazent, al comando de Ronie Size, de aquellos buenos tiempos del Drum and Bass.
Así entre “breakbeats”, y líneas de bajo, utilizados a través de una plataforma de samples poderosa de estos, (como “Tongo” o “One big Love”), o tenues (“Morning Afters”), y apoyados por poderosos riffs de guitarras, el grupo logra que las canciones suenen “juguetonas” y bulliciosas, a la vez, más allá de la no recomendada licencia de cantar en idioma foráneo canciones, que por la capacidad melódica vocal de sus integrantes, sonarían más nobles y auténticas, trovadas en el idioma nativo de éstos.

Bernardo Damián Dimanmenendez

miércoles, 6 de febrero de 2008

Hábito y Nuevas formas


En el auditorio del Colegio Nuestra Señora del Huerto, ubicado en el barrio de Villa Pueyrredón se presentaron las agrupaciones El Carro de Yaggernat y Mármol “R”.
Depositadas las bandas en una especie de ofrenda gratuita y fecunda de fiesta de fin de curso, la música de las bandas fue un “cocktail” de dulce ensoñación y avergonzada confesión, logrando que la tarde calurosa, sea saciada por grata música.

El auditorio del Colegio Nuestra Señora del Huerto, con su estructura clásica y colonial y sus 250 asientos de madera, pareciera ser un recuerdo de los marcos arquitectónicos que adornaron eventos musicales de antaño, cuando el rock, (ya sea foráneo o nativo ), se encontraban, aún en pañales, y dónde todo aquello, que vaya por fuera de la música en sí, (ya sean elementos de estimulación audiovisual, como pantallas 3-D, o el exceso de confort, (desde asientos acolchonados que invitan más a una relación del cuerpo con el relax, que a una confrontación directa del oyente con el arte expuesto).
Así como si fuera un “revival”, de dichos tiempos, (como podría ser la música de feria), que ayudó a que el primerizo rock and roll que impulsaron Elvis Presley o Bill Haley, se promocione por toda Norteamérica, en dónde fuera de todos los clichés estéticos y técnicos de hoy en día, artistas y público se envolvían, en un ritualismo único y originario, lográndose una comunicación plena y directa, entre el espectador y el músico, fuera de todo soporte tecnológico, las bandas El Carro de Yaggernat y Mármol R, serían los actores principales del plató musical que una tarde de Noviembre el destino le deparó.
Alrededor de las 19 hs, abrió el evento con la presentación de El Carro de Yaggernat. Cosmopolitas por naturaleza, y siempre al margen de toda fiebre o moda musical, por elección y convicción, mostraron su rock asfáltico de manera diferente, debido a la ausencia de su bajista Sofía Piazza, (que le da esa especie de atrayente arritmia new-wave, a la banda).
Así entonces, El Carro de Yaggernat, contextualizó su música en un hábitat sonoro, de ensueño, cercano a la ilusión, y dejando de lado, su pliegue musical de “pasajero en trance”, que caracteriza su alienada naturaleza artística.
Toda esa ensoñación, pareció una acertada adecuación, al evento del cuál fueron partícipe. Como sabemos, bien que la tierra de desilusión, que caracteriza nuestro tránsito por el mundo, se debe a que muchas de los anhelos y deseos más profundos que alimentaron nuestra alma en la época adolescente, chocan contra el muro de la cruda realidad, no obstante, y más allá del ridículo filosófico que caracteriza la adolescencia, su dinámica motora, jamás debe ser despreciada, sino por el contrario, explorada de una manera que sus frágiles castillos, permanezcan durante ese lapso, inmunes a toda caída.
El carro de Yaggernat, transportó toda una halo soporífero, de candor y quimérica crisálida musical, apoyados, por las oleadas de personal “Dream-pop” de su guitarrista Alejandro Valdez, y seguidos por la confesional y orgánica voz de Anibal Paz (orgánica en el sentido, de que a través de su tono vocal y su perfomance escénica, logra estructurar todo su trabajo de campo antropológico y cosmopolita, que hace a la convicción de su persona, situándose con aplomo en un lado, histéricamente plácido a la vez. La batería a cargo de Gastón Moisés, hace de acertado copiloto, al viaje propuesto, que no va hacia ningún cosmos o universo distante, sino por el contrario, que celestialmente viaje al encuentro de sentimientos de profunda cordialidad con los espectadores, sin necesidad de intentar un pretencionismo rebuscado, sino como si una invisible caricia se posara lentamente sobre el cuerpo de estos, llevándolos lentamente a espectro dónde el utópico “oxímoron” griego, pareciera hacerse presente.
Así la banda abre, con dos covers de Divididos “El Burrito” y “Dame un Limón” (un tema donde Mollo, tira una de las frases más acertadas de su carrera musical, (“entre morcilla y Suiza estoy”).
A continuación, siguen con “Once”, un tema clave para entender la línea musical de la banda, más allá de que para esta ocasión haya adoptado una resolución sonora diferente.
Si alguna vez, mencione a El Carro de Yaggernat, como un grupo dónde la alineación posmoderna, nutre sus mieles creativas, esta se realiza de una manera diferente a lo que ocurre, con la desidia suburbana, (especialmente con las bandas de zona sur), en el sentido, de que el “ruidismo” que nutre sus cerebros compositivos, va a ser marcadamente mas pulsional y directo, que el nivel de parodia existencial ofrecido por muchas bandas de zona sur.
“Once”, a través de su letra, describe ese hormigueo incesante que es la Capital Federal, pero sin caer en una retórica pictórica geográfica o edilicia, sino mostrando la alteración biológica, de saberse perdido en la mole de cemento, mientras las escoltas femeninas pasan una tras otras, aunque inconscientes estas, de que precisamente lo que van a levantar no es precisamente una bandera.
Es visible a partir de esto, como la canción describe de manera sutil, una sensación de perversa soledad, sin necesidad de caer en descripciones groseras o “trasnspornagraficas”, logrando que la lírica aséptica a priori, adquiera una irónica letal y contundente a la vez.
Luego, tocan un tema nuevo, aún sin nombre, que por el momento titularemos “NN”, y cierran su correcto manual musical, presentado (especialmente para la ocasión), con “Los Chanchos”, finalizando un viaje, dónde la sutilidad, sensibilidad y talento, encuentran un correcto lugar de anclaje, sin ninguna necesidad de extremismo tosco postural, para demostrar que con amenidad y simpleza, las cosas pueden ser mejor contadas, y no vomitadas a través del alarde, en síntesis, musicalizando una desesperación, que con el correr de los minutos, se transforma en una frondosa arboleda de esperanza.
Más tarde llegó el turno, de los sureños Mármol R. Formados el presente año, la agrupación presenta una buena lectura lírica del burlesque sexual, que caracterizó a grupos de relevancia como “Virus” o “Los Encargados”.
Musicalmente la banda parece dividirse en dos partes, que hacen a su “monoblock” creativo.
Por un lado, Agustín Debesa (Bajo), y Emiliano Martinelli (batería), despliegan una base musical, que retrotrae todo ese groove del sonido “Madchester”, que caracterizó a grupos como Stone Roses o Happy Mondays.
Sin embargo, el resultado final de su música, no es solo la sumatoria de esta vertiente estílitisca, así la guitarra de Marcelo Cardozo, se apoya en la voz de Andres Aloy, y aprovechando esa dosis de sarcasmo maníaco que pareciera expulsar de su garganta (pervertida y compañera a la vez), reluce arreglos minimalistas y juguetones, que permiten que en el exceso de velocidad impulsado por el bajo y la batería, se destaquen estribillos festivos y de melodías noblemente confesionales.
Así los “marmoleros”, abren con “Siempre Hay rincones”, siguiéndole a esta “Me Molestan” y cierran esta primera parte del show con “Es Pura Casualidad”.
A partir de los títulos de las canciones se empieza a ostear un horizonte, que una vez profundizado a través de las narrativas de las canciones, dan un panorama muy cercano a esas personas que por milésimas pueden saborear como pocos las mieles más dulces del amor, sabiendo que la cucharada que segundos después va a ser degustada, otorgará esta vez, un sabor parco y amargo, y el recuerdo paradisíaco que servía de contexto a ese primer deleitoso sorbo, toma la forma de una geografía desolada en lo que atañe a lo sentimental, pero sin caer, en el clásico perfil de “Miss llorona”, sino estilizándose, en una especie de “Antihéroe”, dónde la desesperanza, y el resentimiento, convertirán las cenizas de lo pasado, en polvo mágico para el futuro, más allá, de que la ruleta de la vida, depare por su destino circular, nuevos y predecibles ingratos momentos.
La letra de “Qué otra función del tiempo”, es clave para entender este juego dicotómico de presente/pasado espacial, y el cambio virulento que se produce en relación a lo afectivo: “Ingrato recordar algunas cosas, Insano también no poder recordar, Y pasa el tiempo como nubes, Y atardeceres, playas de tarde que vuelven y vuelven, Decime a dónde doblás y a qué paraje vamos a llegar, Cuando disfrutar es bastante obvio, No sé los días, los momentos sí”, y el estribillo, homenaje al escritor César Aguila, revela la veta circular del destino,(ya sea para mal o bien), antes descripto, “Decime a dónde doblás y a qué paraje vamos a llegar, Cuando disfrutar es bastante obvio, No sé los días, los momentos sí”.
Finalmente, los sureños tocan “Extraña Inquieta” y cierran a 10000 km por hora, con “Yo me Volví”, como si parte de esa pulsión biológica, aminorada y quebrada, por la soledad, pueda solo revivificarse y purificarse, a través de la música.
Así paso una jornada calurosa, pero plena en lo que respecta a lo musical. Algo cómico resulta que históricamente, el rock argentino fue asociado a elementos contraculturales sociales e incluso político, hoy encuentre la cúspide de su forma más obtusa, en los supuestos conciertos de bandas que cuentan de manera repetida, una y otra vez, la misma historia, cofinando al oyente, a un mundo de sueños y frustraciones, difícilmente palpable por ellos, entre el escamoteo ideológico de los “superstars”, que parecieran no detentar funciones biológicas humanas y reales.
En el Colegio Nuestra Señora del Huerto, no hubo religión, ni hábito que suprima, la emocionante confesionalidad de ambas bandas, que lejos de buscar el “abrazo de Judas”, cayendo en manuales ya añejos para el rock argentino, apuestan desde el lugar, que el mundo les otorgo (en el caso del Carro de Yaggernat, cosmopolitas capitalinos, en lo que refiere a Mármol R, suburbanos sureños), a contar una historia nueva, febril y auténtica, pero que por sobre todas las cosas, narran hechos y vivencias, con los que vos, ellos o yo, pueden sentirse plenamente representados, o ¿Todavía crees que el rock de verdad, se encuentra en lugares de verde césped y tribunas altas, cuando en el fondo te estás convirtiendo en fácil presa, de un hábil ejercicio de mercadotecnia?. Por las dudas, si algo intuís ando viendo en que armario vas guardando tanta vincha y “trapo”, comprado en vano.

Bernardo Damián Dimanmenendez