El rock siempre trata de dar cuenta de una síntesis de vida con las emociones que esta inmiscuye. El contexto como habitáculo de cocción del futuro arte a desarrollar, más allá de que los ingredientes que condimenten la vida diaria no sean de lo más apetecible.
Entonces la clave para que lo culinario de la música, (que toda banda prepara a partir de ensayos, shows y tiempo personal dedicado), sea satisfactorio, será tratar de sacar los mejores réditos, mostrando un necesario coraje, y la astucia de saber cuando actuar en el momento correcto, para que las acciones estipuladas, den el resultado anhelado..
El noroeste del conurbano siempre fue proclive históricamente a disparar bandas que respiran la fiebre de clásico rock and roll. Es como si la virulencia agreste que se respira en la zona, sea absorbida por la música, la cuál a través de cada acorde desperdigado, nuclea una sintomática atmósfera guerrera y combativa.
La respuesta creativa va a venir entonces, de la mano de una “ofebridad” para tratar a la música como panacea de descanso y catarsis emocional a la vez, buscando en la raíz purista artesana y filosóficamente creativa, ideada inconscientemente por el legendario campesino Menocchio, y oponiéndose a todo intento frívolo de “Taylorización” del arte, que sirve más que nada para caer en el mero ejercicio de mercadotecnia que agobia al rock actual.
Reptilia, es una agrupación formada en el 2006, compuesta por Javier Montiel en voz, los hermanos Lopez (Carlos y Adrián) en guitarras, Ariel Erriquez en bajo y Cristián Albornoz en batería.
Su primer EP “Fuerza”, sirve para clarificar las ganas de modificar el estado de reposo, a través de un rock básico y bien llevado a través de todo un manual de riffs, yeites y punteos que van del mejor Mick Robson al más febril Angus Young.
No hay disputas ideológicas generacionales fuertes en juego, ni tampoco ganas de cambiar las cosas, la música solo se usa para ilustrar pequeños pincelazos y personajes pictóricos que transitan la vida misma (escuchar el tema “Aquí Bajo”, como metáfora de pertenencia a personas y lugares que parecen imperturbables al paso del tiempo).
El lenguaje usado en las letras no quiere crear ningún tipo de dicotomía, así las palabras empleadas son sintéticas sin caer en ningún lodazal conceptual, y siguiendo la bajada de línea directa y efusiva de la música.
En el potente rock “Reactivate”, las guitarras suenan parecidos a ciertos pasajes del mejor “Big Star”, quedando clara la idea de que no hay ningún resentimiento con los debes de la vida misma, sino que justamente el pacto con la misma música sirve como escudo y lanza a la vez, para frenar y atacar todo incidente afectuoso que depara el difícil “match”, que resulta ser animarse a crecer.
Así, como pequeño guiño a su nombre, la banda intenta reptar entre la hojarasca marchita de la acefalidad sentimental, la impotencia del no progreso y la certeza de saberse perdido pero intentando buscar el camino, con el corazón y la música al volante.
Como punto final, siempre queda la incógnita con las bandas de zona oeste, desde la muerte de Luca Prodán, de que si una vez superadas las primeras formas de arte que emanan un rock directo y vigoroso, puedan ir en contra de todo cliché musical, buscando en la vanguardia y la experimentación sonora, el camino que Luca, hizo que Joy División, encontrara su sucursal criolla en Sumo, la cuál hasta hoy en día, y a punto de cumplirse 20 años del fallecimiento de este, permanece aún vacante.
Bernardo Damián Dimanmenendez
Entonces la clave para que lo culinario de la música, (que toda banda prepara a partir de ensayos, shows y tiempo personal dedicado), sea satisfactorio, será tratar de sacar los mejores réditos, mostrando un necesario coraje, y la astucia de saber cuando actuar en el momento correcto, para que las acciones estipuladas, den el resultado anhelado..
El noroeste del conurbano siempre fue proclive históricamente a disparar bandas que respiran la fiebre de clásico rock and roll. Es como si la virulencia agreste que se respira en la zona, sea absorbida por la música, la cuál a través de cada acorde desperdigado, nuclea una sintomática atmósfera guerrera y combativa.
La respuesta creativa va a venir entonces, de la mano de una “ofebridad” para tratar a la música como panacea de descanso y catarsis emocional a la vez, buscando en la raíz purista artesana y filosóficamente creativa, ideada inconscientemente por el legendario campesino Menocchio, y oponiéndose a todo intento frívolo de “Taylorización” del arte, que sirve más que nada para caer en el mero ejercicio de mercadotecnia que agobia al rock actual.
Reptilia, es una agrupación formada en el 2006, compuesta por Javier Montiel en voz, los hermanos Lopez (Carlos y Adrián) en guitarras, Ariel Erriquez en bajo y Cristián Albornoz en batería.
Su primer EP “Fuerza”, sirve para clarificar las ganas de modificar el estado de reposo, a través de un rock básico y bien llevado a través de todo un manual de riffs, yeites y punteos que van del mejor Mick Robson al más febril Angus Young.
No hay disputas ideológicas generacionales fuertes en juego, ni tampoco ganas de cambiar las cosas, la música solo se usa para ilustrar pequeños pincelazos y personajes pictóricos que transitan la vida misma (escuchar el tema “Aquí Bajo”, como metáfora de pertenencia a personas y lugares que parecen imperturbables al paso del tiempo).
El lenguaje usado en las letras no quiere crear ningún tipo de dicotomía, así las palabras empleadas son sintéticas sin caer en ningún lodazal conceptual, y siguiendo la bajada de línea directa y efusiva de la música.
En el potente rock “Reactivate”, las guitarras suenan parecidos a ciertos pasajes del mejor “Big Star”, quedando clara la idea de que no hay ningún resentimiento con los debes de la vida misma, sino que justamente el pacto con la misma música sirve como escudo y lanza a la vez, para frenar y atacar todo incidente afectuoso que depara el difícil “match”, que resulta ser animarse a crecer.
Así, como pequeño guiño a su nombre, la banda intenta reptar entre la hojarasca marchita de la acefalidad sentimental, la impotencia del no progreso y la certeza de saberse perdido pero intentando buscar el camino, con el corazón y la música al volante.
Como punto final, siempre queda la incógnita con las bandas de zona oeste, desde la muerte de Luca Prodán, de que si una vez superadas las primeras formas de arte que emanan un rock directo y vigoroso, puedan ir en contra de todo cliché musical, buscando en la vanguardia y la experimentación sonora, el camino que Luca, hizo que Joy División, encontrara su sucursal criolla en Sumo, la cuál hasta hoy en día, y a punto de cumplirse 20 años del fallecimiento de este, permanece aún vacante.
Bernardo Damián Dimanmenendez
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