martes, 25 de marzo de 2008
Obras y Hombres
El Mato a un Policía Motorizado y Los Reyes del falsete, cerraron un año en dónde, a través de canciones frescas, juveniles y personales, demostraron en una actualidad dónde las obras ya no parecen marcar a las personas, que no todo esta perdido aún.
Históricamente, los grandes logros de la humanidad se construyeron gracias a personas, que supieron intuir en dónde esta la punta de iceberg de cuestiones que se encontraban marginadas por la falta de exploración o ganas de mostrar que el sentido de la existencia no viene a uno, sino que las mismas personas deben salir a buscarlo.
Los Reyes del falsete, banda que acuña una expresión en dónde el rock es tomado como un elemento que no se merece ningún tipo de respeto, y el cuál hay que “latigar”, hasta el final para volverlo a despertar. Considerados a partir de canciones que mezclan acertadas dosis de “golfo” práctico con una buena geometría para la melodía desfachatada, taciturna y sobretodo, expuesta a un viaje donde la deformidad, encuentra su molde acertado
Así abren con “Mi Chica”, en dónde el falsete se pone al servicio de la ventilada de guitarras, dando la sensación de que el tema se construye desde un “beat”, perfilado hacia el eco de la alternatividad sónica propuesta en su momento por Brian Jonestown Massacre, junto con pequeñas dosis de un cierto minimalismo experimental, constituyendo un combo único por originalidad y cautivador por proyección.
Luego pasan entre otros, “Yabrán”, “El Gran Cohete” y llega la demostración elocuente de lo antes remarcado, en el sentido del valioso fustazo que la banda aporta con la intención de “sodomizar” todo intento de entender al rock como elemento intocable, cuál pieza de museo.
El tema en cuestión es “La fiesta de la forma”, dónde la aformidad misma de su composición, vapulea toda cuestión de que en las grandes canciones mandan siempre los buenos estribillos, y que por el contrario en su misma ejecución sin necesidad de un patrón claro, muchas veces se esconden gemas sonoras, en esto que entendemos por rock.
Cierran con “El telefonista loco”, y mas allá de cierto “hypeo”, que pueda suceder con ellos, partir de cierta exposición en masivos medios, lo concreto es que su obra hasta aquí se tiñe de un vanguardismo cabal y sincero, sin intento de snobismo que los lleve a cierta indulgencia musical.
En el plano musical, El mato, demostró como la “perestroika”, de languidez inocua que caracterizó al indie, puede ser repensada desde un punto de vista dónde emoción y certeza musical, vayan de la mano, conjugando un “cocktail”, dónde emociones primales y vivificantes, autentifican el presente de un rock, opacado por la falta de credibilidad.
Así, en su rol de redescubridores inconscientes (y no tanto), de huellas claves que le otorgan al rock, crédito como arte valiosamente expresiva y contemporánea, demuestran en su planicie musical, canciones (“Navidad en los Santos”, “Amiga Piedra”, o “Viejo ebrio y perdido”), de estribillos y musicalidad concretamente simples y sentimentalmente catárticos, exponiendo un mundo personal y principalmente actual, demostrando sin temor alguno, que el rock no tiene ningún tipo de bandera y especialmente que lo único asegurado que hay en él, es lo infinito de su exploración más allá de las formas que haya para abordarlo.
Infinitamente el 2007, será recordado como el año, en que los platenses hicieron de su pequeño mundo, un imaginario artístico sincero, personal y especialmente renovador por la forma en que lograron restaurar aquello de que lo no “maistream”, debe ir por el lado del chauvinismo sexista o postural.
Los 2000, parecen ser la década en dónde nada quedo claro, acaso el rock “ya fue” o mejor dicho “fue”, pero nadie sabe bien hacia que lugar o prisma en el cuál sus miembros y público gocen de algo, en el cuál el sentimiento de pertenencia a ese “algo”, no definible (por suerte), les haga más plácida la existencia en un mundo pleno de desencanto.
Lo que queda bien en claro, luego de lo mostrado por Los reyes del falsete y El mato a un policía motorizado, es que entre el sueño y la realidad, entre lo dulce y lo áspero, siempre la curiosidad, explorada a través de la práctica (artística, científica, o deportiva),determina con el paso de los años, que hombres fueron más valientes, para no perderse en un camino lineal y monótono, el cuál solo conduce a un “muro de lamentos”, sin retorno.
Aplausos por Los Reyes y El Mato, por avisarnos, que el mejor camino a seguir, son las obras personales, que salen bien de adentro del corazón, con garra y pasión, sin temor a que haya guía o mapa conductor, sabiendo que la vida es una sola y al mundo hay que tratar de devorárselo, o en todo caso morir en el intento.
Bernardo Damián Dimanmenendez
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