miércoles, 19 de marzo de 2008

Rezo y Rección


En Burzaco, Travesti cerró un año de transición pero positivo.
Dónde ya no hay promesas sino hechos concretos y tangibles, su música destila una alegoría de sueño roto, pero sin recaer en estereotipos de narcisista víctima o abatimiento fariseo, sino dando cuenta que la música en sí y por si sola no importa, sino lo que es realmente destacable en ella, es como a través de su práctica se describen una línea invisible de vivencias que hacen de ella un elemento que eterniza a través de sonidos huellas indelebles que dejan una cicatriz eterna, más allá de que la historia prosiga por los siglos de los siglos, y recuerdos y seres, sucumban frente a la rueda arrolladora del tiempo.



Muchas veces hay bandas que pese a su universo musical, quedan como rezagadas en lo que respecta a reconocimiento en la misma línea temporal de su arte. Así luego redescubiertas por oyentes debido a que cierta frecuencia sonora de algunas bandas que un momento destacan, pertenece a una genealogía musical pasada, transforman la negación del presente en una futura evocación, que deposita a dichas agrupaciones en la categoría denominada de culto.
Travesti, plantea desde su denominación un impacto por transmutación de valores, que se pliega correctamente a su música.
Si bien el adjetivo de vanguardia hoy en el rock, parece más cerca de una pose snobista que de algo genuinamente buscado, hay tres factores claves, que recorren el arte de ciertas bandas que han pasado a ocupar este sitial en el mundo de la música.
Primeramente, su capacidad de crear un universo sonoro no del todo claro, sino por el contrario, que en su praxis se haga perder a los oyentes en ciertos laberintos idiomáticos musicales, donde la geográfica marque un territorio lleno de imprevistos oportunamente buscados.
Como ejemplo de esto, vale lo hecho por agrupaciones que iniciaron ese camino de “otredad” en el rock y que comienza con el “ultra-fetichizado” (para bien y mal), disco de la Velvet, “The Velvet Underground and Nico”, pasando por la relectura callejera del “glitter”, que hicieron los New York Dolls, en su primer disco, (denominado homónimante), hasta llegar (entre otros), a quizá el último disco de vanguardia en la historia del rock, que es “Loveless”, (con su “shoegaze” llevado a una jungla sonora de densidades infinitas), de My Bloody Valentine.
En este plano, ver a los “travas”, ejecutar en vivo temas que tienden hacia estructuras musicales que desbordan, la pieza original grabada, y acentúan la fuerza impregnada en Eps o Lps, dan cuenta de una virilidad musical que no peca de misoginia.
Tal resulta ser el caso de “Bloody Marie”, dónde el inicio de sintetizadores de algo que parece ser un tema de cierto “dreampop-industrial”, rápidamente destroza esta primera sensación para pasar a una velocidad supersónica de “noise”, y finalmente perderse en una acelerada carretera infinita musical, dónde la bandera de llegada, (feliz por cierto), solo la disponen sus integrantes. Lo mismo ocurre cuando suena “Efedrina”, densa y volátil, una nube oscura tenebrosa que crea una atmósfera única, disponiendo un ácido y lúgubre ambiente, como intentando reactualizar el olvidado legado musical del “happening”, o en todo caso, “aggiornándolo”, en el grotesco posmoderno, de esta ruleta rusa que es el actual planeta tierra.
El segundo, es la capacidad para que los temas compuestos, generen cierta anómala curiosidad de los oyentes, sabiendo con altura y sin temor, exponerse a un crédulo ridículo. Mezclando dosis de animalidad plena con dulces sorbos de afabilidad musical.
Como ejemplo vale para esto, escuchar la capacidad de algunas de las bandas mencionadas para pasar por estos dos estados, (el caso de la “Velvet”, transitando la dulcinea artística con “Sunday Morning”, o la púa “poiética” con “Heroin”, o el caso de los agraciados “Intermezos” de loveless, (favoritos como cortinas de sonido en programas de relajación mental y deportivos en Gran Bretaña, hacia principios de los 90’), por un lado, y por otro, esos bramidos de jungla, (efectuados a través de la guitarra), como lo es, el caso de “Touched” (loveless).
Travesti se encuentra arropado claramente en esta línea ecléctica, tal es el caso de cuando ejecutan, “Poder Florecer”. Bucólica y de sugestivo dance, al punto de que la canción, aparece resuelta, ya en los bajos que asoman desde sus sintetizadores, (más allá de la cadencia vocal resignada de Floxon, y el minimalismo de la guitarra, se ajusten perfectamente), para pasar después en la presentación en vivo, a temas “laicos”, en lo que respecta al formato “curista”, (según el cuál los mejores temas, son los que duran entre 4 o 5 minutos), con esa especie de dómino psicodélico-industrial de post-rock, que resulta ser “ILOVEROLLINGSTONE”.
Por último, y quizá lo más importantes es la capacidad de que a través de sus temas, el sonido evoque una instantánea de reminiscencia o patrón referencial, rápido, único y concreto, (tal sería el caso, de cuando escuchamos un tema y decimos, “mira esto es...”.
Indeleble es ese hábitat sonoro, y solo puede ser representado por ellos mismos, (más allá de intérpretes que posean una mayor habilidad como ejecutantes).
Ejemplo claro, sería lo mal que sonaría un tema de riffs simples de los New York Dolls, realizado por algún músico de conservatorio, pues la febrilidad y el entusiasmo de lo curioso, sin ningún tipo de sonroja, siempre dio lugar a la evolución por primacía creativa fuera de todo molde, (de hecho los Rolling Stones, jamás fueron excelsos ejecutantes y de las bandas originarias del rock, fue quizá la que hasta “Steel Wheels” (1989), mantuvo una frescura, que otros colegas de época debido a su perfeccionamiento instrumental, habían perdido para abordar con descaro a la música.
Travesti realiza una “rección”, (término gramatical que sirve para romper con el estructuralismo, en el cuál se pensaba que el individuo adquiría su lenguaje según sistemas de pensamiento y actuación rígidos e intocables). Trasladado esto al plano de la música, bandas como “la velvet”, “los dolls” o “los valentine”, realizan un minimalismo en lo que respecta a estructuras de ideas, (no prácticas, especialmente “My bloody Valentine”), entonces su arte al no tener esquemas de antemano a seguir, construye ese universo único, un poco por omisión y otro por inconsciente intuición.
Lo mismo parece haber en temas como “Cuidate”, o “Vibraciones del Confort”, o el nuevo tema “Rumbo al brujo” las cuáles podrían ser bandas de sonido de telenovelas de lugares tan disímiles como Transilvania o Caracas, rompiendo todo dogma o manera de entender el romanticismo y sin por eso faltarle el respeto.
Finalmente cierran la noche, con un “cover” de la banda Ácido Camboyano, denominado “No estudies”demostrando su flexibilidad para expropiar versiones ajenas y caer siempre bien parado.
Así cerró el año una banda, que con casi 8 años de trayectoria, siempre se para en esa válida “otredad” que recorre a destacables bandas en la historia del rock. La idea o el rezo, sería que la plegaria de su arte, no sea rescatada mucho tiempo después perdiéndose (como paso con bandas como DDT en los años 90’), el público, la posibilidad de cotejar de manera contextual, el real peso de su arte.
Así se otorga a estos, la posibilidad de entender su faena en tiempo presente, (y no en restrospectiva), brindando al oyente una dimensión más exacta de su obra, (al dársele la chance estimular del acto presente), y no la fantasía utópica de la alegría por rememoración.
En síntesis, un rezo porque el deseo sea vea plasmado, y un aplauso por la rección ejercida.

Bernardo Damián Dimanmenendez


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