Soundblazter se presentó en el local de Pura Vida, el pasado sábado. En un show dónde el manejo del “timing” escénico junto con la mecánica “tecnovilla” de la banda, dieron lugar a un show, dónde se pone de manifiesto que modernismo sonoro=gorilismo artístico, es un eufemismo vacuo, mientras la dosis de intuición y práctica artística de los músicos sepan convivir y estilizarse con el contexto en el cuál se crearon.
En el local de Pura Vida siempre brilla la armonía (más allá de lo naif y obviamente prosaico de la frase). Con el sonido a cargo del local, el no cobro de alquiler, sumado a la excelsa atención a los músicos, solo es cuestión de que los músicos traigan los equipos y enchufen en un clima de relax que ayuda al desarrollo artístico. Esto es de suma atención para los dueños de la Capital Federal “xenófobos inconscientes de la contracultura” que implica estar embaucados en la cultura rock ( integrada entre otros, por músicos, periodistas, managers, groupies, dueños de locales, etc) y que en el post-cromagñón en el intento de querer hacer de las bandas del under un lugar monetario redituable, han cercenado las posibilidades de proyección de los músicos, y ni que hablar de llegar a crear un imaginario de escena para los mismos.
Pero por suerte, la década más estéril del rock como elemento de gatillo cultural para separar la paja del polvo artístico, esta cursando sus dos últimos años, y esperemos que los 10’, sean un lugar más creíble y real para el mismo.
Soundblazter con casi 10 años de carrera, demuestra en sus shows, todo lo que la asepticidad del rock de comienzo de siglo XXI, dejo de lado.
Desde el inicio del show, la presencia de Soundblazter, conjuga un desafío corporal y de sonidos. Denomínese “Tecno-Villa” o “Rock Sample Collage”, los blazter, consiguen que su música suene bailable y hormonal a la vez.
Comandados por Cristián, acobijado bajo un look de pintor de cielo raso, los dibujos corporales y melodías que expulsa su voz, (que suena a “punkitud rapera” altivamente desafiante), nos demuestran que aún es posible gente que sepa conjugar la palabra rock de manera correcta, actual y práctica.
Arrancan con “Los Olvidados”, luego le sigue la bailable “Radio Studio Dance”y cierran esta primera parte del show con “Shannon Tweed”.
Luego les sigue, un tema clave para entender la indiosincracia musical de Soundblazter: “Wild Wilde”. Los samples musicales, se van escalonando, con ese lunfardo irónico y pegadizo, que rastrea en parte la alternatividad de los 90’, pero desde un lado que reclama auxilio en plena emergencia de valores y chances para los artistas, fuera de todo aire de hedonismo que tiñeron a los músicos alternativos o sónicos durante los 90’. Wilde paraje de zona sur, aparece descrito como un lugar salvaje, suburbano y sin necesidad de caer en repetidas fórmulas, para narrar la pesadumbre y monotonía del barrio suburbano, al que nos han acostumbrado las bandas del ya casi, extinto “rock chabón” (purista y regresivo para el escucha medio argentino de música)
Luego le sigue, esa especie de carnavalito tecno que resulta “Amanecer de los Valles”, dónde los arreglos de teclados y voces, hacen de dicha canción, una suerte de confesión de arrabal actual, modernista y surrealista a la vez.
Soundblazter, reúne todos los condimentos, para llegar a un público masivo. Primero por presencia escénica desafiante, segundo por la capacidad de metamorfosis musical de la banda, y tercero por la “bailable crudeza” de su música. Capaces de otorgar la adrenalina que necesitan para mover el cuerpo los adictos al rock, y también la vitamina que hace despertar, a los que se encuentran en un show, de manera fortuita o casual. En síntesis, ni tan lánguidos como muchos de la camada actual pos-sónica, ni tampoco, religiosos “ghetistas”, faltos de sensibilidad para hacer del rock un elemento de comunión popular, más allá del rango social de cada individuo.
Finalmente cierran con la cabalgata que sirve como flash fotográfico de estos tiempos alienantes (donde irónicamente evangelistas, te salvan de la fruta del pecado, que hay en cada zócalo del conurbano, aunque sea por un rato), titulada “Vía Circuito”. El tema en cuestión refleja esa “bandera guerrillera” tecno, modernista, grotesca y kitsch, que se podría sintetizarse perfectamente en la frase de la canción que dice: “Y yo soy del conurbano, y vos sos controlado”. Demarcación clara, (General Paz mediante), que en Capital, algo paso con el rock, y la manera en que se quiere concebir a la música y los músicos también y que desde hace años, las propuestas más desafiantes pasan por otros lares, como zona sur (Adrogué, Turdera, Temperley, Lanús, Longchamps o la Ciudad de La Plata). El rock es revolución en el sentido que demarca concepciones filosóficas que separan lo que va de lo que no, de las personas con las cuáles compartiste y alimentaste desde chico miedos, ilusiones y fantasías, a través de una canción.
Delimita que tipo de verdad buscas para tu vida, (aunque en el fondo mande el color del billete), siempre hay modos y formas más válidas y desafiantes de conseguirlo, no es lo mismo un rugbier jugando a ser rockero, que un chico construido bajo un hálito artístico, dónde la comodidad doméstica, sexual y sentimental, siempre escaseo.
Quizá esa búsqueda de Soundblazter arriesgada, que no tuvo lugar en esta década acéfala y de ideología dietética encuentre un reconocimiento en los tiempos que vienen. Parodiando la frase de “Amanecer de los Valles”, estaría bueno que bandas eclécticas, dinámicas y pegadizas para el oído, logren desplazar al cúmulo maisntream del rock, (sea pop, chabón, etc), más que nada porque los oyentes, se podrían subir a una “sensación de crecer”, que no ocurre desde hace años en un rock argentino, que a nivel masivo, pareciera caminar con muletas y muñón.
Bernardo Damián Dimanmenendez
En el local de Pura Vida siempre brilla la armonía (más allá de lo naif y obviamente prosaico de la frase). Con el sonido a cargo del local, el no cobro de alquiler, sumado a la excelsa atención a los músicos, solo es cuestión de que los músicos traigan los equipos y enchufen en un clima de relax que ayuda al desarrollo artístico. Esto es de suma atención para los dueños de la Capital Federal “xenófobos inconscientes de la contracultura” que implica estar embaucados en la cultura rock ( integrada entre otros, por músicos, periodistas, managers, groupies, dueños de locales, etc) y que en el post-cromagñón en el intento de querer hacer de las bandas del under un lugar monetario redituable, han cercenado las posibilidades de proyección de los músicos, y ni que hablar de llegar a crear un imaginario de escena para los mismos.
Pero por suerte, la década más estéril del rock como elemento de gatillo cultural para separar la paja del polvo artístico, esta cursando sus dos últimos años, y esperemos que los 10’, sean un lugar más creíble y real para el mismo.
Soundblazter con casi 10 años de carrera, demuestra en sus shows, todo lo que la asepticidad del rock de comienzo de siglo XXI, dejo de lado.
Desde el inicio del show, la presencia de Soundblazter, conjuga un desafío corporal y de sonidos. Denomínese “Tecno-Villa” o “Rock Sample Collage”, los blazter, consiguen que su música suene bailable y hormonal a la vez.
Comandados por Cristián, acobijado bajo un look de pintor de cielo raso, los dibujos corporales y melodías que expulsa su voz, (que suena a “punkitud rapera” altivamente desafiante), nos demuestran que aún es posible gente que sepa conjugar la palabra rock de manera correcta, actual y práctica.
Arrancan con “Los Olvidados”, luego le sigue la bailable “Radio Studio Dance”y cierran esta primera parte del show con “Shannon Tweed”.
Luego les sigue, un tema clave para entender la indiosincracia musical de Soundblazter: “Wild Wilde”. Los samples musicales, se van escalonando, con ese lunfardo irónico y pegadizo, que rastrea en parte la alternatividad de los 90’, pero desde un lado que reclama auxilio en plena emergencia de valores y chances para los artistas, fuera de todo aire de hedonismo que tiñeron a los músicos alternativos o sónicos durante los 90’. Wilde paraje de zona sur, aparece descrito como un lugar salvaje, suburbano y sin necesidad de caer en repetidas fórmulas, para narrar la pesadumbre y monotonía del barrio suburbano, al que nos han acostumbrado las bandas del ya casi, extinto “rock chabón” (purista y regresivo para el escucha medio argentino de música)
Luego le sigue, esa especie de carnavalito tecno que resulta “Amanecer de los Valles”, dónde los arreglos de teclados y voces, hacen de dicha canción, una suerte de confesión de arrabal actual, modernista y surrealista a la vez.
Soundblazter, reúne todos los condimentos, para llegar a un público masivo. Primero por presencia escénica desafiante, segundo por la capacidad de metamorfosis musical de la banda, y tercero por la “bailable crudeza” de su música. Capaces de otorgar la adrenalina que necesitan para mover el cuerpo los adictos al rock, y también la vitamina que hace despertar, a los que se encuentran en un show, de manera fortuita o casual. En síntesis, ni tan lánguidos como muchos de la camada actual pos-sónica, ni tampoco, religiosos “ghetistas”, faltos de sensibilidad para hacer del rock un elemento de comunión popular, más allá del rango social de cada individuo.
Finalmente cierran con la cabalgata que sirve como flash fotográfico de estos tiempos alienantes (donde irónicamente evangelistas, te salvan de la fruta del pecado, que hay en cada zócalo del conurbano, aunque sea por un rato), titulada “Vía Circuito”. El tema en cuestión refleja esa “bandera guerrillera” tecno, modernista, grotesca y kitsch, que se podría sintetizarse perfectamente en la frase de la canción que dice: “Y yo soy del conurbano, y vos sos controlado”. Demarcación clara, (General Paz mediante), que en Capital, algo paso con el rock, y la manera en que se quiere concebir a la música y los músicos también y que desde hace años, las propuestas más desafiantes pasan por otros lares, como zona sur (Adrogué, Turdera, Temperley, Lanús, Longchamps o la Ciudad de La Plata). El rock es revolución en el sentido que demarca concepciones filosóficas que separan lo que va de lo que no, de las personas con las cuáles compartiste y alimentaste desde chico miedos, ilusiones y fantasías, a través de una canción.
Delimita que tipo de verdad buscas para tu vida, (aunque en el fondo mande el color del billete), siempre hay modos y formas más válidas y desafiantes de conseguirlo, no es lo mismo un rugbier jugando a ser rockero, que un chico construido bajo un hálito artístico, dónde la comodidad doméstica, sexual y sentimental, siempre escaseo.
Quizá esa búsqueda de Soundblazter arriesgada, que no tuvo lugar en esta década acéfala y de ideología dietética encuentre un reconocimiento en los tiempos que vienen. Parodiando la frase de “Amanecer de los Valles”, estaría bueno que bandas eclécticas, dinámicas y pegadizas para el oído, logren desplazar al cúmulo maisntream del rock, (sea pop, chabón, etc), más que nada porque los oyentes, se podrían subir a una “sensación de crecer”, que no ocurre desde hace años en un rock argentino, que a nivel masivo, pareciera caminar con muletas y muñón.
Bernardo Damián Dimanmenendez
1 comentario:
Efectivamente, Puravida se convirtió en el mejor lugar para tocar en La Plata, la onda de su gente es terriblemente buena, una atención excelente para con los músicos.
Todavía hay gente copada que hace cosas para el rock, por el rock mismo.
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