lunes, 31 de marzo de 2008

El trueque con Gary


Uno levanta la cabeza y ve una cúpula celeste, que recubre nuestra cabeza durante el día y se torna más oscura al caer la noche.
El sueño de Gary Numan, inconsciente o no, fue idear a través de su space-rock, una forma de musicalizar todo ese espacio sin gravedad que se encuentra más allá de la atmósfera terrestre, donde todo se mueve a paso lento, en un espacio infinito, como si los sonidos de su música gravitaran en las ondas inosféricas terrestres a la misma velocidad del espacio sin ninguna correspondencia con las vertiginosas terrestres.
Así consigue atrapar a oyentes a través de una densidad por momentos milimétrica y seductora, sobre todo a partir de su disco Telekon (1979).
Atmosferia en su tercer ep (Búsqueda), gravita otra dimensión espacial y contextual: La del siglo del arrebato sentimental, en dónde el ayer, pareciera haber sido consumido hace siglos.
Ubicados en guitarras que se disparan vigorosamente, (Tato), seguidas con un sonido gordo y pesado de bajo, (Matías) y una batería (Diego), que ajusta el velocímetro a la diligencia de estos dos, la resolución de su música resulta acertada por impacto emocional y sordidez sentimental, tal es el caso del comienzo arremolinado que se da en “Maravillosa Antena”, dónde el efecto neblinoso del principio (buena lectura del industrial post-punk de los 70 y el dream pop de comienzos de los 80), se despeja hacia parajes agradables a través de los arpegios de guitarra y fraseos de bajo, en dónde la cadencia melódica va rápidamente hacia el lugar anímico que el tema plantea, así y una vez, se repite la fórmula, hasta llegar al final.
En “Delator”, un tema de genealogía más simple y pop, la banda platense reduce las fórmulas de riffs, arpegios o acordes disparados, para dar una bocanada musical que descansa en la canción, fuera de toda climatología apresurada, y con el objetivo de que la tonada destaque por sí misma, fuera de todo artilugio instrumental
Finalmente cierran con “Perfección”, buscando algo de la energía violenta del primer tema antes narrado, y logrando que esos sonidos disparados (desde sintetizadores), caigan perfectamente en la tormenta eléctrica, disponiendo una especie de tobogán donde la bajada es grata por turbación y sin temor a posibles coliciones.
En síntesis, más allá de la raigambre musical, diferente, Atmosferia parecería ser una inversión lábil y acertada, de la propuesta espacial, y pasmosamente atractiva de Gary Neuman, pues el universo que este quería retratar se mueve con secuencias estimulares dirigidas por cuerpos celestes, que parecen flotar eternamente.
Atmosferia, por el contrario, retrata el constante movimiento de cuerpos calientes, en dónde la afección estimular audiovisual, llega a altos niveles de urgencia conductual, lidiando una batalla la biología contra lo espiritual, infinita y eterna, que construye en su misma disputa, el lado heroico de los hombres, que desafiaron al mundo a través del arte, en lugar de exorcizarse a través de la servidumbre de la comodidad ficticia que resulta ser la falta de curiosidad, en este mosaico pestilente e indescifrable que aparentan ser los primeros años del siglo XXI. Como narra Tato en “La Maravillosa Antena”, “No vas a salvarte, si te paras delante, las almas se nutren, convénceme”. .

Bernardo Damián Dimanmenendez.

martes, 25 de marzo de 2008

Obras y Hombres


El Mato a un Policía Motorizado y Los Reyes del falsete, cerraron un año en dónde, a través de canciones frescas, juveniles y personales, demostraron en una actualidad dónde las obras ya no parecen marcar a las personas, que no todo esta perdido aún.



Históricamente, los grandes logros de la humanidad se construyeron gracias a personas, que supieron intuir en dónde esta la punta de iceberg de cuestiones que se encontraban marginadas por la falta de exploración o ganas de mostrar que el sentido de la existencia no viene a uno, sino que las mismas personas deben salir a buscarlo.
Los Reyes del falsete, banda que acuña una expresión en dónde el rock es tomado como un elemento que no se merece ningún tipo de respeto, y el cuál hay que “latigar”, hasta el final para volverlo a despertar. Considerados a partir de canciones que mezclan acertadas dosis de “golfo” práctico con una buena geometría para la melodía desfachatada, taciturna y sobretodo, expuesta a un viaje donde la deformidad, encuentra su molde acertado
Así abren con “Mi Chica”, en dónde el falsete se pone al servicio de la ventilada de guitarras, dando la sensación de que el tema se construye desde un “beat”, perfilado hacia el eco de la alternatividad sónica propuesta en su momento por Brian Jonestown Massacre, junto con pequeñas dosis de un cierto minimalismo experimental, constituyendo un combo único por originalidad y cautivador por proyección.
Luego pasan entre otros, “Yabrán”, “El Gran Cohete” y llega la demostración elocuente de lo antes remarcado, en el sentido del valioso fustazo que la banda aporta con la intención de “sodomizar” todo intento de entender al rock como elemento intocable, cuál pieza de museo.
El tema en cuestión es “La fiesta de la forma”, dónde la aformidad misma de su composición, vapulea toda cuestión de que en las grandes canciones mandan siempre los buenos estribillos, y que por el contrario en su misma ejecución sin necesidad de un patrón claro, muchas veces se esconden gemas sonoras, en esto que entendemos por rock.
Cierran con “El telefonista loco”, y mas allá de cierto “hypeo”, que pueda suceder con ellos, partir de cierta exposición en masivos medios, lo concreto es que su obra hasta aquí se tiñe de un vanguardismo cabal y sincero, sin intento de snobismo que los lleve a cierta indulgencia musical.
En el plano musical, El mato, demostró como la “perestroika”, de languidez inocua que caracterizó al indie, puede ser repensada desde un punto de vista dónde emoción y certeza musical, vayan de la mano, conjugando un “cocktail”, dónde emociones primales y vivificantes, autentifican el presente de un rock, opacado por la falta de credibilidad.
Así, en su rol de redescubridores inconscientes (y no tanto), de huellas claves que le otorgan al rock, crédito como arte valiosamente expresiva y contemporánea, demuestran en su planicie musical, canciones (“Navidad en los Santos”, “Amiga Piedra”, o “Viejo ebrio y perdido”), de estribillos y musicalidad concretamente simples y sentimentalmente catárticos, exponiendo un mundo personal y principalmente actual, demostrando sin temor alguno, que el rock no tiene ningún tipo de bandera y especialmente que lo único asegurado que hay en él, es lo infinito de su exploración más allá de las formas que haya para abordarlo.
Infinitamente el 2007, será recordado como el año, en que los platenses hicieron de su pequeño mundo, un imaginario artístico sincero, personal y especialmente renovador por la forma en que lograron restaurar aquello de que lo no “maistream”, debe ir por el lado del chauvinismo sexista o postural.
Los 2000, parecen ser la década en dónde nada quedo claro, acaso el rock “ya fue” o mejor dicho “fue”, pero nadie sabe bien hacia que lugar o prisma en el cuál sus miembros y público gocen de algo, en el cuál el sentimiento de pertenencia a ese “algo”, no definible (por suerte), les haga más plácida la existencia en un mundo pleno de desencanto.
Lo que queda bien en claro, luego de lo mostrado por Los reyes del falsete y El mato a un policía motorizado, es que entre el sueño y la realidad, entre lo dulce y lo áspero, siempre la curiosidad, explorada a través de la práctica (artística, científica, o deportiva),determina con el paso de los años, que hombres fueron más valientes, para no perderse en un camino lineal y monótono, el cuál solo conduce a un “muro de lamentos”, sin retorno.
Aplausos por Los Reyes y El Mato, por avisarnos, que el mejor camino a seguir, son las obras personales, que salen bien de adentro del corazón, con garra y pasión, sin temor a que haya guía o mapa conductor, sabiendo que la vida es una sola y al mundo hay que tratar de devorárselo, o en todo caso morir en el intento.

Bernardo Damián Dimanmenendez

miércoles, 19 de marzo de 2008

Rezo y Rección


En Burzaco, Travesti cerró un año de transición pero positivo.
Dónde ya no hay promesas sino hechos concretos y tangibles, su música destila una alegoría de sueño roto, pero sin recaer en estereotipos de narcisista víctima o abatimiento fariseo, sino dando cuenta que la música en sí y por si sola no importa, sino lo que es realmente destacable en ella, es como a través de su práctica se describen una línea invisible de vivencias que hacen de ella un elemento que eterniza a través de sonidos huellas indelebles que dejan una cicatriz eterna, más allá de que la historia prosiga por los siglos de los siglos, y recuerdos y seres, sucumban frente a la rueda arrolladora del tiempo.



Muchas veces hay bandas que pese a su universo musical, quedan como rezagadas en lo que respecta a reconocimiento en la misma línea temporal de su arte. Así luego redescubiertas por oyentes debido a que cierta frecuencia sonora de algunas bandas que un momento destacan, pertenece a una genealogía musical pasada, transforman la negación del presente en una futura evocación, que deposita a dichas agrupaciones en la categoría denominada de culto.
Travesti, plantea desde su denominación un impacto por transmutación de valores, que se pliega correctamente a su música.
Si bien el adjetivo de vanguardia hoy en el rock, parece más cerca de una pose snobista que de algo genuinamente buscado, hay tres factores claves, que recorren el arte de ciertas bandas que han pasado a ocupar este sitial en el mundo de la música.
Primeramente, su capacidad de crear un universo sonoro no del todo claro, sino por el contrario, que en su praxis se haga perder a los oyentes en ciertos laberintos idiomáticos musicales, donde la geográfica marque un territorio lleno de imprevistos oportunamente buscados.
Como ejemplo de esto, vale lo hecho por agrupaciones que iniciaron ese camino de “otredad” en el rock y que comienza con el “ultra-fetichizado” (para bien y mal), disco de la Velvet, “The Velvet Underground and Nico”, pasando por la relectura callejera del “glitter”, que hicieron los New York Dolls, en su primer disco, (denominado homónimante), hasta llegar (entre otros), a quizá el último disco de vanguardia en la historia del rock, que es “Loveless”, (con su “shoegaze” llevado a una jungla sonora de densidades infinitas), de My Bloody Valentine.
En este plano, ver a los “travas”, ejecutar en vivo temas que tienden hacia estructuras musicales que desbordan, la pieza original grabada, y acentúan la fuerza impregnada en Eps o Lps, dan cuenta de una virilidad musical que no peca de misoginia.
Tal resulta ser el caso de “Bloody Marie”, dónde el inicio de sintetizadores de algo que parece ser un tema de cierto “dreampop-industrial”, rápidamente destroza esta primera sensación para pasar a una velocidad supersónica de “noise”, y finalmente perderse en una acelerada carretera infinita musical, dónde la bandera de llegada, (feliz por cierto), solo la disponen sus integrantes. Lo mismo ocurre cuando suena “Efedrina”, densa y volátil, una nube oscura tenebrosa que crea una atmósfera única, disponiendo un ácido y lúgubre ambiente, como intentando reactualizar el olvidado legado musical del “happening”, o en todo caso, “aggiornándolo”, en el grotesco posmoderno, de esta ruleta rusa que es el actual planeta tierra.
El segundo, es la capacidad para que los temas compuestos, generen cierta anómala curiosidad de los oyentes, sabiendo con altura y sin temor, exponerse a un crédulo ridículo. Mezclando dosis de animalidad plena con dulces sorbos de afabilidad musical.
Como ejemplo vale para esto, escuchar la capacidad de algunas de las bandas mencionadas para pasar por estos dos estados, (el caso de la “Velvet”, transitando la dulcinea artística con “Sunday Morning”, o la púa “poiética” con “Heroin”, o el caso de los agraciados “Intermezos” de loveless, (favoritos como cortinas de sonido en programas de relajación mental y deportivos en Gran Bretaña, hacia principios de los 90’), por un lado, y por otro, esos bramidos de jungla, (efectuados a través de la guitarra), como lo es, el caso de “Touched” (loveless).
Travesti se encuentra arropado claramente en esta línea ecléctica, tal es el caso de cuando ejecutan, “Poder Florecer”. Bucólica y de sugestivo dance, al punto de que la canción, aparece resuelta, ya en los bajos que asoman desde sus sintetizadores, (más allá de la cadencia vocal resignada de Floxon, y el minimalismo de la guitarra, se ajusten perfectamente), para pasar después en la presentación en vivo, a temas “laicos”, en lo que respecta al formato “curista”, (según el cuál los mejores temas, son los que duran entre 4 o 5 minutos), con esa especie de dómino psicodélico-industrial de post-rock, que resulta ser “ILOVEROLLINGSTONE”.
Por último, y quizá lo más importantes es la capacidad de que a través de sus temas, el sonido evoque una instantánea de reminiscencia o patrón referencial, rápido, único y concreto, (tal sería el caso, de cuando escuchamos un tema y decimos, “mira esto es...”.
Indeleble es ese hábitat sonoro, y solo puede ser representado por ellos mismos, (más allá de intérpretes que posean una mayor habilidad como ejecutantes).
Ejemplo claro, sería lo mal que sonaría un tema de riffs simples de los New York Dolls, realizado por algún músico de conservatorio, pues la febrilidad y el entusiasmo de lo curioso, sin ningún tipo de sonroja, siempre dio lugar a la evolución por primacía creativa fuera de todo molde, (de hecho los Rolling Stones, jamás fueron excelsos ejecutantes y de las bandas originarias del rock, fue quizá la que hasta “Steel Wheels” (1989), mantuvo una frescura, que otros colegas de época debido a su perfeccionamiento instrumental, habían perdido para abordar con descaro a la música.
Travesti realiza una “rección”, (término gramatical que sirve para romper con el estructuralismo, en el cuál se pensaba que el individuo adquiría su lenguaje según sistemas de pensamiento y actuación rígidos e intocables). Trasladado esto al plano de la música, bandas como “la velvet”, “los dolls” o “los valentine”, realizan un minimalismo en lo que respecta a estructuras de ideas, (no prácticas, especialmente “My bloody Valentine”), entonces su arte al no tener esquemas de antemano a seguir, construye ese universo único, un poco por omisión y otro por inconsciente intuición.
Lo mismo parece haber en temas como “Cuidate”, o “Vibraciones del Confort”, o el nuevo tema “Rumbo al brujo” las cuáles podrían ser bandas de sonido de telenovelas de lugares tan disímiles como Transilvania o Caracas, rompiendo todo dogma o manera de entender el romanticismo y sin por eso faltarle el respeto.
Finalmente cierran la noche, con un “cover” de la banda Ácido Camboyano, denominado “No estudies”demostrando su flexibilidad para expropiar versiones ajenas y caer siempre bien parado.
Así cerró el año una banda, que con casi 8 años de trayectoria, siempre se para en esa válida “otredad” que recorre a destacables bandas en la historia del rock. La idea o el rezo, sería que la plegaria de su arte, no sea rescatada mucho tiempo después perdiéndose (como paso con bandas como DDT en los años 90’), el público, la posibilidad de cotejar de manera contextual, el real peso de su arte.
Así se otorga a estos, la posibilidad de entender su faena en tiempo presente, (y no en restrospectiva), brindando al oyente una dimensión más exacta de su obra, (al dársele la chance estimular del acto presente), y no la fantasía utópica de la alegría por rememoración.
En síntesis, un rezo porque el deseo sea vea plasmado, y un aplauso por la rección ejercida.

Bernardo Damián Dimanmenendez


domingo, 16 de marzo de 2008

Erupción y Cenizas


El Carro de Yaggernat, brindó un recital auto-incendiario, en el bar El Imaginario, como si a través de cada contusivo tema, quisiera incinerar todo el mar de fantasmas que recorre su poesía teñida de sueño roto y quijotesco andar por la vida.


A eso de las 11 de la noche, en el sótano del Imaginario, una estela de sonido arrancó y solo tendría final, 50 minutos más tarde cuando los “carruajeros”, den por finalizada su explosiva performance.
Banda que tranquilamente podría ser soporte de en algún recital de jazz experimental, (por los dotes virtuosos de sus integrantes), como también de algún grupo colegial, debido a la capacidad de lograr una metamorfosis en su accionar, y demostrando que su “palanca cambios”, creativa es adaptable a todo tipo de terreno.
Arrancan con un “Jam”, para luego pasar a desgarrar cada grieta abierta de dolor y fermentar la infección de sentirse solo y perdido, en el siglo XXI, con el interior abatido y la esperanza en el futuro, a través de los temas “Globo Sonda”, y “Once”, perfecto retrato, esta última, del mosaico multicolor y amorfo, que cada vez con mayor intensidad, baña la megápolis de nuestros días.
Saboreando conscientes las mieles amargas, que hacen a su motor creativo y sabiéndose plenamente conscientes de ellos, despachan un combo ecléctico y eléctrico, que comienza con “Xul Solar”, continúa con “Reggae Nº1” y cierran con “El Cúmulo”.
Homónimo es lo que se despacha históricamente en los “outsiders”, o sea, el cúmulo de penurias sabiéndose a pasos de la gloria por capacidad propia y cuando pareciera que se posa sobra las manos de heroicos héroes anónimos, casi como un premio divino, lentamente se escapa, como el puñado de arena de conquistadores malogrados sobre desérticas playas.
Así el paraíso se ostea y al consagrarlo como un lugar biológicamente imperfecto, la utopía tiene el heroísmo del presente y el consuelo tiene solo el saberse que mañana habrá una chance más, por el solo hecho de estar una vez más en el planeta tierra.
Esta aceptación y crucifixión a la vez, es el claro motor que se desprende en las letras de Aníbal Paz, y en la manera con que es acertadamente acompañada por el resto de los integrantes, (Alejandro guitarra, Gastón batería y Sofía bajo).
Así rozados conscientemente por un cierto fatalismo y sabiendo que la parranda del andar diario solamente es salvada mediante la expresión plena y profunda del corazón y empujados por los fantasmas invisibles que recorren el fin de año, “El carro”, apura a pleno su andar, al punto que “Wait”, adopta rasgos en dónde el pub-rock es llevado a un marco de hard-rock, para terminar echando toda la leña al fuego ya propuesto con los temas, “Cresta del miedo” y “La célula”.
El Carro de Yaggernat, ya desde su denominación hasta por su contenido artístico, es claramente una de esas bandas, que se depositan a un costado, sin levantar banderas filosóficas que llevan a las cofradías dónde abundan los “abrazos de judas”, ya sea en marcos frívolos o en ambientes demagógicamente populistas, que por estos tiempos recorren claramente, el universo del rock argentino, (por un lado, la “asepticidad” estéril del “Buen Día”, por el otro lado el arcaísmo de rituales maquiavélicos de populosas bandas de estadio), de hecho su mejor lugar es ir subiendo la cuesta, peldaño a peldaño, como ocurre luego de soportar el jolgorio diario, sin temor al derrape, pues cada resbalón los acerca a un paso más de lo buscado: La Gloria Anónima.


Bernardo Damián Dimanmenendez

miércoles, 12 de marzo de 2008

La Niebla


Alplakx, proyecto solista de Mauro Riccieri, realizó una reciente gira por Córdoba. En sus presentaciones en la capital meditárreanea, a través de un minimal electrónico, (gélido y envolvente), pareció teñir las noches de misteriosos sonidos, como aquellas nieblas tenebrosas, que nos recuerdan algún trágico personaje de Edgar Allan Poe.


Los seres humanos, de la actualidad, se encuentran en la diatriba de volverse con la virtualización de la vida cotidiana, cuerpos producidos en serie, que más allá de su biología natural, ejercen una praxis social, envuelta en un automatismo de anarquía sentimental, que por lo general, los deja con una sensación mustia y lúgubre, a la hora de depositar su cabeza contra la almohada.
Esa falta de juego lúdico, pareciera ser explotada por Mauro Riccieri, en sus sets, para hacer de sus canciones un juego ártico y de transición, dónde la música es apropiada, como fuerte remo, para luchar contra la corriente de la vida misma..
Luego de la intro, asoma “Rectar”, de un “ambient” ameno y pausado, para luego pasar a la sórdida galaxia de sonidos, que resulta ser “Exacta”.
Le siguen “Antel”, y el mejor tema de la noche, “Exedra”, dónde la percusión, sumado a los golpes de pads ejecutados, se asemejan a un ritual caníbal y futurista, pleno de inquietud a través de la constancia de los golpes y como interpelando al oyente, por perseverancia musical, fuera de toda propuesta en dónde el eclecticismo, pregone algún tipo de momento previsiblemente festivo.
Comienza luego una especie de retirada, hacia el más allá que se describe también en el nombre de los temas.
Huída de pleno desaliento que comienza con “Adverso”, “Sublingual” y cierra con “Póstuma”, reflejando conceptualmente, como esa falta de juego sin ningún tipo de lucro (simbólico o económico), genera un autismo social, flagelante y sin ningún tipo de retorno.
La niebla, no sólo es un fenómeno atmosférico, sino que filosóficamente es tomada como un lugar de confusión dónde las cosas no pueden verse claras, y pareciera la persona estar a metros del despegue o del derrumbe definitivo, en síntesis, la niebla, como un momento de transición personal, ya sea para bien o para mal.
Traspolado esto al universo musical de Alplakx, parecería ser que con cada rocío de su bruma musical, se desprende una obra marcadamente personal, en dónde las dosis de vacío sentimental o dificultad expresiva, se enmarcan en un universo sórdido, con la meta de llegar un mejor lugar, el cuál, pareciera ganarle a todo “marcatismo” psicotrópico y expropiador de la cabal naturaleza humana.

Bernardo Damián Dimanmenendez

martes, 11 de marzo de 2008

Swing Navideño


Michael Mike, cerró el año en el local de Castorera. Ofreciendo un repertorio dónde la juerga y el desborde “posmo”, son ejecutados con pulcra sobriedad, partiendo de una destacable dosis de versatilidad de sus integrantes, y construyendo todo un universo personal, de festividad y hedonismo.

Diciembre cierra cosas y abre otras, pero quizá lo que es ineludible para todo ser vivo, es que el almanaque con sueños rotos y promesas cumplidas, corta sus últimas hojas para siempre, y ya es tarde para poder volver las cosas hacia atrás.
Michael Mike, quizá la agrupación capitalina, que con mayor fuerza potenció, ( en base a la creatividad de sus canciones), una relectura de lo mejor de la lejana “alternatividad”, que deslumbró por mediados de la década pasada.
Así, buscando que el modernismo coloquial de sus canciones no quede descontextualizado, inician su show con “Trampa de Amor”, para explotar, una vez abierto el cortinado, con una versión al palo de “El Amante Latino”.
El “swing” históricamente caracterizó a las personas por la capacidad de hacer de su propio cuerpo un elemento elegante, único y original, en la ejecución de su respectiva práctica, (ya sea golf, música o ballet).
A partir de esto, resulta entendible que temas como “Gente Preciosa”, ( reviente hedonista al servicio de una matemática y risueña ejecución), porque los Michael, logran poner la diversión en un lugar de representación personal creativa y no en, el botiquín de recursos “naif” o comodities culturales al que estamos acostumbrados.
Le sigue a esta “Rojo + Que negro”, y luego un tema nuevo que pareciera ostear un horizonte más electro dónde las guitarras quedan recortadas (no mutiladas), por los disparos de sintetizadores y teclados, denominado “Ir al Baile”, ( en la misma línea sonaron las nuevas, “Edding” o “Mi Cd”.
Si en los últimos diez años, las novedades de la capital se limitaron a tomar al rock, como un obispo presbiteriano nazi, el cual más allá de los pecados que haya cometido este hay que respetarlo como si fuera el “matrix de una invisible dictadura castrense”, en lugar de someterlo a lascivo y sodomita castigo, y dando como resultado final, que el arte sea una producción en línea de ideas, que acaban por auto-incinerarse, y logrando que sus habitantes terminen siendo construidos por burdos ejercicios de mercadotecnia, el pedido de novedad, que asoma, frente a la “agarofobia existencial”, parece germinar en la notable, (por hipnosis y seducción rítmica) “Novedades de la Capital”, consiguiendo que el reclamo, asuma la dosis justa de práctica creativa, para constituir a la agrupación como partícipe pleno de algo nuevo, o al menos intentarlo.
Así entre otros, pasan “Charlie Border”, “Introversión” y cierran con la nueva (antes mencionada), “Mi Cd”, dónde el cierre de instrumental de casi 5 minutos, da la bienvenida directa a las personas concurrentes a comenzar el baile, sin necesidad de ningún obligado parate.
Quizá la mayor virtud de Michael Mike, pase por su fuerte dosis de personalidad desvergonzada y voluptuosamente parrandera, que acompañada por la sensibilidad y habilidad natural instrumental de sus integrantes, los posiciona como una fuerte promesa dentro de una escena plena de “fetiches sifilíticos”, en lo que respecta a lo imaginario en la música.
La cintura de sus integrantes dirá con el paso del tiempo, cuál será su legado artístico a desarrollar, siempre teniendo en cuenta, que la dosis de “acéfalo fashionismo”, los acechará por un buen tiempo, y progresivamente su exploración musical terminará por definirse, ya sea para bien o para mal.

Bernardo Damián DimanMenendez