En los 80’, el universo de renovación y reviente, entraba sin excesivos trámites burocráticos, en los hogares de la clase media, como en las ya añejadas guaridas hippies, pasados 6 años de cruda dictadura. Así el rock argentino, sin escapar al flujo dinámico de los 80’ (comienzo de la globalización y del auge del capital financiero), pareció dividirse siguiendo los lineamientos de una góndola de supermercado de esos años.
Teníamos a las bandas que por su crudeza podrían situarse dentro del stock de bebidas fuertes como la Ginebra Bols, (Sumo, Los Redondos), otros que parecieran ubicarse en el lugar de las nuevas bebidas “diet” y modernas, (Soda Stereo, Virus, Los Encargados) y otros que apuntaron a modernizar o resignificar el consumo de productos clásicos , como sucedió con la margarina Dánica Dorada, (Suéter, Los Abuelos de la Nada).
Así partiendo de esta idea de demarcar un terreno de “perfil músical-consumidor”, y enmarcados dentro de los “productos clásicos”, los Arroba, construyen su góndola musical, sin quiebre ideológico sonoro alguno, pero apostando al buen gusto por la canción.
Las melodías de sus canciones se ponen al servicio, de melómanos de la primera “Fm” que encuentren a mano, como también de transeúntes noctámbulos en busca de “amiguismo” nocturno, entre “anónimos abrazos etílicos”, ya sean, masculinos o femeninos.
Así la banda cobra vitalidad, especialmente cuando los machaques de guitarra salen disparados en temas como “Buen Día Día”, “La Contrariedad” o “Comida China”, retrotrayendo la idea de fuga emocional vehicular, que Andrés Calamaro constantemente retrataba en sus videos por la General Paz, en la época de “Por Mirarte”(1988).
También hay lugar para arpegios matinales de esperanza, tan cercanos a ese “soft” pop, que bien se construyó vernáculamente en los 80’. Necesidad que nace, de explorar sentimientos simples pero no por eso poco profundos, antes de que la sensualidad se vuelva pragmáticamente pornográfica, y el ideal de belleza femenino se encontraba medianamente lejos del “polstergeist” de silicona de hoy en día.
Bajo esta óptica aparecen “Más, más y más” o “Reino de la inocencia”, con el final buscando la frecuencia de los “raps funks” del Fito Paez de “Tercer Mundo”, (aunque el color foráneo que se rastrea en la voz del final, le haga perder un poco de calidez y validez, a la vez).
En síntesis la música de Arroba, suena clásica pero fresca, como si fuera el testamento fidedigno de un añejo rollo Kodak de hace 20 años, que retrata lo últimos momentos gratos para la ya lapidada clase media argentina. Época dónde la revolución pasaba entonces, por algún “boite vintage”, antes de que “hiperinflación” mediante, el rock se volviera lucrativo simbolizando la esquina del barrio y los “new rich” reemplacen las supremas de pollo por comida china.
Bernardo Damián Dimanmenendez
Teníamos a las bandas que por su crudeza podrían situarse dentro del stock de bebidas fuertes como la Ginebra Bols, (Sumo, Los Redondos), otros que parecieran ubicarse en el lugar de las nuevas bebidas “diet” y modernas, (Soda Stereo, Virus, Los Encargados) y otros que apuntaron a modernizar o resignificar el consumo de productos clásicos , como sucedió con la margarina Dánica Dorada, (Suéter, Los Abuelos de la Nada).
Así partiendo de esta idea de demarcar un terreno de “perfil músical-consumidor”, y enmarcados dentro de los “productos clásicos”, los Arroba, construyen su góndola musical, sin quiebre ideológico sonoro alguno, pero apostando al buen gusto por la canción.
Las melodías de sus canciones se ponen al servicio, de melómanos de la primera “Fm” que encuentren a mano, como también de transeúntes noctámbulos en busca de “amiguismo” nocturno, entre “anónimos abrazos etílicos”, ya sean, masculinos o femeninos.
Así la banda cobra vitalidad, especialmente cuando los machaques de guitarra salen disparados en temas como “Buen Día Día”, “La Contrariedad” o “Comida China”, retrotrayendo la idea de fuga emocional vehicular, que Andrés Calamaro constantemente retrataba en sus videos por la General Paz, en la época de “Por Mirarte”(1988).
También hay lugar para arpegios matinales de esperanza, tan cercanos a ese “soft” pop, que bien se construyó vernáculamente en los 80’. Necesidad que nace, de explorar sentimientos simples pero no por eso poco profundos, antes de que la sensualidad se vuelva pragmáticamente pornográfica, y el ideal de belleza femenino se encontraba medianamente lejos del “polstergeist” de silicona de hoy en día.
Bajo esta óptica aparecen “Más, más y más” o “Reino de la inocencia”, con el final buscando la frecuencia de los “raps funks” del Fito Paez de “Tercer Mundo”, (aunque el color foráneo que se rastrea en la voz del final, le haga perder un poco de calidez y validez, a la vez).
En síntesis la música de Arroba, suena clásica pero fresca, como si fuera el testamento fidedigno de un añejo rollo Kodak de hace 20 años, que retrata lo últimos momentos gratos para la ya lapidada clase media argentina. Época dónde la revolución pasaba entonces, por algún “boite vintage”, antes de que “hiperinflación” mediante, el rock se volviera lucrativo simbolizando la esquina del barrio y los “new rich” reemplacen las supremas de pollo por comida china.
Bernardo Damián Dimanmenendez
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