lunes, 31 de diciembre de 2007

Trazo Purgatorio


Numerosas veces el joven negocia constantemente su status simbólico, de acuerdo a modas o texturas ideológicas que lo depositen, en la manera de lo posible, en un hábitat próspero, en dónde el solo hecho de pertenencia a dicho lugar, le otorgue un horizonte de posibilidades mayores de maniobrabilidad en este mundo que hace de llamarse, planeta Tierra.
En la actualidad, el revestimiento de lo que se ofrece, es mayor que el contenido en sí, depositando a la persona, como un vouyeaur, que degusta de manera abstracta, colores y formas, a través de sus ojos, pero sin tener la pleitesía de poder llegar al bocado concreto (dulce o amargo), ya sea para bien o para mal.
La estética de “Buen Día te Quiero Mucho”, de Alfonso El pintor, a priori, parecería ser una muestra más de todo ese albergue acéfalo que hace hoy en día de Palermo, un barrio pleno de producción “eunuca”, pero sin poder a poder ofrecer necesarios elementos fálicos que sirvan de aporte para la construcción de lo denominado “contracultural”.
Los colores Rosa y Blanco, y el título del álbum, denominado “Buen Día te quiero mucho”, parecería nuevamente retrotraernos a ese mundo tibio y naif, que logra a través del relativismo ideológico, y un “demagógico” multiculturalismo, fastidiarnos, debido a la sensación de fraudulento “amiguismo” musical.
Sin embargo, Alfonso el Pintor, se sobrepone, ofreciendo sutilmente, y a través del arte de tapa, juega una carta que podríamos denominar “ancho falso”, en el sentido, de la intriga que se produce en clásico juego de cartas, y que genera una incógnita, por la duda que repentinamente se produce. Así en el amague de cintura estético, surge la pregunta: ¿Las Flores que el chico esconde sobre su espalda, serán ofrecidas a la chica que espera sonriente, o serán guardadas para mejor ocasión?, ¿La situación devendrá en álgida ternura o súbito desencanto?.
Una vez descubierto este inteligente artilugio, el viaje musical de Alfonso El Pintor, propone una bondad creativa, sin necesidad de que la comodidad que esta propague, termine siendo repelente por lo “dulzón”, sino por el contrario, buscando a través de letras que narran sobre la reconstrucción de la identidad, a partir de encontrar en la reflexión transeúnte, y la introspección personal, una nueva “América existencial”, que sirve para purgar los dolores pasados y subir al barco de la vida para navegar con mejor temple, las aguas impredecibles, con la que esta nos salpica a menudo.
El disco presenta un concepto circular, tanto en que respecta, al contenido lírico, como en lo que subyace, a la música en sí, de hecho, las programaciones, entre melifluas y agrestes, (que recuerdan todo ese sopor cándido del primer Kraftwerk, especialmente su álbum, “Ralph and Florian”), recorren desde el primer tema, que le da el título al disco, “Buen día te quiero mucho”, hasta el último “Mi planta de Chichimbra” y las letras dan cuenta de que el viaje expiatorio, se encuentra ausente, de todo sensación parca o vil, conllevando en la amenidad, en la simpleza afectiva y en la aceptación de uno mismo, la plataforma de despliegue de las canciones.
Si el redescubrimiento del “Kraut” de El mato a un Policía Motorizado, busca la veta más enérgica y visceral de “Neu”, como forma de repliegue terrestre frente al frenesí posmoderno (como ejemplo válido de esto, sirven los temas “Amigo Piedra” y “Navidad en los Santos”), la huída de Alfonso El Pintor, se va a ejecutar, a través de un volátil psicologismo.
Entonces a través de un “Kraut” nímbico, la geografía sonora va a adoptar formas más espaciales y menos corpóreas, como podrían ser los nubes o cuerpos celestes espaciales, y en dónde a través de la renuncia al fastidio terrenal, como muestra están las letras de “Calma”, que dice “Yo soy parte del conjunto que no tiene solución, si la casa que construyen al lado de mi casa anda mal, es porque en cámara lenta va, yo salgo a pasear, a ver si el paseo me salva”, o “Me voy”, en dónde se repite numerosas veces la frase, “Quiero renunciar”, hasta llegar al cambio de atmósfera sonora que va acompañada de la frase “me voy, no vuelvo más”.
Como si se trataría de esas películas neo-expresionistas alemanas de Werner Herzog, la exploración o búsqueda, no busca un punto de encuentro concreto, (una vez aceptadas las deficiencias y descubiertas las virtudes), sino que merodea un punto de llegada, pero sin llegar jamás a planteárselo como objetivo o mapa firmemente trazado de antemano, de hecho las programaciones “Kraut”, en dónde se avizora el final de un viaje, como el tema “Viendo A Marte”, parecerían que ostean el rumbo elegido (¿acaso el que lo guió a la fraternidad de una buena compañera?), pero nunca como algo táctil, sino como una visión que aparece delante de los ojos, y a partir de la misma se imagina el objetivo a seguir, pero sin nunca llegar a determinarlo como algo corpóreo, sino como un espectro de deleite.
Esa idea de viaje infinito “Herzogiano” y cosmogónico hacia el interior del inconsciente, es confirmado en la canción, “El tren de las Nubes”, en dónde el aura nímbica perfila el lugar de encuentro, intentando eternizar el alunizaje existencial de placer, (de hecho, sobre el final del tema asoma la frase de destino indefinido que dice “Que nunca llegue el tren, que nunca llegue”, que se repite hasta el final, ayudado por el cierre de ensoñación a través del eco melancólico que se escucha en el punteo de guitarra, (que como a lo largo el disco, no estructura las canciones, excepción del tema “Calma”, sino que se acoplan a un molde o estructura compositiva, enmarcada en las melifluas programaciones), así a través de estas, el meliflúo“Kraut”, se tiñe por momentos del más nostálgico “new romantic”, (hay un paralelo en lo que respecta a la idea de cierre taciturno musical de los temas de Alfonso, que puede rastrearse en discos anglosajones de los 80’, como “The Queen is Dead” (The Smiths), “Ocean Rain” (Echo and the Bunymen), “It´s my Life” (Talk Talk), entre otros.
El cierre, del disco con “Mi Planta de Chichimbra”, por acertada decantación, parece ofrecer un horizonte, dónde a través de la búsqueda musical, solo hay motivos para levitar cómodamente en cualquier lugar del universo, (ya sea más allá de Saturno y las estrellas, o en las mismas profundidades del inconsciente), una vez que a través de la purgación producida se separa lo que va, de lo que no, (el “sí” del “no”, en el sentido más “lennoniano” posible), logrando que lo álgido termina superando al desencanto, y despejando la incógnita planteada en el arte de tapa del álbum, hacia un lugar de plácida y positiva geografía existencial.
El disco de Alfonso El Pintor, narra un mundo personal y confesional, en dónde la sensibilidad y simpleza, se superpone a cualquier intento de pretencionismo excesivo artístico o fraudulenta complicidad musical, el desafío como todo marinero que arriba a “buen puerto”, en su primer viaje, pasaría por no quedarse con las primeras flores recibidas, sino por el contrario, hacer la vista gorda frente a estas, incluso, negar el apacible pasado artístico desempeñado, como válida manera de auto-reinvención, evitando caer en la standarización, que termina por vapulear la capacidad exploratoria de los artistas, en síntesis, intuyendo que el ramo floral más deseado, siempre se encuentra a miles años luz y puertos distancia. Bernardo Damián Dimanmenendez






miércoles, 26 de diciembre de 2007

Semillero de Rock


El pasado viernes los DChampions juntos con los Reyes del Falsete se presentaron en el Club Alumni de Turdera. En una localidad que forma parte de un triángulo del conurbano junto con Adrogué y Temperley, que salvaguarda, mágicamente desde hace casi 20 años, la necesidad y obligación del rock argentino de ser sincero, moderno y fresco, sin temor al ridículo o al menosprecio ajeno, ambas bandas demostraron que el legado que iniciaron agrupaciones como Los Brujos o La Nueva Flor, (hoy en día Victoria Mil), permanece acertadamente vigente.

Uno camina desde Adrogué hasta Turdera y se da cuenta de que a cada paso de vereda, se encuentra con lugares que afectaron contextualmente y espiritualmente a personas, que más tarde convertidos en músicos, renovarían en gran parte la escena del rock nacional.
Antes de llegar al Club Alumni (clásico club de barrio, de esos del cafetín y la grapa interminable), recorriendo las 15 cuadras que separan el centro de Adrogué hasta Turdera, uno pasa por el Colegio Palotti, el cuál Los Brujos, inmortalizaron en el tema “Monseñor Le Flip” de su LP debut “Fin de Semana Salvaje”. Esas mismas veredas, también fueron transitadas por los integrantes del “Otro Yo”, “Victoria Mil”, “Travesti” y varios más que seguramente me olvido.
Turdera, Adrogué y Temperley, se encuentran adornados por una colmena de árboles, (debe haber ciento cincuenta por cuadra), más allá de sus partes céntricas, y exceptuando Adrógue, (que es la localidad más pudiente), tanto Temperley como Turdera, no guardan condiciones excesivamente diferentes de las virtudes y carencias económicas que detentan el resto de los pobladores de otras localidades del conurbano bonaerense (ya sea, el sur, norte, oeste o este), entonces la pregunta viene al instante, ¿Cómo puede ser que en ese triángulo contextual geográfico, sigan saliendo bandas cuya propuesta musical escapa a la línea media y chata de la mayoría de las bandas del rock nacional?.
Bueno para develar algunos de estos interrogantes, voy a tratar de usar algunos de los elementos, visuales y musicales, que tanto los DChampions, como Los Reyes del Falsete, expusieron aquella noche y compararlos con otros exteriores a su música, que sirven como germen de naturalización de su mundo filosófico adquirido natural y culturalmente.
En un escenario plenamente “Kistch” y adornado con docenas de globos, salieron al ruedo Los Reyes del Falsete, (trío integrado por dos guitarras y una batería).
Su presentación resulta directa y contundente. Bien aceitadas las guitarras y plenamente comunicadas con la batería, desde “Mi Chica”, pasando por temas efectivamente efervescentes como “El Gran Cohete”, (clave el acorde inicial de la canción, para darle esa vibra mencionada anteriomente) o “La Fiesta de la Forma”, (esta vez tocado a plena guitarra, y sin la experimentación de formas sonoras exhibidas otras veces, a través de solo un teclado y arrestos pequeños de guitarra), y pasan en forma acelerada, entre otras, a “Las cosas como son” y “Yabrán”.
Presencia escénica, energía adolescente y sobretodo nobles y buenos temas, son en los jóvenes “Reyes del canto”, un buen alegato para continuar refutado lo anteriormente mencionado con respecto a bandas surgidas en esta parte del conurbano.
Luego vino la presentación de los DChampions, que a partir de la edición de su último LP “Para las Chicas”, despertó por igual cantidad vivaces elogios y ásperas críticas.
Personalmente pienso que el último disco de los DChampions, sino es el mejor del año, merece al menos un podio. Esto se debe, más que nada al mundo que describen las canciones, en dónde el amor, aunque a simple vista pareciera estar recubierto de una pelusa de misoginia, en verdad es una sutil confesión casi a regañadientes de alguien, que sabe que en su vida, más allá de todo lo que haga, (bueno o malo), los peldaños más duros, siempre los escalará mejor, de la mano de una buena compañera, aunque en el fondo le cueste aceptarlo.
Dejando un cierto “ruidismo” experimental que caracterizaba a sus canciones anteriores, (ya sea, en las melodías de sus temas, bases de batería o duración de los mismos), los DChampions, logran una ganancia interesante a partir del virtuosismo melódico de su guitarrista, Juan Manuel Posee Anchorena, el cuál es apoyado por de la capacidad de Santiago Rial en la voz, para hilar con dos frases todo un desparpajo de sueños frustrados y futuras esperanzas.
De este modo, la banda suena como una oratoria musicalizada de sueños vapuleados y residuos cosechados del mismo frenesí que la vida otorga, (sin reconocer méritos o condenas anteriores), en dónde a través de temas como “Para Leo”, la guitarra mediante un dulce sonido, hilvana todo un marco sonoro, donde la convivencia es narrada con filosa ironía, y convirtiendo la supuesta misoginia anteriormente mencionada en una especie de “miss-oniria”, (en el sentido de que habla sobre una perdida afectiva que anteriormente se depositaba), y en el estribillo, asoma como estrella apaciguadora, la figura del primogénito, como partenaire neutro, de una ambiente hostil y como fruto de algo que fue amor, y que hoy solo es recuerdo amargo.
Luego pasan entre otros, “Chica Cósmica”, “El aguijón”, “Alta Onda” y cierran con “Tranquila”, cuya ansiosa narrativa, hablan de un espíritu que solo puede saciar su libido, encontrando el “timing” para manejar a la reina según el tipo de colmena que habite, (algo clave para entender el oficio obligado de “laburante” u obrero sexual, que todo hombre siempre debe llevar, más allá del porte que detente.
Así cerró la noche de música, en dónde hay algunos elementos, que van a servir para despejar la incógnita antes planteada.
Primeramente vamos a referirnos a detalles técnicos, que se desprenden al observar a las dos bandas que actuaron.
Más allá de su diferencia en lo que respecta a sus estilos, demuestran a través de la simplicidad melódica, y su capacidad para minimizar recursos (ya sea, instrumentales o técnicos), una ejemplar comprensión del rol de conjunto que debe cumplir una formación musical, para que esta maximize su potencial creativo, sin caer en patronazgos prototípicos del rock nacional, como suelen ser los solos de los denominados “Héroes guitarrísticos”, que equivocan con su virtuosismo instrumental la capacidad imaginaria creativa para hacer de la música algo innovador o fresco, (en los mejores temas que sonaron dicha noche, como “El Gran Cohete”, de “los Reyes” o “Para Leo”, en el caso de los DChampions, las dos bandas estructuran la canción sin necesidad de que un solo destaque, como punto de quiebre de la canción, sino que solo comprende el lenguaje de la música que esta sonando y adecua, un respetable papel) o en tomar al rock, como un lugar inmaculado e intocable, respetando elementos clásicos que atañen a la formación de una banda, (el caso de “los reyes”, dos guitarras y batería solamente).
Sumado a esto, es fundamental para entender la indiosincracia musical de ambas, la música que desde chicos fueron curtiendo a sus integrantes.
La zona sur, especialmente, las localidades de Temperley, Turdera y Adrógue, debido al desarrollo de las mismas a partir del tren, fue históricamente poblada en sus orígenes por mayoría de inmigrantes ingleses o británicos. La influencia genealógica, hace natural que a los nietos de estos inmigrantes proclives (por una cuestión simbólica y actitudinal a la vez,) a interesarse por variantes del rock inglés, más allá, de la media normal, (que se escucha en el país, ya sean, los Beatles o los Rolling Stones).
Como ejemplo valga, que la mayoría de los pobladores de dichas zonas que están de alguna manera relacionados con la música y específicamente con el rock, agudizan sus oídos, desde temprana edad, pasándose discos de bandas no tan comunes en el escucha adolescente argentino de rock, como lo son por ejemplo, Jesús and Mary Chain, My Bloody Valentine, The Kinks, o Physechedelic Furs, entre otros).
A la vez, esto no los hace caer, en un lugar de insurgencia reaccionaria, ideológica o estética. Guste o no, tanto los habitantes de Temperley, Turdera y Adrógue, viven consciente o inconscientemente una situación dinámica habitacional similar a los denominados “Ghettos”. Su situación de marginalización no se debe a motivos religiosos, políticos o culturales, sino más que nada a que al estar medianamente lejos de la cosmopolita Capital Federal, sus integrantes adolescentes no acceden fácilmente a la multitud de estímulos de confort consumistas al que están acostumbrados los adolescentes de Capital Federal, en el sentido de lo cercano que se encuentran estos a centros de divertimento, como lo suelen ser los Shoppings, los Villages, o Galerías donde los “teenagers” pueden calmar mediante el consumo compulsivo todas sus carencias existenciales, (especialmente dudas sexuales con el pavor hormonal y pulsional que estas conllevan), como lo pueden ser Labond Street o La Quinta Avenida.
Entonces a partir de esto, se van nutriendo de estímulos otorgados por la propia vivencia del barrio, que a la vez le sirve, como motor de combustión artística a su música, (ya sean mujeres, experiencias psicotrópicas, de comunión o enemistad con sus pares) y su praxis de constitución como personas, va a ir más del lado de la producción, que del consumo, como forma de hacerle frente a los fantasmas que pueblan la mente de todo adolescente.
Su lenguaje musical, más allá de no caer en patrones comunes de composición, no va a estar revestido de ese “fashionismo” urticante, que suele acompañar a muchas bandas, que por una cuestión de fuerte identificación con la música anglosajona, suelen caer en el fangoso pantano de componer canciones en inglés, creyendo con esto, que “internacionalizan” de manera acertada la música, cuando en realidad, esto resulta ser, un acto de frívolo “snobismo”, separando la realidad idiomática que los circunda, y no contándole al mundo su verdadera experiencia diaria, o acaso, cuando se levantan ¿le piden en inglés a la madre que les haga un té, o , a la hora de cortejar a un chico o una chica, ¿lo hacen en otro idioma?.
Las bandas, surgidas en este “mágico triángulo musical”, narran más allá del formato musical que adopten, su experiencia vívida, real y concreta, ya sea desde, la que surge en sus hogares, hasta la que se produce fuera de ella, sin necesidad de ningún tipo de ostentación cultural, logrando que su mundo artístico, (más allá del patrón sonoro que elijan), sea identificable y codificable, por cualquier oyente de habla hispana, generando algo positivamente inclusivo, más allá del rechazo o negación de gusto, que suceda posteriormente, (como ejemplo válido, la situación que narra Santiago de los DChampions de abismo conyugal, en el tema “Para Leo”, que dice, “2 pesos para el pollo, 5 pesos para el cerdo, y un beso no me acuerdo, ¿Para qué, para qué?), ¿no es trasladable a una joven pareja trabajadora cualquiera del Gran Buenos Aires, como también, a una pareja universitaria de Capital Federal?.
A partir de estos factores, ya sean, los genealógicos, los contextuales y los disposicionales , los músicos de esta parte del conurbano, cuentan con una fina sensibilidad intuitiva y creativa, que les permite buscar formas musicales, dónde lo renovador, no se encuentre exento de dosis reales y concretas de la experiencia diaria (de la cuál todos consciente o inconscientemente formamos parte,) colocando a las bandas surgidas, en dicho triángulo suburbano, en un meritorio compromiso, con el cabal concepto que el rock, acuño desde sus principios, (ese que dice “que la experimentación no le debe tener temor al absurdo o la ironía, siempre y cuando, esta misma forma parte de nosotros mismos y no sea toscamente forzada ”), solo comparable en algún sentido, con las bandas surgidas en la ciudad de La Plata, (aunque la dinámica creativa de dicha ciudad, se explique más que nada por la particular bohemia que atañe, al cúmulo universitario con sus estudiantes, y su tendencia concéntrica, (como se ve en su arquitectura), a que toda novedad creativa musical, tienda a ser vista o escuchada, por la mayor cantidad de pobladores que la transitan.
Otro dato a tener en cuenta, es que La Plata, posee casi 700.000 habitantes, mientras que Adrogué, Turdera y Temperley, en total sólo suman 70.000 personas).
Bandas que han aportado, a la renovación necesaria del rock nacional, como lo fueron Virus (surgidos en La Plata), pasando por Los Brujos, Victoria Mil, Juana La Loca, El Otro Yo, hasta llegar al presente constituido por los mismos Reyes del Falsete o DChampions, pasando por El Mato a un Policía Motorizado, Travesti, Norma, Sr. Tomate o Mármol R, son en su mayoría surgidas en La Plata, Temperley, Turdera o Adrógue, (valga, la excepción para los Babasónicos, que son originariamente de Lanús, ahí nomás igual también, en lo que respecta a ámbito geográfico), lo que da cuenta que en lo que respecta a música, y comprobado una vez, luego del recital de los “reyes” y los D-Champions, de que realmente, “El Sur si existe”.


Bernardo Damián Dimanmenendez









martes, 18 de diciembre de 2007

Estrellados por el rock



El viernes pasado la agrupaciones Volco y los Reyes del Falsete, se presentaron en el Tío Bizarro. Tomando al rock, como un lugar dónde la creatividad de los artistas se define por su capacidad para bajar a tierra (instrumentos mediante) la energía que emana del cosmos y nos baña diariamente en forma invisible, las bandas cable a tierra mediante, le dieron tono a la húmeda noche de Burzaco.


Entré y saludos mediante, a la gente encargada de las entradas, decidí hacerle una oferta de 5 pesos por el último disco de Volco. De buena manera aceptaron, y cuando me dispuse a abrir el cd, encontré una hoja vieja del conservatorio “La Médica”, con un epígrafe que decía: “Que aquí comience un texto que tome forma en el Cosmos”, algo de eso intentaré para que estas mismas líneas que darán cuenta de aquella noche de música permanezcan imborrables al paso del tiempo y sea muestra de un pequeño mundo, en el cuál, una noche de Octubre, fui partícipe mudo.
Volco con casi 10 años de carrera y 3 albúms editados, ha pasado de una veta electrónica experimental, hacia un lugar más descarnadamente directo y confesional a partir de su ultimo trabajo, “Fiebre de Rock and Roll”.
Abre el show con el tema homónimo de su último disco, y a partir del cuál el artista parece situarse en un rock, que a partir de los acordes y los sonidos buscados, parece situarse en una especie de peñasco final, consciente de la ruinosidad de la vida misma y utilizándolo como purgatorio de todos los sueños rotos.
Algo de eso parece rastrearse, en la filosidad vocal de “Fiebre..”, que empieza con esos acordes claves para entender el rock de bandas que tratan de auto-exiliarse del exceso como los Who de mediados de los 70’, para luego pasar a esos estribillos burbujeantes y directos de La-Re-Mi y vuelta a La.
Le sigue “Anzuelos”, “Miss Sentimiento Otoño” y la acelerada “Toda Mía”.
A continuación aparece el mejor tema del show, “Hey, vino y Pan”. De una narratividad musical que busca en valores que dignifican la moral del ser humano, el “Hey”, en realidad, es el último arrumaco a un amor que se va, el cuál a través de los arpegios cruzados de las guitarras, logra un climax intimista y dulzón a la vez.
Si el rock, que emana Volco en su último trabajo, funciona como crucifijo renovador de aguas estancadas hormonales y abundantes de ateísmo posmoderno, es correcto que los covers de Neil Young, “Rocking in the Free World” y de los Who, “The Seeker”, dando cuenta que la música es parte de la vida misma, y que el camino a encontrar, cada uno lo busca a su manera, errado o no, la hidalguía es lo último que se debe perder, más allá de la “futura cabeza contra la pared”, que tarde o temprano todos nos damos.
El show, cierra con un pequeño homenaje a Sumo, con el tema “Mejor no Hablar de ciertas cosas”, aunque si lo tomamos como guiño irónico, cuando se habla de rock, se puede hablar de numerosas cosas, hasta el punto que muchas veces, la música que oímos por la calle (autos, bocinas, trenes, etc), muchas veces también puede ser rock..
A continuación, “Los Reyes del Falsete”, formados por dos guitarras y una sola batería, demostraron porque son una banda prometedora, no solo por edad, sino también por capacidad de perfomance escénica sin temor al ridículo, que los ubica en un plano dónde la tabúla rasa creativa, queda holgadamente desdeñada.
Con sólo dos guitarras, y una batería, Los Reyes, abren con “Pacheco”, “El Gran Cohete” y “Mi Chica”. Así llegan al mejor tema de la noche, “La Fiesta de la Forma”. Pleno de aformidad sonora y compositiva, pero que en su inarmonía a través de los sonidos espesos del teclado, (al comando del baterista) y los juegos de las dos guitarras, adquiera una geometría musical más que interesante.
Así aparece un tema que da cuenta de los inicios ago-ago “beat” de la banda, sustentada en su la hilarante capacidad vocal de sus miembros, “Contale al Mundo”. Pieza musical, simple y pegadiza, la cuál por motivos inexplicables no grabarán en su próximo primer disco, a editarse en los meses entrantes.
La objeción viene por lo siguiente, si uno tiene una marca, ya sea interior o exterior, por el flujo mismo de ser un cuerpo caliente y darle motricidad a este, a partir de estímulos que uno adopta por convicción o simple gusto, es incomprensible que se crea maduro, deslindando su esencia, en síntesis, todos sabemos, que la madurez, es el lapso en que uno se traiciona a sí mismo y solo eso. Los Reyes del Falsete, son un extracto valorable del “A Cappella”, de muchas bandas “sixties”, y a partir de un vuelco hacia el minimalismo experimental sonoro, parecen ostear el post-punk de “Devo”. Para ser más exactos, la banda parece ser el ágape de Brian Wilson, buscando que el plato final sea elegido por Mark Mothersbough. (fundador de Devo). De hecho, cuando se paran en un costado puramente sónico o alternativo, quedan a mitad de camino entre su naturaleza y algo forzado, cosa que se evidenció en sus últimos dos temas, “Yabrán” y “El Telefonista Loco”.
Más allá de esto, el crédito por edad y condiciones es abultado aún para ellos, pero es obligado dar cuenta que Violeta Parra, siempre supo que jamás sería telonera de los Shakers, del mismo modo que los Shakers tampoco de Horacio Guaraní.
La noche cónclave de reflexión y exceso según la ocasión, pareció quedar una vez más atrás, y pese a que nadie sepa bien lo que pasa con su vida, una buena manera de descifrar los interrogantes es a través del rock, porque al final, cuando la luz de la misma vida se apaga y predecimos que la melodía final suena para todos igual, el tema pasa porque más allá del cierre idéntico, el inicio y el estribillo que nutrimos día a día, hagan (pese al inevitable cierre) un tema loable, en cuánto a afectuosidad y candor. Algo de ese constructo espiritual paso por las figuras de Volco y los Reyes del Falsete, ( más allá de las formas artísticas respectivas), es claro, que estar en la música y especialmente en el rock, es permanecer siempre en el lado en el cuál, a las estrellas del cosmos, más le place iluminar.

Bernardo Damián Dimanmenendez

domingo, 16 de diciembre de 2007

Latitud Optimista


Cuando las cosas parecen ir en declive, es cuando se pone a prueba la capacidad de alpinistas en la vida de los hombres. El camino varía según el contexto y la naturalidad de cada persona, pero cuando la sensibilidad se traslada al plano de la música, como variante exhorcizante, por lo general, resulta un buen crucifijo frente a la creciente “vampirización” espiritual del ser humano del presente.
Nómades por elección y convicción, el postre musical que presenta Superflan en su primer Ep, titulado “Dejen los Problemas”, es fortuitamente digestible y, a través de una música que escapa a cualquier pretencionismo solemne sonoro o compositivo, produce la buena digestión del oyente.
El disco se compone de siete temas, y la banda se encuentra integrada por Guillermo Ingra (voz y guitarra rítmica), Esteban Gonda (voz y primera guitarra), Luis Roberti (bajo y voz) y Sebastián Zacher (batería).
La propuesta filosófica, que emana de sus líricas, da cuenta, de cómo ya todos sabemos de antemano, la vida por si misma, no es fácil, pero con buena voluntad y la dosis adecuada de entusiasmo, cualquier pozo ciego puede ser evitado fácilmente.
Así, esa especie de arco iris optimista y melancólico, cobra vitalidad a través de ese “funk new wave” que es el primer tema que abre el Ep: “Dejen los Problemas”, dónde la voz rasposa de Guillermo Ingra, funciona como oleoducto extractor de los sonidos de guitarra, que le otorgan ese swing, sugestivamente bailable y optimista, que emana dicha canción.
De cuidada prolijidad en los arreglos instrumentales y en las voces, Superflan, retrotrae ese espíritu juguetón y afable, que por los 80’, supieron llevar en buena medida, bandas como Los Orions. Si de los 80’, hablamos es innegable que fue una década de fuerte “transnacionalización” de géneros musicales de diversa parte del mundo, que dio como resultado, la denominada “World Music”, de notable auge hacia mediados de esa década y teniendo como padrinos espirituales y musicales principalmente a Brian Eno y David Byrne. Algo de esto, puede rastrearse en los arreglos vocales de “Tengo una esperanza”, como intentando que la línea melódica de la banda, de manera casera, adopte consciente o inconscientemente, parte de esa atmósfera vintage, que atañe al concepto sonoro del disco.
En una época plena de agnosticidad y excesiva violencia postural, una buena muestra de cómo la banda extrae una porción de la vapuleada, amenidad criolla mediática, que en otros tiempos podía sintonizarse en “El Club del Clan” o en “Badía y Cía.”, es el tema “No Pararé”. Plena de beat y ago-go a la vez, (escuchar la batería y el bajo), el tema narra en forma chispeante como a través del baile y la diversión, la parranda hormonal es el mejor psicólogo que hoy en día podemos encontrar.
La música como un elemento de satisfacción y de irreverencia, frente al caos y los sinsabores de la vida misma, así haciendo honor a su nombre Superflan, sirve su acaramelada música, la cuál si apareciera en algún menú a la carta, Mochín Marafiotti, (recordado musicalizador de los carnavales de antaño), desde el cielo jamás se negaría a degustar.


Bernardo Damián Dimanmenendez






viernes, 30 de noviembre de 2007

En el Habitáculo


El valor de ofrecer rock como si fuera la biografía heroica de alguien que nada en aguas calmas y dignificantes, y que sin necesidad de un reconocimiento masivo puede saberse tranquilo, que hasta el último suspiro, las mieles del bien, lo bañaron completamente. Algo de eso parece desprender de la agrupación Travesti, en cada presentación en vivo, como si se tratara de una aventura cosmogónica, en dónde abunda la energía grata y vivaz.


La noche era húmeda, y el embrión de este recorrido, se inicia a través de la densidad sonora de los teclados de “Vibraciones del Confort”, como si de repente, las luces indicarán que todo lo que la historia musical alumbró anteriormente, logré una nueva luz esperanzadora frente a la niebla creativa actual. Una fría tarde de mayo, cuando los inmigrantes eran más asiduos en el puerto que las golondrinas, con los ojos achinados luego del parto, la felicidad invadía los corazones de un par de vascos, marchitados por la interpérie económica de aquellos años 20’. La música en algún sentido, va definiendo con el correr del tiempo, el caparazón del gusto y la forma de afrontar las vivencias, que ya desde chico nos depositan en el lado correcto o el equivocado. Sutileza, y prestancia, se desprende en los bajos grabados que dan forma a “Poder Florecer”. Exitoso en seducción intimista, esa misma que endulza al oyente, sin poder llegar jamás a empalagarlo, ubicándose los acordes, estribillos y coda, el momento y lugar exactos, para que con el correr de los años, la composición grabada, tenga asegurado el lugar de recuerdo feliz y eterno, de esos que una noche cualquiera, nos llevan a ese territorio perdido, sin saber bien porque. Su flor biológica aún permanecía intacta, no había dueño en el presente, ni se avizoraba casero a futuro. Inesperado, y casi sin poder entenderlo, un muchacho morocho y de pelo castaño, utilizó las mismas palabras que cualquiera, para requerirle medio kilo de pan, La mano le temblaba, mientras lo pesaba, y ni se animaba a volver a mirarlo a los ojos. El tenue “adiós”, se transformó en un “si quiero”, 7 meses después, sellando con dichas palabras, un amor eterno por 60 años.
Todo lo que no mata fortalece, algo de ese parece reflejarse los sonidos industriales, en plan “Music Hall” de reviente toxicológico y existencial, que son “Juventud Residual”, y “Polstergeist”. La semilla podrida que nutre la infección letal urinaria, parece asomarse a través de esos golpes robóticos que dispara “Gauchito Sónico” desde los teclados, y la guitarra “a la deriva” de Floxon, mostrando de que pasada la sequedad del alma, una grata flora decora nuevamente la bilis. Las promesas y expectativas, chocan contra una realidad de sueño roto. Todas las mañanas, él la despide, y se va rumbo al hervidero mental y físico que es la metalúrgica. Cansado y hastiado, ella lo espera religiosamente en el portón de madera, a las 5 de la tarde, con la pava a punto, para poder sacarse ese gusto amargo y de desazón, que le depara cada jornada laboral. Un día, para sorpresa de ella, el se asoma sonriente y con una boina nueva de pana; lo habían ascendido a capataz. Los días podían empezar a ser más felices, luego del prolongado invierno de expectativas.
La capacidad de superarse, hace a la calidad de la especie, el juego de Travesti, en “Polstergeist”, va unidireccionalmente, (a partir del tenue “ambient” de los teclados), a buscar un habitáculo placentero, que recorte el momento, como si fuera esas fotos que dan cuenta de que lo trajinado, vale la pena por el solo hecho de tener ese lapso donde todo lo presente es sabrosa confitura. La cronología de los hechos, dan un resultado satisfactorio. El honor y los buenos códigos, traen la casa soñada, los hijos deseados, y la vida se decora de las nuevas flores filiales, que ella riega, transformándose día a día en hábil culinaria. Así va construyendo un istmo familiar fuerte a cualquier maremoto exterior. Agradable y sociable, para separar la buena, de la mala yunta, y sutilmente rectora de deberes y obligaciones con sus hijos, los cuáles, guiados por éstos, llegan todos a buen puerto.
Para poder dar cuenta de un abismo, hay que mostrar el vigor que uno posee para indicar que puede subirlo. “In-crescendo”, van los sonidos del sintetizador de “Gauchito Sónico”, para que se destape un espumante brebaje musical, a partir de los acordes de guitarra de “Bloody Mary”. Las estrellas fulgurantes, solo existen en la vía láctea, los que se tildan así en la vida terrenal, y están compuestas de carne y hueso, saben que para darle combustión, tarde o temprano tienden a traicionarse a sí mismos. Los “Travas” con casi 7 años de vida, definen su esencia musical, en una exposición adredemente grotesca de su arte, que los catapulta a un lugar de valiosa vanguardia, sin caer en clichés arquetípicos, ya sean estéticos o musicales. O sea, en un plano creativo, conscientes de sus dotes artísticos, dejan de lado cualquier alarde de mesianismo musical, construyendo una “dejadez” sonora certeramente atractiva, como si fueran una especie de Jean Paul Belmondo del rock, (en relación, con el “feo con más onda” del cine, y que a la vez, rompió la mayor cantidad de corazones de femme fatales del jet set). La estela voluntariosa de amor, encuentra el grato aprecio de una familia cada vez más numerosa, y nuevos amigos que por la dinámica contagiosa de su espíritu, siempre protegió y a la vez la protegieron. Las tareas domésticas, siempre la mantenían activa e incluso, se daba tiempo, de encontrarse con sus amigas de yoga, tener siempre a punto la comida para su esposo, atender a sus hijos o nietos, en caso de necesidades urgentes o inesperadas, y lo mejor, siempre siendo ella, errada o no en su terquedad por tratar de querer que sus seres queridos y amigos, naveguen por aguas felices, iluminadas por el lucero de su amor.
El show, se aproxima al final, los colchones de sintetizadores y teclados, buscan un cierto clima agnóstico industrial, y con el correr de los minutos, Floxon, empieza a cantar un cover de Los Ratones Paranoicos: “Vicio”. La letra y el tema es clave, para entender la mítica actual de la banda. Buscando en una letra directa y descarnadamente auténtica y mixturizándolos con esos sonidos densos de los teclados, Travesti pareciera unir la naturalidad de un fiambrero del conurbano, con la indulgencia y el panorama musical de Jim and William Reid (líderes de Jesús and Mary Chains), y en la experiencia, caer totalmente bien parado, frente a propios y extraños, uniendo un universo sonoro inimaginado y a la vez soñado. Un día cualquiera, ella se había enamorado, un día cualquiera supo que iba a tener hijos, un día cualquiera se enteró asombrada que iba a ser abuela, un día cualquiera repentinamente comenzó a sentir un agudo dolor en su cabeza. Ella preparaba la comida, mientras conversaban su esposo, hijos y nietos, sabía que algo no andaba bien, solo atinó a un pequeño saludo final, casi irónico: “Me duele la cabeza”-dijo, y cayó desmayada, mientras miraba de reojo a todos, antes del fulminante derrame. En esas últimas imágenes, pasaban todas las personas, que había conocido y a su manera apreciado, desde el que le vendía escobas, hasta sus compañeras coquetas de yoga, hijos, nietos, pasando como última instantánea en su retina, la cara asombrada del amor de su vida. Ella había construido, sin saber tocar una sola cuerda o tecla de algún instrumento, una música deífica e indestructible, uniendo a través de esta, la compasión, la alegría y el amor, y transformando a éstos en un legado infinito y próspero por los siglos de los siglos.

Dedicada a mi Abuela.

Bernardo Damián Dimanmenendez

lunes, 26 de noviembre de 2007

Caléxico: Entrevista a Joey Burns líder de la agrupación californiana


La tarde era húmeda, y en realidad no había pactado ningún tipo de entrevista, sólo esperaba abordarlo con un par de preguntas, para dar cuenta del perfil del líder de una de las bandas más importantes de la escena indie norteamericana de los 90’. Inesperadamente vi una persona rubia con un corte a lo “Big Star”, (por el look que supieron detentar los pioneros del “Power Pop”), sentado sobre un asiento de la vereda, en la puerta de la Trastienda. Así presentación de por medio, estas fueron algunas de las respuestas que Joey Burns ofreció respecto al panorama actual de la música y elementos (ya sea films o libros), que lo llevaron a definir su esencia como artista.

1- ¿ Cómo surgió tu interés por sonidos foráneos que más tarde te llevarían a catalogarte como uno de los pioneros del “Tijuana Sound”?
Bueno, a la memoria me vienen varios recuerdos. Luego del grunge, luego de Nirvana, comencé a interesarme por instrumentos acústicos de diversa parte del mundo, y sobretodo por la denominada “World Music”, sin saber bien cuál iba a ser el resultado final de todo eso.
2- ¿ Qué recuerdos tenés de los tours de los 90’, en los cuáles telonearon a bandas importantes del indie de ese entonces, como por ejemplo Pavement?
Bueno para mí Stephen Malkmus, es una persona que tiene la facilidad de hacer simple lo abstracto, y de una mentalidad sumamente compleja e interesante. Me encanta Pavement y obviamente es una de mis bandas favoritas. Igualmente hablar de la personalidad de Stephen y su mundo, es algo que nos llevaría horas, pues no se trata de algo fácilmente clasificable.
3- ¿ Cuáles son tus bandas preferidas de la actualidad?
Actualmente, me gusta Manu Chao, Dick Chapman, Allman Brothers y por supuesto Stephen (Malkmus)
4- ¿Conoces algo de la escena indie o under o del rock argentino en general?
Si, conozco a Juana Molina, estoy comenzando a inspeccionar la obra de Sumo y me interesa la forma con que el integrante argentino de Gotan Proyect, mixtura elementos autóctonos de la música argentina con la música electrónica.
5- ¿ Qué concepto de validez le queda al rock como elemento contracultural frente al avasallamiento corporativo que se ve últimamente de parte de las compañías discográficas?
5- Bueno desde hace ya muchos años, se están percibiendo cambios para nada favorables, en lo que respecta a este tema. El control de las grandes empresas sobre los artistas, se ha extendido cada vez más y más. Hoy en día el precio de los discos es demasiado caro. De hecho el costo entero de un cd con arte de tapa, para una banda under norteamericana, no excede los 3 dólares y las compañías los venden a un promedio de 20 dólares para arriba. Me imagino que en Argentina, los costos de un disco importado son aún mayores, lo que impide aún más el acceso de la gente a los albúms. Entonces, pienso que necesitamos un modo más equitativo de distribución de las obras que favorezca a los artistas y al público. Todo el mundo habla de la pronta desaparición del cd, debido al mp3. Pero pienso que el mp3, es malo, debido a lo magro de su sonido, que hace perder los detalles que antes podían escucharse en los discos de los 90’, hacia atrás.
6- ¿Cuáles son tus directores de cine o films favoritos?.
Me gustan los hermanos “Cohen”, especialmente su película “El gran Lebowsky”, también Jim Jarmusch, mi favorita es “Dead Man Walking”, Jhon Cassavetes, David Lynch, del cuál estoy esperando ansioso ver su última película “Inland Empire”. También me fascinó Qué viva México!, de Sergei Einsestein.
7- ¿Y con respecto a los escritores? ¿Te gusta la literatura “Beatnik”?
Carlos Fuentes, Paul Mc Carthy, Pablo Neruda, el cuál me parece muy agradable, Charles Bowden, Charles Bukowsky. Con respecto a los “Beaniks”, realmente no me gustan mucho, incluso tampoco siento una gran devoción por Kerouac.
8. ¿Cuáles eran las bandas que escuchabas cuando eras adolescente?.
Me gustaba el punk rock, especialmente The Minutemen, la cuál tenía una gran facilidad para mezclar diferentes estilos.
9.¿ Me podrías decir 10 palabras que atañen a Caléxico, e incluso no tengan relación con la música?
Si como no, eh, punk, poesía, folk, alegría, vino, amigos, Tijuana, California, derechos y paz.

Bernardo Damián Dimanmenendez

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Balconazo Indie


El jueves 3 de Octubre en el marco del Nuevos Aires Folk 2, las agrupaciones Fantasmagoría, Los Alámos y Caléxico se presentaron en la Trastienda. Como resultado final, se pudo apreciar como los californianos, demostraron en una hora y media de show, porque sus canciones regalan las dosis justas de melancolía y efusividad necesarias para el deleite de la audiencia.

La velada arrancó con el Folk-Punk de Fantasmagoría. El proyecto liderado por Gori, da la sensación de parecer un válido auto-exilio, superado todos dogmas adolescentes (musicales y filosóficos), que curtieron al ex Fun People, durante los 90’. Para ser más claros, es como si Mick Taylor superado todo el reviente que vivió con los Rolling Stones hasta mediados de los 70’ y que musicalmente terminó de definir la relación indeleble que los Stones sellaron con el rock, (a partir de discos como Sticky Fingers o Exile on Main Street) , de un acertado paso al costado para poder reinventarse y hacer de su arte algo mas descarnadamente intimista.
Algo de eso paso con Gori, luego contribuir en los 90’, a que los Fun People graben el mejor disco de su carrera (The Art(e) of Romance), y a partir de la evidente desazón por vivir en carne propia la teología bufonezca del circo rockero, era previsible que la reinvención personal venga de un cambio de línea musical y de indiosincracia compositiva. Así la banda, a partir de la dúctil mano, de su líder tiene la capacidad a través de acordes simples, y excelentes acompañamientos de batería, de unir la pulsión punk con la dinámica melódica de líneas más rupestres musicales, cosa que se demuestra a partir de temas como “El Río”, y “Albina”, y ese “hitazo”, que es “Gori llamando a Río”, al cuál, si Jhonny Thunders o Marc Bolan estuvieran al comando de la programación de “FM Hit” en Argentina, no dejarían de pasar tres o cuatro veces por día, para deleite de los oyentes.
Luego llegó el turno del narco-country blues de Los Alamos. Agrupación que pareciera ser perfecta para musicalizar cualquier film de Spaghetti-Western de Enrico Morricone, sobretodo a partir del caparazón sonoro de la guitarra eléctrica a cargo de Poly. El tema de Los Álamos es que parecieran estar tan cerca y tan lejos a la vez, de algo interesante, en el sentido de tener la capacidad por intuición artística de reactualizar valerosamente géneros musicales añejos, pero dicho “don” queda relegado, debido a la insistencia de la agrupación por componer las letras de los temas en inglés. La clave para entender esto, es su mejor tema “Cola de Cascabel”, en el cuál la voz quejumbrosa de Pedro, cala perfectamente en la galopante melodía del tema, logrando todo un universo personal y valioso, pero sobre el final cuando la letra se vuelca a la lengua anglosajona, la originalidad del tema, en su intento de buscar una “pangea musical”, termina pecando de exceso. No obstante, la banda es sobria musicalmente y el timbre de Pedro acicala perfecto, los sonidos que la banda va construyendo, solo les faltaría rediseñar, el “idiolecto” vocal, hacia un lugar más criollo, y menos foráneo.
Con más de 10 años de trayectoria los Caléxico se presentaron por primera vez en Argentina, recreando clásicos que le otorgaron un merecido respeto en el mundo de la música y nuevos temas de su último trabajo “Garden ruin”, editado el pasado año.
Pioneros de lo que fue el denominado “Tijuana Sound”, (ese que une el folk norteamericano con el “regio rock” mexicano), la banda abrió de la mano de su líder y cantante, Joey Burns, con el tema “Sánchez”.
Le siguió la balada “Yours and Mine”, “Jesús and Tequilla” y “Deep Down” destacando en esta última, el trabajo de las guitarras y la parte vocal, que sigue la línea de su último trabajo, en dónde la participación de instrumentos de viento es reducida, y recuperan la esencia de sus primeros años.
Con más de media de hora de show, aparece un tema clave para entender el magma musical de los californianos, “Roka”. A partir de su composición musical, desde el inicio con los tenues sonidos de xilofón, pasando por la voz sugestiva de Burns, hasta llegar al final mariachi, la banda logra unir dos polos de sentir la música, como lo son la esencia abatida e irónica del indie rock americano, con el desparpajo y juerga, que tiñe cierta parte de la escena alternalatina (especialmente el regio rock mexicano). Es como si por un momento, Stephen Malkmus (líder de Pavement) y Manu Chao, navegaran en el mismo océano musical, lejos de cualquier posible naufragio.
Esta capacidad de mimetizar mundos musicales disímiles, le otorga a Caléxico un lugar de merecido respeto, por hacer de su eclecticidad musical, un lugar de celebración “multiétnica”, en donde la imaginación creativa le gana a cualquier mundo sonoro anodino.
Le siguen a continuación “Close Behind”, “Stray”, “Cristal Frontier” y la emocionante “Letter to Bowie Knife”. Si hablamos de folk rock, y multiculturalismo musical, nada más acertado que cerrar el show, con el cover de Love (banda pionera en lo que respecta a esos temas), “Alone Again or.”
Así paso Caléxico, por la noche del jueves en la Trastienda, demostrando que en la esencia del “indie”, no solo se trata de una cuestión insípida y descorazonada, sino que también se puede con elegancia perderse en modelos menos frívolos, y no por eso quedar mal parado, o acaso no piensan que alguna vez, Ira Kaplan (líder de Yo La Tengo), no le improvisó alguna serenata nocturna a alguna “niñata” mexicana que le rompió el corazón.

Bernardo Damián Dimanmenendez

lunes, 19 de noviembre de 2007

Entre Trapito y Winnie Poe




El pasado Martes en el marco del ciclo “Mr and Mrs Rock ”, se presentaron las agrupaciones Poseidótica, El Mato a un Policía Motorizado y Los Peyotes. En los shows, brindados por las 3 agrupaciones, se asemejo un esqueleto musical que pareciera hacer las veces, de las principales cualidades del ser humano, como lo son el cerebro, su corazón y la vitalidad que aproveche de estos para `poder hacer de la vida algo medianamente estimulante.


La humedad hacia las 8 de la noche, había menguado un poco, así entre copetines y alguna que otra empanada, los escuchas esperaban el inicio del ciclo musical, para calmar el trajín de un día pleno de “fiebre laboral”, como lo son por lo general los martes.
Alrededor de las 20 y 30, Poseidótica abre el show, con “Tantra”, un tema que a través de su musicalidad parece enmarcarse en la ola sonora del Pink Floyd de Meddle, en dónde la psicodelia progresiva, busca un eco de resonancia, a través de los arpegios de guitarra, para que después de los redobles de batería se pase a acordes extensos, que decoren un paisaje que podría relacionarse, con una especie de espiritualidad “orgánica” sonora. A partir del concepto de título, la banda estructura una música que pareciera seguir sonidos que den una sensación como de “fotosíntesis musical” (en una línea mas “shoegaze” podría situarse (para guiar al lector), dentro del concepto de rock orgánico el primer disco The Verve, “A Storm in Heaven”).
Cada nota construye una topografía en donde la forma estará dada por los “clímax” que la banda inspeccionara. “Tantra” busca una cierta línea de armonía, que es cerrada a través de sutiles arpegios al final del tema.
La banda también busca contenidos musicales que tengan que ver con el “Stoner”, a partir de la ductilidad instrumental que sus 4 integrantes poseen. En este plano, la exploración sonora se hace mas intensiva y abrasiva, recorriendo lugares del hard-rock progresivo (como pueden ser los primeros discos de Deep Purple).
Aquí la geografía musical se asemejará a una erupción volcánica, en dónde la lava despedida, no deja ningún recóndito para salvaguardar el oído al fuego sonoro que la banda propone. En esta línea pasan, temas como “La Nave”, “Tiempo y Espacio”, “Anfibio” y cierran finalmente con “Aquatalan”.
Poseidótica es una banda consciente de sus ductilidades instrumentales, y a través de la musicalidad desplegada se siente felizmente culpable de ello, tratando siempre de recrear a través de las canciones, atmósferas sonoras que recorren desde la tranquilidad más amena hasta el desequilibrio más contusivo por pánico existencial.
A continuación fue el turno de “El Mato a un Policía Motorizado”, banda que desde hace ya un par de años, da para hablar largo y tendido.
Recuperadores de la veta punk del “Kraut” de la banda alemana “Neu” y de la corrosión “noise” de bandas de los 80, como Sonic Youth o Dinosaurio Jr, la febrilidad punk de sus canciones, no están por ello exentas de ductilidad y frescura.
Así con un despliegue descarnadamente potente, pasan temas como “Amigo Piedra”, “Viejo Ebrio y Perdido”, “Chica Rutera”, y la balada “Vienen Bajando”.
Después llego el turno de “Navidad en los Santos”, tema sublime en emoción y virulento en adicción emotiva, que define el concepto “kraut-punk”, con que la banda inició su triología que cerrara el año entrante y que comenzó con “Navidad de Reserva” (2005) y continúo con “Un Millón de Euros” (2006).
Si el corazón es un lugar donde se ubican los sentimientos y de ahí se despliegan las pasiones y deseos, nada mejor que depositar al líder de “El Mato”, para reflejar la devoción que con su perfomance siente por el rock.
Santiago es clave a través de la entonación vocal y desempeña a partir de esta, (cuando el tema lo amérita), toda una ola de alegría incluyente, en dónde el escucha se siente partícipe de un fiesta dónde el elemento a degustar y compartir es el mismo rock.
Bien seguido por sus compañeros, (“Willi”, con su batería aceitada y su particular uso del redoblante, y “Pantro” y el “Niño Elefante”, disparando la dosis de electricidad necesaria en las guitarras,) para que con el correr de los temas los oyentes se sientan transportados en un frenético y emocionante viaje musical, donde la meta de llegada, determina de antemano, un grato paraje, tanto para los que la construyen, como para los que los disfrutan escuchándolos.

El cierre estuvo a cargo de Los Peyotes. Banda que a partir de su estética parece extraída de alguna fauna surrealista australiana o polinésica, y en la cuál el Garage, ago-ago y Tex-Mex (género nacido en el Estado de Texas, y que mezcla la música norteña mexicana con el country norteamericana) de sus temas, parece acertadamente “aggiornado”, al contexto nacional.
La bada parece sonorizar algún film ácido de Roger Corman, y mediante la guitarra fuzz y los sonidos del Farfisa, logra una cierta atmósfera sonora, “Inca-apunizante” que pareciera evitar caer en el arquetípico cliché del anglo “ago-ago” musical, para mimetizarlo en una especie de “aju-aju” musical, que se recorta principalmente en la figura de su cantante “David Peyote”, (como si el burrito Ortega, se hubiera ido de trasnoche a puro peyote y de repente se encuentre al comando de una banda de tijuana).
El frenesí de su música es estertóreo, sin dar ningún tipo de respiro, así pasan temas notables como “Vampiro”, “El Humo te hace Mal”, “Psycosis”, “Chacalón”, para después ironizar todo tipo de intento de moralidad estética o musical, con el tema “Cumbia”.
La noche cierra a puro vigor , con los temas “Brotherhood” y “Vos no sos mi amigo”. Toda una óptica estrosbóscopica de música, donde con el correr de los temas, un halo ácido y psicodélico, pareció abrazar a banda y espectadores.
Así cerro una nueva fecha del ciclo Konex, en la cuál la diversidad de las propuestas ofrecidas fue interesante recorriendo todo tipo de elementos y géneros que atañen al rock desde hace más de 40 años, y que hacen a la vida y vigencia del mismo. Casi como los orgános e impulsos vitales que el cuerpo humano necesita para poder recrearse y renovarse, desde el mismo intelecto, hasta las pulsiones que determinan el flujo sanguíneo.
La pregunta surge entonces, frente a la diatriba constante de entender el rock nacional en patrones de modernidad según la actualidad rock británico o norteamericano, (los cuáles desde hace ya un par de años, han declinado ostensiblemente su nivel, al punto que del “maistream” reciente solo se destaca la frescura y vitalidad de los Artic Monkeys entonces: , ¿Hace falta pagar 100 pesos para tener que ir a buscar rock supuestamente serio y actual, escuchando bandas foráneas que hacen covers de Pink Floyd, teniendo siempre como espejo de idoneidad creativa todo elemento exterior, cuando con una sola oreja, cualquier persona sabe que “Navidad de Reserva” (disco de el Mato del 2005), suena conceptualmente mucho más renovador que cualquiera de los Kaiser Chiefs o The Fratellis?.
Bernardo Damián DimanMenendez

miércoles, 31 de octubre de 2007

Junkie Rock Show


El pasado sábado bien entrada la madrugada, la agrupación DDT, se presentó en el Salón Pueyrredón. Con 15 años de carrera, y diversas formaciones, a partir de la separación del grupo original en 1999, Sharly su líder y cantante, aporta cada vez más, con el paso del tiempo, esos granos de arena, que hacen de aquellas personas que transitan con talento por el lado sinuoso de la vida, antihéroes plenos con inquilinato asegurado eternamente, en el lado oscuro y seductor del rock.

La noche ya era tarde, demasiado tarde, casi las 4 y 30 de la madrugada. Ya algunos habían atesorado algún cortejo que horas atrás había empezado y otros, en cambio, sin obtener los resultados esperados, buscaban cobijo en los vapores etílicos.
El show de D.D.T, abre con “Dandy Rock Club”, uno de esas gemas musicales que Sharly y los suyos ofrecieron como intentando hacer una pangéa del sónido sónico y la fuerza punk.
Las quintas distorsionadas con cámara de la Gibson Les Paul, asoman, mientras los fraseos nasales y veborrágicos a la vez, encajan simplemente perfectos, logrando un tema bailable y efusivo a la vez, que es finalizado, con la melodía “cocktail teenager” del final.
Le sigue otro tema de los clásicos como es “Souvenir”, en dónde se ve como el hardcore inicial que influenció a la banda, busca a través de un funky aceleradísimo y cortes abruptos, preparar al tema para que se acelere frenéticamente con el devenir del estribillo, en dónde la letra, es letalmente sexual y funciona como una especie de manifiesto histérico de la pulsión provocada por el avisoramiento de “buenas carnes” femeninas. .
Estos temas, quizá son una pequeña exposición del recorrido musical, de para muchos la banda más interesante que transitó los 90’. Básicamente los 3 discos, editados por DDT por aquellos años, buscan hacer pie, en el famoso slogan del rock, ese que habla de “sexo, drogas y rock and roll”. El primero “Sexcaletric”, a través de los fraseos vocales, (escuchar las “s” cantadas a la velocidad de la luz), que pronuncia Sharly, sumado a la combustión hardcore de la batería y el bajo más las guitarras cortantes, hablan de una narrativa constante en tocar tópicos relativos a maremotos orgásmicos juveniles y la ansiedad que estos producen. El segundo disco “Modelo 96”, parece encontrarse en un plan hedonista, dónde la experiencia con sustancias non-sanctas, sirven para narrar el ridículo del mundo estético y filosófico de los 90’, en Argentina. Casi como si Tula, hubiera entrado en el Vip del cielo, y en el encuentro se genere una atmósfera de modernidad que acaricia lo “Tecno-lumpén”.
El tercero, “Simpatía por los Demonios”, y depositándose como previsores del destino “kamikaze”, al cuál la misma esencia de su música los llevaría, es solo “rock”, pero del crudo y visceral, sin caer en ningún tipo de argucia marketinera. Ya no hay ganas de experimentar, ni de ironizar, sino solo de enfrentar la decepción del fin de siglo, a puro rock and roll. El disco, sirve como ejemplo perfecto para cerrar una década en la cuál, muchos creíamos que hacia fines de la misma, íbamos a estar bailando temas de Los Peligrosos Gorriones, y decepcionados nos encontramos, que en el ámbito de cualquier disco, ya solo había espacio para la murga.
Le sigue a continuación temas más recientes como “Rocketer”, “El Corte Inglés”, “Stanley”, “Avant-Garde” y “El Último Grito de la Moda”, canciones dónde el juego que propone el “Demonio del under”, es otro. Vapuleado ya todo dogma alterativo de alternatividad, los temas van a tratar sobre la genealogía urticante de la “universidad de la calle”, ya sea históricos (en el “Último grito..”, se ironiza sobre el famoso asado de los fieles peronistas), y la música enmarcada sobretodo en una guitarra ebria de Funk-Punk, adornada de bases electrónicas y aprovechando la capacidad guerrera y aplanadora de su baterista, Mauro Riccieri (baterista enérgico que parece “aletear” la batería como si fuera un tábano del trópico perdido en Buenos Aires), va a determinar que el recordado “anarco” de la disco de “Modelo 96”, se deposite en el baile de la vida misma, con los tropezones y goces que esto acarrea.
El show cierra con “Weekend”, tema pionero en el ámbito local, en lo que respecta al tecno-rock, y dónde la canción ya clásica, sirve como cierre perfecto, de la dinámica adictiva y desafiante, (casi bordeando un heroico grotesco), que de la mano de “Sharly”, la banda propone en cada show.
Así paso DDT, banda ya con 15 años de trayectoria, que a través de su arte, siempre pareció emanar una música que podríamos denominar como “Bonzo Rock”, a partir de sonar demasiados punks para los alternativos y demasiados sónicos para los punks, pero que pese a esto, cae siempre bien parada, (a partir de la “iconicidad” de su líder), en el valioso lugar de perfectos antihéroes, que nos sirve para dar cuenta de un adecuado concepto del rock y la vida misma, frente a la dudosa reputación “aséptica”, que encontramos en las numerosas bandas de estadio o que periódicamente recorren los corporativos festivales de música actuales, o acaso, ¿Vos crees que todo está bien en el rock de hoy en día ?

Bernardo Damián Dimanmenendez

jueves, 25 de octubre de 2007

La Cuestión del gusto, un muro aún infranqueable


El pasado martes las agrupaciones The Tormentos, Michael Mike y El Cuarteto de Nos, inauguraron el nuevo ciclo musical de primavera en la ex aceitera Nidera. Cada banda expuso su manera de entender la música, aunque en el fondo el hiato que no permite entender claramente el concepto de rock, quedó demostrado una vez en la carraspera reaccionaria de parte del público.


Últimos fríos del año como resabio final de un crudo invierno que quedará en la memoria de todos, tanto por los resfríos interminables como por la histórica nevada producida.
Quizá el rock tuvo un mandato original en el cuál más allá de la calidad musical o de interpretación del mismo, ponía como plusvalía implícita y valiosamente agregada, la composición democrática de su práctica, cualquiera sea la persona ejecutante o el tipo de variante genérica musical practicada, sin embargo, algo paso en el camino para que en el supuesto libre albedrío que se predica, (cada vez que se habla de la importancia multiculturalista del siglo XXI), en realidad se esconden las fauces feroces de un perverso ejercicio de mercadotecnia, a partir del cuál el arte y particularmente la música, sufre de este exceso, cayendo en una solemnidad de parte del público, que roza la disciplina más férrea practicada en algún puesto fronterizo de gendarmería (como si fuera un tribunal que ejerciera una justicia “Plutocrática”), en lugar de incitar la supuesta libertad de formas que envuelve a algo tan ecléctico como la misma cultura rock.
La velada se inicia pasadas las 8 y media de la noche, con la aparición de la agrupación smusical The Tormentos. Banda homogénea y sólida musicalmente, desarrollan un surfer ácido y acelerado, como si de repente, se tratara de la banda de sonido de alguna película de Russ Mayer o de “Spaghetti Western”, y en cada acorde de guitarra, o golpe de batería, aparecieran súbitamente espectros fantasmales de Tura Satana o de Clint Eastwood.
Conscientes de sus virtudes y defectos, no caen en ninguna dosis de fetichismo estético, sino que retrotaen de manera acertada una atmósfera visual y sonora.
Extraída su vestimenta del buen manual “fifty americano”, su performance fue seductora (destacándose “Ufo Incident”, “Tormentos”, “Dagstrip Night” y “Bad Day on the Midway”) pese a algún que otro problema técnico (rotura de cuerdas y “tacho” de batería), que les jugó en contra y comenzó a potenciar cierta penosa irritabilidad del público concurrente.
Una hora más tarde Michael Mike, los nuevos “hijos del rock”, en el sentido de su renovadora y seductora propuesta musical, que produce la revitalización del género musical, despertando a través de su arte la chispa innovadora y necesaria, para demostrarle al oyente que lo nuevo viene de la mano del riesgo y valentía para doblar dogmas o conceptos artísticos establecidos, (sumado obviamente a la dosis necesaria de ingenio), como ocurre, con los grandes talentos en cualquier actividad ya sea artística, científica o deportiva.
El show, abre con el “El ritmo que pide el barrio”, luego pasan por esos temas plenos de “alterlatinidad” sonora como lo son “El Amante Latino”, “Rojo + Que Negro”, “El Andén”, entre otros, y cierran con la pegadiza “Charly Border”.
Poco antes del cierre, ya se escucharon un par de pequeños abucheos, a lo que en un momento uno de los integrantes sugirió irónicamente y a viva voz, a otro de la banda : “Che Cuca, creo que nos están abucheando, ¿que hacemos?”
El show de Michael Mike demostró, (más allá de que el nivel de sonido estuvo por debajo de lo normal), porque son una de las promesas más interesantes del rock nacional, a partir de su versatilidad y frescura para desempeñarse en vivo, más allá de que el contexto, no sea el predilecto, pero justamente una banda se pule constantemente, imponiéndose a cualquier aspereza, sino recordar las mil y un naranjas que los “cadáveres hippies” arrojaron contra los Virus, en el Buenos Aires Rock del 82’, por lo que ya sabemos de antemano que justamente la masa nunca es indicadora de idoneidad en lo que respecta a geometrías creativas.
El cierre estuvo a cargo del Cuarteto de Nos, grupo de una larga trayectoria que tiene más de 10 albúms editados, y que han mutado hacia un sonido más “aggiornado” a melodías rioplatenses como lo son el candombe, o la murga, a partir de la edición de su último disco “Raro”, en dónde se ve la incidencia del sonido latino con que se produce últimamente a numerosos conjuntos rioplatenses, a partir de la idea de preconcebir toda banda de esta parte del mundo, como si fuera un “tropo” (o sea la idea de emplear algo con fines estéticos para que estos le aseguren un rédito comercial).
Pareciera ser que el sonido Santoalla es tomado, como un ángel que salvaguarda a los artistas de inmiscuirse por cualquier camino no aventurado, cuando justamente lo que hizo grande al rock, fue el atrevimiento de los músicos de perderse por caminos vírgenes y en cuya exploración los defina como conquistadores de un nuevo mundo de sonidos y formas compositivas. Esto, sintéticamente es un craso error, porque si sabemos de quién esta detrás Santoalla, (más allá de sus dotes artísticos, que igual siempre son discutibles, porque en última instancia es un ser humano como todos), determina que el arte de las bandas, se pierda en un mero ejercicio de mercadotecnia.
Aquí el hecho no es discutir la trayectoria ni la cualidades interpretativas del Cuarteto de Nos, (el sonido estuvo bien pulido cuando tocaron, destacando entre otras, las “hiteras” “Nada es gratis en la vida”, “Yendo a la casa de Damián”, “Ya no se que hacer conmigo”), pero si es de mencionar, la decodificación de la imagen acústica del arte ofrecido que realiza su público.
Es una constante que personas que no superan los 25 años, entiendan al rock, como un elemento donde lo que determina el buen gusto, sea mostrarse como un misógino carente de repensarse como ser humano, sensible y sujeto a todo desmedro corporal y cognitivo. Esa especie de prefiguración “vikinga”, como si fuera el rock algo estoico, forma parte de una “perestroika”, que confunde la esencia amorfa del rock, con las reglas de un regimiento patricio.
Así paso otra noche de música, en dónde una vez más queda la incógnita, de que si por una cuestión de falta de curiosidad, o por el achatamiento cultural y económico que el país viene sufriendo, la sensibilidad en la forma de entender al arte, ha quedado tan lapidada, que muchos escuchas de rock, aún no pueden diferenciar que lo nuevo, hace a la renovación y al cambio del punto de vista conceptual de la mismo música, o acaso ¿No se preguntan que escucharían Brian Jones o Syd Barret si estuvieran vivos?.

Bernardo Damián Dimanmenendez

miércoles, 17 de octubre de 2007

Gondóla idónea


El pasado miércoles en Claps se presentó El Carro de Yaggernat . En tiempos dónde la esencia del cantautor de rock, parece encontrarse olvidada en un cúmulo de “fashionismo” y sobredosis estética, el carruaje musical de la banda, recupera la tragedia vivida del mejor “Pub rock” de fines de los 70’, ese que narra la contradicción de ser cosmopolita y a la vez, sentirse plagado de vísceras espirituales que alimentan eternamente las mieles de los poetas salvajes.

Claps, era el lugar dónde “El Carro de Yaggernat” haría su presentación, y tal vez la atmósfera subterránea que envuelve el lugar, una vez descendida la escalera, ofrece un espectro contextual, para que la esencia de su música, se acomode de manera idónea al concepto de “pub rock” (ese que sirvió de embrión al New Wave neoyorquino, y que tuve como máximos exponentes a Tom Verlaine de Televisión y a David Byrne en sus inicios con los Talking Heads), que parece bajar a través de las letras y la sonoridad de sus temas.
El alma salpicada de todo los vaivenes que recorren el laberinto asfáltico, quedando como opción de salida, la catarsis del mismo arte.
Así la música de “El Carro de Yaggernat” posee esa arritmia melódica, que parece extraída del mismo pulso que embriaga las venas del ser humano sensible y a la vez voyeaur, de todo el grotesco epiléptico de la vida del siglo XXI.
Abren con “Globo Sonda”, y ya desde el comienzo, el corazón musical de los Yaggernat sigue la arritmia cerebral de su cantante Aníbal Paz. A partir de esto, la banda teje una especie de decorado musical sobre las letras, acomodándose y aprovechando la capacidad de intérprete esquizoide de su cantante, de esta manera la base (batería y bajo), entran de manera adecuada según el vuelo vocal, y la guitarra a través de un prolijo sonido evita los acordes pesados, entrando en el juego de arpegios y minimalismo de riffs y solos, que sirve para alumbrar la voz, como si fuera esas fogatas campestres dónde las chispas tiñen un paisaje perfecto de descanso y redención ante tanto abatimiento espiritual.
Así evitando cualquier exceso, que los lleve a formas musicales en dónde el exceso los lleve a incendiarse y descolocar su naturaleza sonora, la banda sigue con “Once”.
Si el poeta trágico le canta a su dolor contextual, cae por decantación que si de selva cosmopolita hablamos, ninguna muestra podría ser más efectiva que citar al barrio de más variada fauna, donde al caminar se explora visualmente a cada paso, el universo ecléctico y multiforme de la raza humana, como si uno alunizara en un planeta exterior y lo más cercano a algún sesgo de humanidad, sea mirarse por un momento las propias manos para tratar de reafirmar que todavía estamos en el planeta tierra.
Le sigue “I was Stending”, casi como huella de un camino pasado de los yaggernat, ya que la capacidad vocal y de avizorar pequeños mapas de frenesí y contusión del alma que dan cuenta sus letras en castellano, hacen necesarias la regionalización local de sus letras, actualizando un legado que mezcla la tragedia sentimental y la ironía espiritual del primer “Palo” Pandolfo de “Don Cornelio y la zona”.
Arrítmicos, cerebrales y sobretodo plagados de una mimética intimista que los deposita como decoradores musicales, más que como performers de grandes escenarios, el tracto digestivo de sus temas, logran caer acertadamente fluidos para el oyente harto de los shows y grandes festivales, en dónde la cuestión de pertenencia a la cultura rock, pasa más por un ejercicio de mercadotecnia, que por la misma música.
De este modo los Yaggernat van hacia acertadamente hacia el mismo “neardenthalismo” del rock, ese que une en misas intimitas las ganas de contarle algo al mundo de los mismos músicos y de lograr el regocijo de los oyentes al escucharlas.
Píldoras sonoras psicotrópicas siguen partiendo del escenario, y así pasan “Xul-Solar”, “Reggae Nº1”, “El Cúmulo”, “Wait” y cierran con “El invierno”, en dónde la banda pierde acertadamente su aceitada musicalidad, para derramar un semén desprolijo instrumental como si fuera un coito incestuoso y fatídicamente seductor.
Últimamente es de notar en la música, una brecha entre el cantautor que narraba la ironía y al ridículo de la vida misma, aceptándose como un absurdo y pleno de errores más allá de su nivel cognitivo, (recordar la famosa frase nitzcheana pese a los alardes wagnerianos “Yo soy feo”) y el que hace de la tragedia solo una exploración “egonomaníaca”.
A partir de lo expuesto por El Carro de Yaggernat, se recuperan esos valores que depositan al verdadero poeta, del lado más idóneo: El salvaje, y que lejos esta de buscar su inspiración en alguna góndola de tatuajes de La Bond Street.


Bernardo Damián Dimanmenendez

miércoles, 10 de octubre de 2007

Alegría y Vintage


El pasado sábado en el hotel Bauen, se presentaron las agrupaciones Cinerama y Superflan. En el marco de un show, que sirvió como pequeño decálogo de reactualización de la etapa más fresca y vivaz del pop nacional (esa que va del año 83’ al 87’), en dónde la simpleza de las letras se decora de música democráticamente afectuosa para el público. .

El hotel Bauen que funciona como eficaz cooperativa auto-gestionada, y desde hace años realiza acertadamente en su sótano de gala, todo tipo de fiestas y eventos musicales, fue el lugar elegido para la velada musical de sábado por la madrugada.
Quizás la estética del lugar, la cuál es plenamente “ochentosa”, y se encuentra plagada de espejos en las paredes, con alfombras por doquier, (como si el fantasma de la recordada “boite” Mau-Mau siguiera viva), pareció ser el marco ideal para que bandas que entienden tan bien el concepto de cancionata pop-vintage argentino, como lo son Cinerama y SuperFlan, brinden los soplos musicales que la noche ameritaba.
Cinerama, (banda que cuenta con un LP editado el año pasado “Ahora o nunca”), abrió la jornada con “Un Ángel”, tema que retoma los “proto-riffs” del inicio del rock sónico argentino y que sirve como esqueleto musical del principio de la canción, (escuchar “Fin de semana salvaje” de los Brujos), mientras la base de bajo frasea cortante y la batería es continuamente poderosa. A partir de esta ecuación musical, los cinerama caen acertadamente en el plan de estribillo “hitero”, logrando destilar una musicalidad “vintage” que los acerca al Charly García de “Clix Modernos”, o al primer Calamaro de “Hotel Calamaro”. Le sigue a esta, “Yo usé tu amor”, de propuesta más directa y básica, en dónde el comando del tema pasa por la voz de su cantante (Santiago), y cerrada por el solo, como si se tratara del final de un spot publicitario, de esos que eran frecuentes en las publicidades comerciales de hace 20 años.
Le sigue el cover de Fito Paez “Fue Amor” y para no perder la sintonía de resignación sentimental suena “Escapar”, balada que pareciera extraída de los programas nocturnos de Radio el Plata, de principios de los 80’, cuando los hippies argentinos comenzaban su réquiem y el reviente toxicológico de sus sobrevivientes era ya una realidad.
Si de renacimiento y de readaptación a un contexto musical nuevo se trata, nada mejor que revisionar la obra de Charly en los 80’. Así los Cinerama, hacen un “medley” con un par de temas de la camaleónica y acertada música del “bi-color” durante dicho tiempo.
Casi cerrando suena “Terror”, tema de soporíferas programaciones, que va en un “in-crescendo” (legado bien retomado de “Colores Santos”), a través de la seducción funk de la guitarra, y que se vuelve inesperadamente ecléctico, a partir de la participación como invitado en la voz del rapero “El Ghetto”, la cuál tiño de cierto matiz “hip-hopero”, una canción que aparentaba un color “shoegaze” electrónico. Finalmente, cierran con “Ahora o nunca”, y los aplausos son merecidos como esos films en dónde la obra es circularmente bien llevada, salvo que en este caso la proyección es solo sonora.
A continuación Superflan, sirvió un postre ameno plagado de sonoridades musicales, “funky disco” que albergó las huestes naturalmente rockeras hacia fines de los 70, de Rod Stewart o los Rolling Stones.
Banda que hace de su afección nómade un legado en dónde la alegría no es buscada sino ofrecida, como un desafío valeroso que deja atrás cualquier temporal sensación de angustia o pena pasada. Casi como si el dogma de principios de Los Orions (ese que decía “Toda la noche tocando en una banda de rock and roll..”), se haga presente de manera instantánea.
Arropados uniformemente de “elegante new-wave” oscuro, los Superflan, abren con la bailable “Nena Rolling”, para pasar luego a “Dejen los Problemas”, “Te voy a extrañar” y “Libertad”, para luego ejecutar un popurrí de covers de temas tan disímiles como lo son “Miss You” de los Stones o “Sweet Child of Mine” de los “Guns and Roses”.
Así paso la noche de música, en dónde se observó que tomar elementos añejos, siempre es sustancial en la música para dar cuenta que todo presente sonoro, tiene un pasado soñado o anhelado, y reactualizarlo es siempre válido, mientras se realice en forma acertada y sin caer en los errores de la burda copia o falta de ideas. Cinerama y Superflan así lo reflejaron, solo faltó que a la salida regalen los famosos chupetines “Topolinos” y porque no, ver pasar juntos y de la mano al “Goyco” y Susana Romero.

Bernardo Damián Dimanmenendez

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Ciclo en el Victorial: Tormenta Eléctrica




El ciclo de música en el teatro Victorial, comenzó con la participación de las agrupaciones, Ul, Travesti y Hacia dos veranos.
En un día de tormentas eléctricas, la energía eléctrica y caótica a la vez, de las mismas pareció trasladarse a las bandas, que haciendo gala de su perturbante y endilgante musicalidad, demostraron que no solamente el cielo puede conmovernos, cuando descarga su furia.

Miércoles, quizá el peor día de la semana. En el medio de todo, y aún lejos del descanso pos-viernes, sumado al clima adverso imperante, hizo que el nombre de dicho día, sonara plenamente ideal.
UL, abrió la jornada alrededor de las 21 y 30. De entrada los ex – Reynolds, demostraron a través de una formación compuesta solamente por 3 guitarras, que la génesis de sonidos vanguardistas, parece quedarles fuera de cualquier testamento o dogma musical. Así llevaron a la audiencia a través de acordes disonantes, feedback, efectos de guitarra, o a través de uso del cello de violín sobre las cuerdas, a una especie de tempestad sonora, donde los mismos parecían presagiar un diluvio universal y apocalíptico. Así, en medio del diluvio, su show fue continuo sin jamás atinar a un respiro, sino que de acuerdo a la parte practicada subían o bajaban la intensidad de la música que encandilaba a los oyentes sentados dentro del teatro, y lo más importante, jamás hubo un repertorio o tema en juego, sino solo arte espontánea, y valiosamente vanguardista.
Más tarde, llegó el turno de los sureños Travesti. De entrada, el juego de teclados y los extensos feedbacks de guitarra, parecían ser como centelleantes relámpagos, de esos que se notan en la parte más intensa de una tormenta. Así en medio de los latigazos encandilantes, (como si cada tema fuera esa luz de la soldadura que ciega en cuestión de instantes), pasaron “Bloody Marie”,Juventud Residual”, “ADN”, “Poder Florecer”. Luego cerraron apelando a su talentosa capacidad para el grotesco e ironía musical con “ILOVEROLLINGSTONE”, ofreciendo un constante fraseo de “Satisfacción” de los Rolling Stones, para finalmente pasar a “Filo Perverso” y sobre la base de esta canción, llevar al extremo todo doctrina o teoría del rock, cantando sobre el mismo tema “El hada violada” de los Ratones Paranoicos, uniendo en forma acertada el mejor legado de los ratones, con formas totalmente disímiles de su música, como puede ser el tecno industrial, que recorre la factoría musical de los “travas”.
El cierre, casi como epílogo del diluvio sonoro y musical, estuvo a cargo de “Hacia dos Veranos”. Banda de cierta musicalidad onírica y que busca a través de la composición de su música, una especie de aureola boreal infinita. Los espectadores empiezan a sentir que los relámpagos sonoros musicales crudos y duros, que antes ofrecieron UL y Travesti, son reemplazados por un viaje dinámico, como si vieran las mismas luces y nuevas vidas que avisora el protagonista de Odisea en el espacio 2001.
A cada nota de guitarra, los acordes de Farfisa que se van superponiendo, dan la sensación de una “atemporalidad”, en dónde hay sueños de infanticidio y renacimiento existencial, para luego a través de estallidos estruendosos, enfocar hacia el infinito al oyente y más allá de este también. Así pasaron “Preludio”, “Sueño”, “Despertar” y “De los valles y volcanes”, entre otras.
La noche arengaba viento y más lluvia, casi como decorado perfecto de la capacidad de llevar a un estado volátil, caótico y esplendoroso a la vez, a los concurrentes, que las tres bandas a su manera, supieron llevar a estos. Una pequeña muestra de que el rock o la misma música a través de sus sonidos, pueden reflejar la misma fuerza de la naturaleza, y trasladar a los oyentes a un mundo vibrante, construido a través de plena creatividad, como si la Tierra en lugar de árboles, valles y montañas, estuviera plagada de cuerdas, teclas y platillos.

Bernardo Damián Dimanmenendez

domingo, 23 de septiembre de 2007

La Dama elige


El pasado jueves en el local Kimia de Palermo, la agrupación Top Manta, ofreció un repertorio chispeante y sobrio. Hoy en día, que la propuesta del hedonismo “rocker” pasa más que nada, por aceptar una frívola propuesta estética, los manta conllevan una efervescencia musical, como si fuera el mejor vino, ese mismo, (que copa e invitación de por medio), ninguna dama se niega a aceptar.

Kimia bar clásico nuevo bar palermitano, que a priori ofrece un confort excesivo y poco olor a rock, lo cuál se ve reflejado en la actitud “nazistoide” del personal de seguridad propenso a pedir identificaciones a gente que a simple vista supera la veintena de años. Por si fuera poco, el precio de las bebidas oscila entre los 15 y 20 pesos, que sumado al de la entrada misma, pareciera que estaría asistiendo a una gala de Juanita Viale más que a un concierto de una banda under.
Pese al contexto poco amigable, Top Manta salió a tratar de contrarrestar con su “Power-Brit”, acelerado y contundente, el clima autoritario del lugar.
La idea misma de los Manta de plantear su fórmula musical como una coctelera en la cuál cada tema pareciera ser un ingrediente que le pone pimienta a un supuesto “trago musical”, hace que desde el inicio de su show, la atención de los concurrentes se precipite hacia los sonidos derramados. Como si fuera un tertulio instrumental, con el objetivo de conquistar a los oyentes, más allá de que estos en el fondo sigan terminado el show sus vidas de siempre, como esas chicas, que por momentos tenemos, pero en cuestión de segundos e inesperadamente, se nos van de las manos, (lágrima y decepción final mediante, pues como sabemos el músico dispone, y el oyente elige, de la misma manera, que el hombre dispone, y la “femme” decide en última instancia).
El show arranca con “Tu nada”, le sigue “A Solas con ella” y cierran esta primera parte del show, con “El Nuevo”.
Claramente en esta primera parte se observa el juego directo de guitarras y “yeites” empapados de rock frenético de los Hermanos Gómez (Nicolás en guitarra y Matías en voz), teniendo el respaldo de una batería clave en la manera de acelerar los brazos en los momentos más explosivos de los temas, y un bajo que suena agudamente acertado, llenando lo justo y necesario (fundamental para que la banda resuelva los silencios de la guitarra sin caer en sobredosis instrumentales o abismos melódicos).
Clave para entender su lenguaje musical hedonista, pleno de alienación cosmopolita, suenan “Como la Gente” y “Mi Neurosis”, y la performance de los integrantes en el escenario se enfoca en desafiar la calma de los escuchas sentados, cosa que finalmente logran con “Generación”. Vigoroso en energía y de fulminante final, utilizando el famoso “speach” vocal “Hey, Hey, Hey”,(el que va de los Who a los Ramones, el que va de Neil Young a Nirvana), que sirve como clara metáfora combativa propensa a arrasar con todo lo que se ponga por delante (incluso hasta los “Nazi-bots” de la puerta dieron vuelta sus cabezas para escuchar el tema).
El show cierra con un “Chasquido x Por la Paz”, cuya ebullición musical, recorta el sonido hacia un punto febril de la música, impregnando en su aplicada insolencia musical, las ganas de que el trago servido, sea el mejor degustado por los oyentes, más allá, de que la despedida y (puertas afuera mediante), la calle enmarque a estos, de nuevo en la cruda realidad. El rock debe tratar siempre de ser un desafío dispuesto a probar, como un tertulio oculto y utópico, que más allá de los dolores emocionales, siempre vale la pena degustar. Así como Top Manta lo intenta a través de su arte, sin temor a que las ecuaciones musicales no aseguren éxito o alegría, del mismo modo que nosotros a nuestra manera, nos llenamos de dolor y pasión en el teorema sin resolución que es el amor, porque como bien sabemos todos, en última instancia, el público y la dama eligen.

Bernardo Damián Dimanmenendez

domingo, 16 de septiembre de 2007

Conjunto y Solución




El pasado sábado, las agrupaciones Alfonso el Pintor y Travesti, se presentaron en la pintoresca Casa Brandon. Las diferentes propuestas (intimista en el caso de los primeros y marcadamente energético en los segundos), resultaron por igual de acertadas, enfocando (cada uno a su manera), diferentes modos de utilizar a la música, como elemento expiatorio de fantasmas y convicciones personales.

La Casa Brandon un elegante salón multiculturalista, ubicado en Almagro (un barrio con mil y una historias para contar), sirvió de acogida para que Alfonso el Pintor y Travesti desplieguen sus respectivas ondas sonoras, las que en el fondo y, instrumentos mediante, hacen presente el inconsciente de imágenes que recorre la mente de sus integrantes.
Alrededor de las 10 de la noche, dio inició el show acústico de Alfonso el pintor.
Abrieron con la juguetona “Vamos a seguir pintándonos”, haciendo gala de una acertado uso de programaciones y suaves arreglos de guitarra y siguiéndole a continuación la “beat”, “Te gusta el rock”.
Así llega “Calma”, tema que quizá resumen el mundo compositivo de Emiliano Sánchez (líder y cantante de los “pintores”). El tema comienza con una programación que tiene sus raíces en el “kraut” melifluo y agreste que tiño el principio musical de la agrupación alemana Kraftwerk (especialmente el disco “Ralph and Florian”), y la letra clarifica a través de contrastes positivos y negativos, un cierto estado de abatimiento diario, en donde la calma solo puede ser lograda, si solo tenemos la fe de creer en algo, más allá de todo obstáculo nostálgico.
Haciendo honor al nombre que la banda conlleva, aparecen las dos últimas pinceladas musicales de la noche de Alfonso el pintor. Así a través de minuciosos arreglos de guitarra electroacústica (Maximiliano Urrutia), que rellenan suavemente la voz (clara influencia del clasicismo inglés que Jhonny Marr sabía explotar en las baladas de los Smiths) suena como si fuera un trazo fino de letanía musical “Eso Vale”. Bien llevada la percusión y prolijo el bajo, (Franco Peralta y Andrés García respectivamente), el tema cobra valor por la sencillez y efectividad confesional que logra con el desarrollo del mismo.
El show cierra, con “Viendo a Marte”, como si el horizonte de búsqueda existencial y matizado con programaciones “pseudo-kraut”, ubiquen al planeta Marte, como fin de un viaje, dónde las aguas de romance y aceptación de uno mismo, avisten una especie de “América purgatoria”, de toda tristeza o abatimiento terrestre.
Media hora más tarde Travesti, inicia su show. Y como casi siempre ocurre, cada vez que los “travas” tocan, pasan cosas que superan el estándar esperado de un show musical.
Violadores de toda forma creativa o norma contextual, el show abre con “Juventud residual”, reflejo visceral y crudo de la esencia musical “caversónica” e industrial que la agrupación bonaerense respira desde sus inicios.
Le sigue “Polstergeist”, para explotar definitivamente con “Bloody Marie”. En dicho tema, Floxon (guitarra y voz), comienza a pasearse por su guitarra entre el público, y luego de forzar a que los concurrentes sentados se ponga de pie, (atosigándolos con su guitarra), y permite (ayudado por un fecundo “noise”), que el público arañe su guitarra, texturando e impregnando la música ofrecida por interacción del concurrente y artista, y dejando en ridículo el concepto de exposición vertical músico-audiencia, como naturalmente ocurre en los shows musicales.
El público alborotado recibe los últimos latigazos, con la psicodélica “ILOVEROLLINGSTONES” y la sugestivamente bailable (como si fuera un ritual pagano y divino), “Poder Florecer”, mientras Alejandro Torres golpea poseído sus teclados, como si oficiara una misa vudú.
Así pasaron dos propuestas musicales diferentes. En el caso de “Alfonso el Pintor”, más enfocada en la seducción del intimismo confesional y edulcorante, en el caso de Travesti, manifiestamente catártica y visceral. Ambos a su manera demuestran su forma original de pertenecer a la música, fuera de todo “Kabuki” (populismo) y misógino mesianismo.

Bernardo Damián Dimanmenendez